Gato: la historia completa, incompleta

Gato: la historia completa, incompleta

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El Gato y La Caja

La vida se vive hacia delante pero se comprende hacia atrás.

La vida se vive hacia delante pero se comprende hacia atrás.

Gato: la historia completa, incompleta

Todas las historias son falsas. O, por lo menos, incompletas. No es una cuestión de intención, sino una imposibilidad fundamental. Intentar pasar el universo por el ojo de una aguja y comprimirlo en la linealidad de un relato implica siempre sacrificar algo en el proceso. Y aún así, vale la pena. El acto de narrar agrega un valor del que los hechos carecen. Construye un sentido que el Universo así, a secas, no tiene. Contar la propia historia, aún a riesgo de que falten piezas, es reafirmar la existencia. Maullar para que se sepa que estamos vivos.

Según nuestro registro histórico, en 2014, nacimos, nació tal cosa como la entidad ‘El Gato y La Caja’. Como todo organismo primitivo, se orientaba a fuerza de olfato: quimiotaxis básica, esa habilidad que usan las bacterias para orientarse en dirección al alimento (ah, cómo nos gustaba explicar todo con metáforas biológicas). Tuvimos, ya entonces, la intuición fundamental de entender la ciencia y el diseño no como áreas sino como perspectivas, herramientas, sentidos a través de los cuales aprender de y responder al entorno. 

—Miremos el mundo con maravilla, a través de una perspectiva científica, pero sin perder la magia, sino todo lo contrario. Entendamos también los límites de esa perspectiva a la hora de darle forma al mundo. ‘Una idea que no se embarra las patas duerme tan tranquila que corre el riesgo de volverse inerte, irrelevante, intrascendente’.

La intuición era buena, pero había que comunicarla. 

—Se tiene que poder comunicar de otra manera, pensamos. Una manera propia, desenfadada, apasionada, atrevida (a veces acertada, a veces solamente atrevida). 

Y sí, se podía. Aquella voluntad —y aquella inocencia— se insertó en un momento de escalada tecnológica, una completa transformación en la forma en la que podía distribuirse la información: florecían Twitter, Facebook, YouTube y WordPress. (Instagram apenas existía, tenía un puñado de filtros y era una red social de subir fotos).

Hagamos videos de YouTube —dijimos—. ¿Qué tan difícil puede ser? 

Escribimos cuatro guiones, filmamos tres. Editamos dos. Postprodujimos uno. Publicamos cero. Qué difícil el mundo real. Qué distancia entre idea y proyecto. Se posterga YouTube hasta nuevo aviso

Decidimos empezar por lo mínimo: Twitter, Facebook, una web propia. Nos enfrentamos, entonces, al dilema del “contenido”. Hablar, sí, pero de qué. 

—Podemos hacer posteos sobre cómo caen las tostadas, sobre la crisis climática, sobre por qué el porro da hambre, sobre la matemática de armar un equipo de fútbol. Podemos visualizar cómo Messi le pega a una pelota y por qué dobla. Podemos, también, argumentar que la idea de que ‘la vida empieza desde la concepción’ asume un esencialismo que implica imponer una forma particular de ver el mundo, o que la política prohibicionista de drogas no se basa en el bienestar sino en una arquitectura opresiva, xenófoba, de perpetuación del poder de los Estados Unidos en el mundo. Le mechamos en el medio alguna nota sobre perritos y otra sobre por qué nos gusta la música, así no es todo tan intenso y político.

—Perfecto. 

Así fue cómo transcurrió nuestro primer año. Génesis, prehistoria, primeros pasos. Comunicar era tan divertido como difícil, pero aprendimos a estar en paz con lo subóptimo. Con los pedacitos de realidad que se nos cayeran del plato. Con la laxitud que un lenguaje no académico requiere y con el costo de esa laxitud. Con el reduccionismo obligado del tuit.

Qué locura cómo funcionó esa intuición. Inevitable preguntarse cuán lejos podíamos llegar con la cabeza en el universo, la curiosidad en el corazón y los pies sobre la evidencia. 

—¡Diseñemos  escritorios de pie! La evidencia indica que los escritorios de pie son benefic…

—¿Vos sabés lo difícil que es diseñar un escritorio?  

—Ok, concentrémonos en entender y narrar el universo. 

El tema es que el universo es grande: íbamos a necesitar más gente. Gente que supiera mucho, y de cosas distintas. 

Nuestro objetivo será conectarlas con la mayor cantidad de personas posible. Vamos a renegar de la idea de divulgación porque el objetivo no es cantar la posta sino empezar conversaciones. La puerta abierta para quienes vengan del mundo académico y sientan la misma necesidad de salir de la mesada del laboratorio. También tenemos que empezar nosotros a tocar puertas. Donde nos reciban, iremos. 

Idea peregrina, idea peligrosa: en dos años, pisamos decenas de ciudades, recorrimos el país. Auditorios grandes, medianos, chicos. Aulas magnas con centenas de personas, oficinas de rectores, intendencias, laboratorios, teatros, ministerios, bares. ¿No quieren venir a la radio a hablar de Gato? Sí, claro. Dos años de columna de radio. Más ciencia en más lugares para más personas.

Adquirimos la gimnasia permanente de tratar de convertir lo que tenés para decir en algo que conecte con un otro, pero que además lo haga en sus propios términos. El necesario motor de la desfachatez, de tener el tupé para ejercer el oficio que aún no adquiriste,  porque oficio es técnica, tradición, hacer las cosas bien, y andá a saber cómo es hacer Gato bien, porque antes de bueno es nuevo, y andá a saber cómo se hace bien algo nuevo.

Iba a llevar tiempo. Mucho tiempo. Más del que nuestros trabajos nos habilitaban.

Si queremos que esto ande a largo plazo vamos a necesitar monetizarlo. ¿Y si hacemos un libro? Algo que recopile todo el material digital que ya creamos, pero que no paga el supermercado. ¿Y si lo hacemos por crowdfunding?

La excusa para vender un libro no fue vender un libro, sino compartir un sueño: que Gato sea profesional. Para eso, le pedimos a quienes nos leían que nos compraran libros, tazas y pósters. Hasta la cena decidimos hacerles si bancaban la movida. 

989 personas dijeron que sí. Descubrimos que había respuesta del otro lado, voluntad de bancar y de construir. Descubrimos lo difícil que es hacer pizzas para decenas de personas. Descubrimos también la cantidad de plata que necesitás para entrar a imprenta, cuántas cajas son 3000 libros, cuánto pesa cada una, lo difícil que es subirlas por ascensor a nuestros departamentos y la cantidad de tiempo que insume sacar cientos de envíos para todo el mundo. Y, de paso, descubrimos la noción de comunidad y la responsabilidad que eso implica. 

Parece que hay un grupo no menor de personas que si proponemos alguna, invitamos a hacer algo o pedimos sumarse a una movida, nos dicen que sí. Objetivo:  tratar siempre de superar un poquito las expectativas de esas personas, o por lo menos intentarlo al límite de nuestras posibilidades.

Todo muy lindo, pero —giro en la trama— nuestras propuestas no iban a ser las únicas que estuvieran sobre la mesa:

—Che, me encanta Gato. Estoy armando mi proyecto y me gustaría que se sienta un poco como se siente Gato. ¿Ustedes hacen esto pero para afuera? 

Nos miramos entre nosotros. ¿Hacemos esto para afuera? 

—Sueño con que exista un ecosistema de compañías científicas que trabajen como enjambre para transformar la matriz productiva, aprovechando el diferencial de talento en ciencia que tiene Argentina. Quiero estructurar los procesos internos, contar la primera proto historia, alinearnos con el equipo. ¿Pueden ayudarme a darle forma?

La propuesta nos puso frente a una de las primeras grandes decisiones trascendentales: ¿queríamos ser un proyecto hermético, girando para siempre sobre su propio eje, gritándole al cielo, o queríamos empezar a construir lazos? La respuesta era menos evidente de lo que parecía. En este caso, nos lo estaba pidiendo gente con buenas intenciones, con proyectos de impacto positivo y, para colmo, traían plata. Más plata es más Gato. Decidimos hacerlo una vez y ver si lo repetíamos.

Lo repetimos. A veces, el problema es que las cosas funcionen. 

—Bien, pero entonces necesitamos ser mejores. Más profesionales, más enfocados, con menos distracciones. Además de entender cómo se distorsiona la luz cerca de un agujero negro, vamos a necesitar aprender a hacer un flujo de caja, a lidiar con AFIP y por sobre todas las cosas, cómo armar un equipo dedicado

Tú saltas, yo salto.  

No importa cuánto describas la maravilla del universo, la realidad política parece impermeable a la evidencia. Hora de pasar a la ofensiva. 

¿Por qué no usaríamos la ciencia como herramienta de construcción de sociedades más libres, más bellas, más justas? ¿Cómo puede ser que haya políticas públicas tan contrarias a la evidencia disponible? ¿Cómo que la política de drogas no está hecha para minimizar las repercusiones negativas del uso de sustancias sino para mantener un sistema internacional de poder y plata? ¿Cómo hacemos para que se note?

—Vamos a hacer un libro sobre drogas. Le vamos a poner “Un Libro Sobre Drogas” grande en la tapa, así cualquiera que lo lea en el bondi avisa en voz alta que está leyendo un libro sobre drogas. Lo vamos a hacer con un montón de personas que saben un montón, personas que conocimos de gira. No ese de gira. ‘De gira’ de viajar por todo el país. Cuando lo tengamos listo, lo vamos a subir completo y gratis a internet, para que llegue a todos lados.

Dicho de otro modo, decidimos usar las habilidades que teníamos —la investigación, la comunicación y el diseño— para intervenir en la conversación política desde una perspectiva científica. No de ciencias exactas, sino de ciencia en extenso. Es decir, procesos y mecanismos de la ciencia, del pensamiento crítico, usando datos como cimiento y el método científico como acuerdo mínimo. No discutamos algo que podemos medir. Elaboremos a partir de esa data, nunca sin o contra ella. Porque ni siquiera es la política de drogas, son todas las políticas, el discurso en general. La pelea última es epistémica. Que se use ciencia para legislar lo compartido, no solamente ciencia, ciencia también, y nunca de espaldas. 

—Si esto sigue así, vamos directo a una sociedad donde la verdad no importe y nos orienten solamente narrativas extremas, tribales, que crean sus propias versiones de lo real.

—Lo que sería muy muy divertido es hacer alguna movida que le avise a la comunidad política que somos un montón queriendo esto.

—¿Y si por cada 10 libros de posverdad que vendamos le mandamos uno a un diputado o diputada? Imaginate poder elegirlo: este va para Lilita. Este otro, para Del Pla, para Esteban Bullrich. En el caso extremísimo que llenemos Diputados, expandimos al Senado, así le llevamos uno a Pino.

Escena: Congreso, año 2018. Un senador pregunta a su equipo de asesores: ¿Qué es El Gato y La Caja y por qué estoy recibiendo a esta gente en mi despacho?

Recapitulando: teníamos tres Anuarios y tres libros: uno de ciencia ficción, uno sobre drogas y uno sobre posverdad. Qué intenso, qué político todo. Queríamos más libros, pero ampliando la mirada. Decidimos contar también historias: reales, para no dejar de maravillarnos nunca con el mundo, y profundizar en ciencia ficción, para no dejar nunca de jugar con él. ¿Cuán mal nos podía ir?

Para nada mal. Propusimos y de nuevo la comunidad estuvo. La comunidad siempre está.

—¿Y si ponemos un sistema de suscripciones? Un botón de Bancar: así, quien valore lo que hacemos nos puede dar plata para que lo podamos seguir haciendo, para que podamos hacer más. Más Bancantes es más plata, más plata es más Gato. Es jugarnos a alquilar una oficina y dejar definitivamente nuestros trabajos, buscar otros proyectos que estén en la misma y compartir ese espacio. 

Dolor de crecimiento, consolidación. Hay que confiar en el proceso. Entre Libros y Bancantes los números daban. No eran espectaculares, pero cobraba todo el mundo y se cubrían los alquileres y el super. 

Escena: aparecen en la oficina dos primos del conurbano que nos explican con choricitos de plastilina cómo piensan reimaginar la forma en la que crecemos células vivas con el objetivo de democratizar la biotecnología.  

—Es bastante técnico pero es tan lindo: nos inspiran las levaduras, las hormigas y las nubes de Júpiter y queremos que todo eso se refleje en la identidad de la empresa. ¿Ustedes hacen esto?

Por las barbas de Schrödinger, nunca supimos decirle que no a estas cosas. 

Al mismo tiempo, descubrimos que podíamos usar internet como laboratorio y correr experimentos. Publicamos papers.

Escena: Reviewer 2 pregunta “¿Qué es El Gato y La Caja y por qué uno de los autores tiene filiación ahí?”. 

Le respondemos que es nuestro espacio de hacer ciencia en primera persona, que diseñamos experimentos en equipo con académicos y académicas, recogemos enorme cantidad y calidad de datos, los analizamos, respondemos preguntas, las  compartimos con la comunidad científica en papers y con la comunidad que participó, en un formato que llamamos Diarios de investigación.

La ciencia no será suficiente, pero vaya que es necesaria. 

—Che, esto se empieza a acelerar.

De pronto teníamos más libros, más Bancantes, más equipo, más proyectos. Nos escribían librerías de afuera —Guatemala, Perú, Chile, Uruguay— para hacernos pedidos. Nos escribían para hablar de drogas con cuadros técnicos gubernamentales. Nos escribían investigadoras para diseñar y correr experimentos. 

—Claro que estamos en la Feria del Libro, pero si no podés comprar, los libros están todos subidos completos a la web: libres para todes, gratis para siempre.

Se hizo evidente que necesitábamos una oficina más grande. Nos mudamos. De pronto, pudimos convivir con más proyectos que estaban en la misma: el estudio de diseño que hizo BAAC, ULSD y Anuario II, la misma incubadora de startups con la que antes habíamos trabajado y muchos de sus equipos en desarrollo. Todo encaminado. Nada podía salir mal, salvo que ocurriera un evento catastrófico mundial

—DALE. ¿EN SERIO ME ESTÁS DICIENDO? ¿UN VIRUS DE MURCIÉLAGO?

Instrucciones para sobrevivir a una pandemia. Paso 1: armar una lista de costos fijos, ver hasta cuándo nos alcanza la plata. Paso 2: entender qué tenemos para decir y para hacer, como proyecto, en una situación de estas características. 

Vamos a empezar un podcast diario para entender y atravesar esto con información de calidad, sin desesperar. ¿Tenemos idea de cómo se hace un podcast? Para nada, pero conocemos equipos que sí, y tampoco es que nos haya detenido antes hacer algo que no habíamos hecho nunca.

Reorganizamos todo el equipo y ya no hubo más comunicación, investigación y diseño. Más bien hubo algo así como comunicacioninvestigaciónydiseño. Todo junto y al mismo tiempo. Porque ninguna por separado podía responder las preguntas que la pandemia convirtió en urgentes. ¿Cómo la está pasando toda esta gente encerrada? ¿Cómo funciona nuestra mente en estos contextos? ¿Nos estamos drogando más, menos, peor, mejor? ¿Podemos correr experimentos para entender los efectos de la pandemia en la salud mental? Claro que podemos

—¿Pueden venir a las 7 al Ministerio de Salud? Es para grabar el informe diario del Ministerio, queremos que Gato participe. 

—Claro... ¿Qué? 

Pasa, todo pasa. Y esto también pasó.  La nueva normalidad trajo más de nuevo que de normalidad, pero ahora sabíamos hacer podcasts y streams. Y todo sin descuidar lo editorial:

—Quiero darle forma de libro a 10 años de investigación de la conciencia

Re.

—Estamos armando un think tank, queremos que sea el lugar donde pensamos políticas públicas de desarrollo nacional basadas en evidencia, respetuosas del ambiente, que trasciendan gobiernos. Queremos comunicar todo eso de manera clara, encontrar la forma en la que vamos a hablar para afuera. ¿Ustedes hacen esto? 

—Pero por supuesto que hacemos eso.

Terminamos la pandemia con casi 2000 Bancantes. Un montón. Nos seguían pidiendo libros, cada vez de más lejos, y nos volvían a pedir quienes nos pidieron antes. Estábamos, tal como nos lo propusimos, llegando a más lugares, para más personas. Y todo lo que hacíamos estaba —todavía está— accesible y para compartir, vivo y creciendo en internet, sin barreras, sin avisos. Empezamos a pensar cada proyecto como una suerte de espacio urbano digital, una ecología de contenidos, ideas, autores. Un jardín en internet. Algo para cultivar entre todes. 

Círculo virtuoso: más proyectos, más complejos, más Bancantes, más llegada, más trabajos con equipos y hacedores, más impacto concreto, más plata, más equipo, más Gato. 

Repeat. 

Sería imposible recuperar todas las veces en las que un equipo se nos acercó con un desafío espectacular, pero qué demonios, acá van unas más:

—Hicimos esta investigación y propuesta de política pública sobre cómo el Estado puede gestionar la economía de una manera que gestiona la tensión entre ambiente y desarrollo y queremos darle una forma para que la pueda entender gente no técnica. ¿Usted… 

.

—Estamos con ganas de juntar a los actores clave de este sector estratégico nacional para pensar un horizonte de lo deseable y lo factible. 

—¡Claro que hacemos eso!

—Sentimos que para dar nuestro próximo paso tenemos que ordenarnos y replantear nuestros procesos internos como equipo para ir a buscar algo de otra escala. 

Mirá si no vamos a querer que escalen esto todo lo que se pueda. 

—Mi empresa tiene que █████████████. Para eso necesitamos █████████████, y eso implica █████████████. Lo que sí, como incluye tecnología profunda, les vamos a tener que pedir que firmen un un acuerdo de confidencialidad.

—Pero Lucho, por ████████. 

En el interín, entre tantas incertidumbres, se consolidaron algunas certezas: que el sistema prohibicionista es una calamidad, que la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho, que el voto electrónico es una mala idea, que la desigualdad de género es real y tiene raíces históricas, y un largo etcétera. Nos involucramos con cuerpo y alma en cada una de esas discusiones. Mientras tanto, sin pausa, nos acercábamos a la madre de todas las batallas: 

La crisis climática es un problema grave y urgente, y se basa en la incompatibilidad de nuestro sustrato biogeofísico con nuestro actual software civilizatorio. Pero ¿cómo luce lo que sí funciona? ¿Cómo hacemos para desarrollar un sistema compatible con la vida? ¿Cómo es nuestra parte de ese sistema, la de un país que emitió menos del 1% de los gases de efecto invernadero y sufre las peores consecuencias del sistema actual con apenas migajas de los beneficios? 

Más o menos en este momento es que fuimos viendo emerger los chispazos de todo un nuevo sistema de medios, y comprendimos que la batalla de sentido tendría arenas nuevas. También tuvimos la intuición de que la batalla cultural iba a ser insuficiente. Iba a hacer falta más que discurso. Construir sentido, pero también soluciones. Narrativa, sí, pero también agarrar la pala. Entender el mundo, sí, pero también darle forma. Pensarnos como equipo ambidiestro: memética y termodinámica.

Estos fueron los años en los que nos enamoramos de trabajar, también, con otros hacedores, y la búsqueda cambió. Vimos equipos amigos pasar de papel y lápiz a proyecto de escala latinoamericana, de jugar con plastilina a disrumpir tecnologías, de soñar con un thinktank a hablar en el Congreso con esa camiseta. Acompañar a otros equipos a madurar sus propios proyectos es darle forma al mundo, dijimos. Por eso, hoy ya no nos resulta  suficiente con hacer lo que hacemos solos, queremos más que nunca ser parte algo más grande: una ecología de organizaciones de todo tipo y factor que comparten la búsqueda. 

—Nuevo objetivo: vamos a tratar de entender lo deseable y construir lo factible. Y no lo vamos a hacer solos. Lo vamos a hacer de manera situada e histórica. Con el ojo en el mundo, la cabeza en LATAM y el corazón en Argentina. Contaremos con un ecosistema de hacedores, y ese ecosistema contará con Gato.

Hace más de 100 años, H. L. Mencken dijo que ‘Para cada problema complejo hay una solución simple, clara y equivocada’. Y lo dijo en plena Primera Guerra Mundial, que ni siquiera se llamaba así, porque no había una Segunda. Tampoco había crack de 1930, ni revolución verde, ni Gran Salto Adelante, y los autos apenas empezaban a disputar el espacio urbano al caballo.

Si ya tenía razón entonces, lo que habría dicho de un presente con colapso climático, capitalismo 4.0, crisis de la producción de conocimiento científico, transición energética, material y de gestión de la información, crisis demográfica, pandemias, billonarios cada vez más billonarios, transhumanismo, TikTok, Inteligencia Artificial desbocada y Jefes de Estado en contra del Estado.

Estamos en un codo de la historia. Un momento de total inestabilidad y disputa entre transiciones. Una superposición de futuros posibles, sin claridad de dónde queda un deseable o cuál es repertorio de soluciones factibles.

Hoy en día, Gato ha desbloqueado para sí las tres maldiciones chinas (apócrifas, pero igual vienen al caso) en su total esplendor: Que vivas tiempos interesantes. Que los poderosos conozcan tu nombre. Que obtengas lo que deseás.

Igual, la segunda medio que nos la buscamos diciendo públicamente que una propuesta de gobierno corporativa hiperindividualista, antinacionalista, predatoria en lo ambiental y lo humano, autoritaria y con tintes fascistas no articula bien con lo que pensamos que es un país deseable. Mala nuestra, nos pasa por hablar de política por primera vez número mil.

Pero bueno, nadie elige el momento de la historia en el que vive. Nos toca una apilada de procesos acelerados, de transición entre estados de sistemas complejos, no lineales, de relaciones entretejidas, problemas embrujados y ciclos de retroalimentación. Lo que podemos elegir es qué hacer con eso.

Si todo sale masomenos bien, en 10 años volveremos a contar esta historia. Recordaremos este momento como la Gran Turbulencia y diremos que estuvimos acá, intentando entender un mundo complejo pero también procurando imaginar uno mejor. Comiéndonos la cabeza para descubrir qué tenemos que hacer hoy y con quiénes para darle forma a un mañana más libre, justo, lindo, vivo y para compartir.

Hasta acá, la historia incompleta, pero ordenada. Armamos también esto para que puedas navegar Gato desordenado. Puede aparecerte cualquier cosa, pero recuerda: tu saltas, yo salto.

Personas y Equipos

Contar la historia, ya lo dijimos, es contarla incompleta. Pero es justo aclarar que todo lo narrado hasta acá fue hecho con personas y equipos a quienes estaremos eternamente agradecides por haber sido parte del camino que recorrimos para hacer Gato lo que hoy es:

Facundo Álvarez Heduán, Juan Manuel Carballeda, Julieta Habif, Ezequiel Arrieta, Pepa Urtizberea, Valentín Muro, Pula Alvarez, Pola Huarte, Meli Wortman, Ezequiel Calvo, Valeria Sanabria, Guido Cicuttin, Rodrigo Catalano, Jota Martiñá, Andrés Rieznik,  Lorena Moscovich, Sol Minoldo, Dardo Ferreiro, Azul Damadián, Nicolás González, Nuria Cáceres, Rocco Di Tella, Javier Sendra, Belén Ureta, Timo Marchini, Melin Agostini, Agustina Nahas, Martu Di Giorgio, Micaela Carrasco.

Agradecemos también a las y los más de 500 escritoras, ilustradores, científicos, artistas y colaboradores de libros, notas, papers, interactivos, radio, streams, podcasts y demás formatos que exploramos en estos 10 años y a cada Bancante, lectora, escucha y participante que conectó con esas ideas, experiencias e historias.

A los equipos con los que hicimos y hacemos

GRIDX, The Negra, STÄMM, Tomorrow Foods, ABRE, Fundar, Diseño UdeSA, DNAZyme, Alga Life, Avatar Medtech, Laboratorio de Neurociencia Universidad Di Tella, COCUCO, La Poderosa, Jóvenes por el Clima, ARCAP, ANTOM, Consciente Colectivo, Eryx, Sin Patrón, CLACAI, Co_Lab PNUD, JOSHA, Cenital, INECO, TEDxRíodelaPlata, MinCyT, Agencia I+D+I, Ayudame Loco, FIL, SANAR, Pan Óptico de Género, SOS ESI, Dioxitek, Carbono, La Liga de la Ciencia, FUNDEPS, Amnistía internacional, Panorámica, Caja Mágica, Expo Cannabis, AHORA QUE, HumAI, Artes Gráficas del Sur, Chicas en Tecnología, C Complejo Art Media, Fundación Huésped, Centro Cultural de la Ciencia, BID, Panambi, CAF, ASIS, Qutu Wara, Morocho, Posta, Estudio Del Amo.

Nuestra gratitud y afecto, de quienes hacemos Gato todos los días:

Alejandro Hacker, Belén Kakefuku del Solar, Bianca Di Virgilio, Camila Lynch, Daniela Filipelli, Emilia Recchia Paez, Emma Coso, Florencia González, Guadalupe Sendra, Javier Goldschmidt, Juan Cruz Balian, Juan Ignacio Cuiule, Juan Manuel Garrido, Laura González, Lucas Kearney, Marina Amabile, Mathias Lopez, Milagros Zárate, Pablo González, Rocío Priegue, Santiago Pinedo, Vicky Milano.

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