Acerca de trazar una línea

Acerca de trazar una línea

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El Gato y La Caja

Sobre las Elecciones Generales — Octubre 2023

Sobre las Elecciones Generales — Octubre 2023

Acerca de trazar una línea

1 / Acerca de postular una cifra 

8.753 es un número exacto. Irradia ese aura de precisión que sólo tienen los impares. Dicho en televisión y con tono aseverativo, hasta puede sonar cierto. 

Quienes sostienen que la cantidad de personas desaparecidas por la última Dictadura Cívico-Militar es una cifra cerrada se jactan de apelar a la fuente. El problema es que la fuente que citan —el informe Nunca Más de la CONADEP (1984)-- no dice eso. Lo que sí dice es que “en cuanto a la primera nómina, de la que resulta la cifra de 8.961 desaparecidos, es —inevitablemente— una lista abierta.” También dice que al momento de su redacción, muchas personas, por distintos motivos, no se habían acercado a denunciar desapariciones. Y que existen “millares de desaparecidos que pasaron por esos centros y de los cuales los liberados sólo conocieron apodos (...) u otra característica aislada”. Luego, el texto declara la esperanza de que otras personas continúen la paciente labor de recuperar esos datos y que puedan ir incrementando “esta enunciación provisoria”. Por último, finaliza advirtiendo lo que estos días algunos han elegido omitir: “la nómina completa de las personas desaparecidas y la suerte por ellas corrida sólo puede ser cabalmente informada por los autores de tales desapariciones, toda vez que existió un minucioso registro de cada uno de esos hechos.” 

Los autores de las desapariciones nunca brindaron esos registros, los cuales permanecen ocultos o han sido destruidos. 

A quienes reivindican la dictadura, poco parece importarles que la CONADEP haya hecho esta aproximación a pocos meses de restaurada la democracia, cuando todavía el aparato represivo seguía funcionando por fuera de las instituciones y el terror permanecía vigente, refugiado en las sombras, donde todavía al día de hoy se lo puede encontrar. Tampoco parece importarles que los propios informes del gobierno militar reconocieran, en el año 1979, una cifra mucho más alta: según los datos del Batallón 601 del Ejército, recabados por un agente de inteligencia chileno, había "computados 22.000 entre muertos y desaparecidos, desde 1975 a la fecha". Eligen no decir que las organizaciones guerrilleras estaban prácticamente desarticuladas para el momento del golpe de Estado. El ERP casi no existía y el Ejército Argentino terminó de liquidarlo. Montoneros se había dividido entre quienes pasaron a la clandestinidad y quienes seguían haciendo política de superficie. La Armada se ensañó con estos últimos tanto como con los primeros, y con la población civil tanto como con todos los demás. Quienes consideran que el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional fue un gobierno de orden —y no un régimen de terror— olvidan que la política económica de ese período moldeó y disciplinó a la población tanto como los palos, la picana y los aviones. 

En 1982, el General Leopoldo Galtieri nos llevó a una guerra estúpida contra una potencia militar enorme como es Gran Bretaña. Los acuerdos diplomáticos estaban avanzando y la invasión los hizo saltar por el aire. Como resultado, perdimos la guerra, las islas y más de 600 jóvenes, enviados a combatir al frío más extremo con uniformes de primavera. 

En 1983, el gobierno del General Reynaldo Bignone intentó hacer una autoamnistía por decreto que liberase de cargos a la cúpula de la dictadura por los crímenes cometidos. Pero el decreto fue derogado: los crímenes de lesa humanidad son actos inhumanos cometidos por el Estado contra su propia población civil, amparado por la desigualdad de poder frente a la víctima y la imposibilidad que esta tiene de reclamar justicia al victimario. La ONU ya había declarado imprescriptibles estos crímenes en el año 1968. 

Hubo juicios y condenas. Hubo indultos. Luego hubo más juicios y más condenas, y la esperanza de la CONADEP de que otros continuaran la labor fue cumplida. La historia argentina de los últimos 40 años es una historia de paciente reconstrucción.

El número 30.000 es a la vez una estimación y una denuncia, porque la mayoría de los desaparecidos siguen desaparecidos. Cientos de bebés apropiados se han convertido en adultos y sólo algunos han recuperado su identidad, gracias al trabajo conjunto de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los organismos de Derechos Humanos, equipos científicos como el Equipo Argentino de Antropología Forense, mucha determinación política y una confluencia de  esfuerzos sostenidos de distintos actores sociales. 

Como de ese trabajo sí se llevan registros públicos, podemos afirmar que al día de hoy los nietos recuperados son 133. Un número impar y preciso, como le gusta a los que declaman desde el estrado. 

2 / Acerca de marcar un camino

La verdad es una diosa sagrada y turbia. A ella nos debemos, incluso aunque no podamos verla. La verdad nos deja solamente adivinar partes de su semblante, el resto hay que adivinarlo espiando a través de velos, reflejos y nebulosas, siempre condenados a corregir y volver a intentar. Sin embargo, nuestra condición de mortales parados frente a la verdad insondable del universo nos da una ventaja: podemos dejar marcado el camino para quienes vienen detrás. Podemos aprender y comunicar. No necesitamos empezar siempre desde cero. La supervivencia y el bienestar, el progreso y el conocimiento, son construcciones colectivas. 

El actual consenso sobre cómo el cambio climático que experimentamos hoy es un fenómeno antropogénico es el mejor ejemplo que hay al respecto. 

En 1856, Eunice Foote demostró que gases como el CO2 y el vapor de agua son capaces de absorber el calor que emana de la superficie terrestre.

En 1896, Svante Arrhenius calculó que un aumento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero en la atmósfera provocaría un aumento de la temperatura global. 

En 1950, la vigilancia sobre el clima se coordinó a nivel global y en 1960, con la llegada de la computación, se pudo empezar a procesar datos y realizar modelos matemáticos. 

En 1985, el astrofísico y enamorado del universo, Carl Sagan, le hacía la siguiente advertencia al Congreso de Estados Unidos acerca del efecto invernadero: “Debido a que los efectos ocupan más de una generación humana, se tiende a decir que no son nuestro problema. Claro que, entonces, no son problema de nadie: no durante mi turno, no durante mi mandato. Es algo para el próximo siglo. Dejemos que el próximo siglo se preocupe. Pero el problema es que hay efectos (y el efecto invernadero es uno de ellos) que tienen repercusiones a largo plazo. Si no te preocupas por ellos ahora, después es muy tarde. Y así, en este tema, como en tantos otros temas, estamos pasándoles problemas muy graves a nuestros hijos cuando el momento de resolverlos, si es que pueden ser resueltos, es ahora.”

El consenso sobre lo que está pasando a nivel climático se terminó de cristalizar en 1988, hace casi 40 años. 

Sagan murió en 1996. Sus hijos somos nosotros. 

Sobre nuestras cabezas pende este problema. 

3 / Acerca de construir sentido común

¿Qué tiene que ver la dictadura con la crisis climática? ¿Por qué estos dos casos, habiendo tanto discurso falopa para elegir? Los elegimos porque son buenos ejemplos para señalar algo muy importante: la diferencia entre negar y reivindicar suele estar desdibujada adrede. Negar que existió un plan sistemático de exterminio puede no ser lo mismo que reivindicar la dictadura, pero se le parece bastante. Negar que existe una crisis climática sin precedentes generada por la actividad humana puede no ser lo mismo que reivindicar la libertad de contaminar indiscriminadamente los ríos, pero no cabe duda de que una cosa es funcional a la otra. Borronear esas líneas es un trabajo que requiere constancia y paciencia. A menudo, implica combinar en el discurso un millar de otros negacionismos más pequeños, mundanos o incontrastables, hasta que la información sea tanta que se sature, se vuelva imposible de procesar. El resultado compensa el esfuerzo: de a poco, se va configurando un sentido común. Porque el sentido común no es una acumulación de conocimientos sistematizados, sino un reflejo social. De ahí el valor de poner estas cosas por escrito, aunque sean sabidas. El rechazo a la venta de órganos o al tráfico de personas (y en especial de infantes), el reclamo por soberanía sobre las Islas Malvinas, la defensa de la salud y la educación públicas —y otros tantos acuerdos que en estos días se insiste en poner en crisis— son tan fundamentales que a veces creemos que no hace falta pronunciarse al respecto. Basta sacar la cabeza del propio ombligo dos segundos para darse cuenta del error. 

Tenemos suficiente evidencia para creer que desregular el mercado de armas lleva a un aumento en los índices por muerte violenta. Y sin embargo…

Tenemos suficiente evidencia para creer que el sistema prohibicionista genera más daños y desperdicia más oportunidades de progreso que un mercado de sustancias debidamente regulado. Y sin embargo…

Tenemos suficiente evidencia para creer que no hay desarrollo posible de la economía sin una moneda soberana, y que no hay buen puerto al que llegar si ese desarrollo le da la espalda a los límites biofísicos que impone el planeta. Y sin embargo…

4 / Acerca de trazar una línea

El día 2 de septiembre del año 2022, pocas horas después de que la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner se salvara por poco de un atentado atroz —diseñado para ser transmitido en vivo por televisión y generar terror—, desde Gato hicimos un comunicado. No lo hicimos por creer que podíamos tener injerencia en el debate público o porque tuviéramos algo para decir distinto de lo que otros ya estaban diciendo mejor. Lo hicimos porque necesitamos trazar una línea en el suelo: Nunca más es nunca más

Y aquí estamos otra vez. 

Gato está compuesto por un equipo interdisciplinario que alberga varios matices políticos. Hace casi 10 años que desarrollamos, comunicamos, corregimos e intercambiamos ideas. No nos son ajenas las desigualdades sociales ni de género, hemos hablado del acceso a vacunas y a salud mental, del derecho al aborto y a la eutanasia, de política de drogas, sistemas de sufragio, sistema científico, productivo, movilidad, alimentación, religión, transiciones ideológicas, disrupciones tecnológicas y un sinfín de temas que nos interesan y nos seguirán interesando porque —al igual que Sagan y tantas otras personas— estamos profundamente enamorados de este universo. 

Estamos convencidos de que las ciudades deben pensarse para ser habitadas por personas. Que las personas deben pensarse a sí mismas y a los otros. Que la ciencia y sus organismos son un pilar fundamental de la vida y que también lo son las artes, la filosofía, el diseño, los oficios, los deportes y toda forma de expresión humana. Pero estas ideas sólo son posibles en democracia.

Una vez, un usuario en Twitter nos aconsejó que nos limitáramos a hacer posteos sobre de qué lado cae la tostada. No importa de qué lado cae la tostada si no hay nadie para verla. Por eso estamos hoy, de cara a las elecciones nacionales del 2023, publicando este texto. Una de las fuerzas políticas que corren como favoritas hacia los comicios llega hasta esa posición levantando banderas espurias, falseando datos, negando los consensos más arduamente conseguidos y promoviendo un mundo despiadado, fundado en la desfiguración de una de las palabras más hermosas que poseemos: libertad.  

Que Gato no tenga una filiación partidaria no significa que no tengamos posiciones políticas. Gran parte de lo que hacemos está orientado a construir sentido y construir futuro. No se puede hacer ninguna de las dos cosas bajo una retórica de la crueldad. 

Ese es el problema con las líneas trazadas en el suelo: hay que remarcarlas una y otra vez, si no viene cualquiera y las borra. 

Equipo Gato

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