Probablemente todos alguna vez jugamos con la imaginación y nos preguntamos, a nosotros mismos o a alguna amiga, “¿Qué harías si...?”. Estas especulaciones suelen ir desde una suerte ambiciosa (“¿Qué harías si ganaras un millón de dólares?”), hasta lugares más extraños como “¿Qué harías si tuvieras que elegir entre nunca más comer queso y nunca más escuchar música?”. Estos ejercicios mentales, que en una juntada de sábado pueden llevarnos a lugares tan bizarros como oscuros, no son en esencia muy distintos a los que se usan a menudo en el estudio científico de los fundamentos de nuestra moral.
La psicología de la moral es un campo interdisciplinario que linda tanto con la neurociencia como con la filosofía. Algo muy frecuente en psicología experimental sobre la moral es estudiar cómo las personas respondemos a dilemas abstractos: cómo pensamos que reaccionaríamos ante situaciones hipotéticas, verosímiles pero imaginarias. Uno de los escenarios ficticios más famosos es el clásico dilema del tranvía, recientemente popularizado por la serie The good place:
En este dilema debemos determinar cuán correcto o incorrecto nos resulta realizar la acción que el dilema propone ( accionar la palanca).
Dilemas teóricos como este han sido y siguen siendo sumamente útiles para estudiar distintos aspectos de nuestro pensamiento moral, pero tienen algunas limitaciones. Por ejemplo, las personas pueden ser poco precisas a la hora de estimar su estado emocional futuro y, en consecuencia, ser incapaces de pronosticar con certeza lo que realmente harían en tales situaciones. No podemos saber cómo reaccionarían las personas si de verdad tuvieran que tomar una postura en la vida real.
La pandemia de la COVID-19 —lamentablemente— ha ayudado a que algunos de estos escenarios se nos vuelvan más cercanos, más fácilmente imaginables. De pronto, dilemas sobre cómo priorizar a la hora de asignar recursos médicos escasos (como vacunas, barbijos y respiradores artificiales), cómo decidir si darle información sensible a los gobiernos para rastrear contagios, o sobre la tensión entre distanciamiento físico y habilitar actividades sociales y comerciales, se volvieron conversaciones reales. Este experimento natural que atravesamos como humanidad presentó una posibilidad muy singular de explorar cómo pensamos en torno a dilemas morales reales, y hacerlo en el momento en que están ocurriendo.
Frente a esta oportunidad, en mayo del 2020 lanzamos una investigación en colaboración con el Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Di Tella y TEDxRíodelaPlata para estudiar cómo reaccionaban las personas frente a dilemas morales relacionados con la situación pandémica durante ella.
Para introducirnos en lo que aprendimos en esta investigación —en la que participaron más de 17.000 personas de 11 países distintos (en idioma español y en inglés)— veamos primero algunas ideas clásicas sobre ética en las que nos basamos en este estudio.
El experimento
Lo que hicimos en nuestra investigación fue testear empíricamente, en un contexto de pandemia, la idea de que las decisiones morales pueden ser organizadas en estas dos dimensiones diferentes (beneficio imparcial y daño instrumental); es decir, buscamos responder si efectivamente existen dos ejes diferentes para organizar las intuiciones morales frente a este tipo de dilemas. Para esto, diseñamos cinco escenarios asociados a esa coyuntura.
Los primeros tres dilemas suponían una tensión entre priorizar la salud pública y favorecer otros valores:
Los otros dos escenarios planteaban el dilema de priorizar unas vidas por sobre otras.
Para cada dilema, cada participante debía responder a tres cuestiones: cuán de acuerdo o en desacuerdo estaba con la acción que planteaba el dilema, la confianza en su respuesta y el nivel de angustia que imaginaba que sentiría en esa situación.
Además de estos cinco dilemas pandémicos, se les pidió que respondieran también sobre el dilema del tranvía. Algunas personas recibieron la versión impersonal del dilema del tranvía (la misma que usamos en el ejemplo del inicio: salvar a cinco personas a costa de una, accionado la palanca) y otras recibieron la versión personal de dilema del tranvía (empujar a una persona que camina al costado de la vía, lo cual desvía el tren y salva a cinco personas a costa de una).
Los resultados
Lo primero que encontramos es que hay una gran diversidad de respuestas para cada dilema pandémico.
Nos preguntamos entonces cómo están correlacionadas entre sí las diferentes respuestas ante cada dilema. Por ejemplo, si una persona opina que los respiradores artificiales deben asignarse primero a pacientes más jóvenes ¿será más probable que esté a favor, por ejemplo, de las restricciones a las actividades sociales?
Para evaluar esto, analizamos cómo se agrupan las respuestas para los distintos dilemas. Usamos una técnica estadística llamada análisis de componentes principales (PCA). El PCA nos permite agrupar distintos patrones de respuestas (que estén muy relacionados entre sí) en una única variable1Supongamos por ejemplo que listamos todos los animales que existen en el planeta y sus posibles características: “es rápido”, “es grande”, “tiene dientes filosos”, “se camufla muy bien”, “es venenoso”, “es fluorescente”, etc. Tenemos la intuición de que estas características no están distribuídas al azar entre todos los animales, sino que se distribuyen mediante ciertos principios dictados por las presiones evolutivas. No vemos animales parecidos a tigres fluorescentes y venenosos corriendo por las sabanas de África. Si aplicásemos PCA a todas estas características, entonces podríamos agruparlas de forma inteligente para reflejar las combinaciones que más vemos en la naturaleza: animales herbívoros grandes, animales venenosos con colores brillantes, peces carnívoros que nadan lentamente pero se camuflan en el fondo del océano esperando a sus presas, mamíferos voladores que albergan supervirus en su interior, etc... Se trata de comprimir para expresar mejor.
Encontramos que cerca de la mitad de la varianza2Estudiamos las componentes principales de este espacio, a través de mirar la varianza (o dispersión) de los datos y comparando cuánto de esa varianza es explicada por cada una de las componentes que se desprenden del PCA. Si , por ejemplo, la varianza de nuestros datos fuera explicada mayormente por una sola componente principal, nuestro espacio de respuestas podría reducirse a una sola dimensión. En el otro extremo, si resultara que la varianza está representada por cinco componentes principales, tendríamos cinco dimensiones y no existiría ninguna correlación entre las respuestas. en los datos es explicada por dos componentes principales, es decir, existen dos patrones distinguibles que agrupan gran cantidad de las respuestas. La primera componente es consistente con un perfil de respuestas que prioriza la expectativa de vida humana. La segunda componente principal refleja un foco en una salud pública equitativa.
Así, ocurrió lo que esperábamos que ocurriera: cuando miramos los datos, vimos emerger de ellos una distribución compatible con el modelo de los dos ejes principales que nombramos al principio (daño instrumental y beneficio imparcial) y que construían nuestro plano de análisis moral con sus cuatro cuadrantes.
¿Qué diferencian, en definitiva, estos dos perfiles? La disposición a generar daño instrumental y qué tan equitativo es el bien que se busca. Para quienes priorizan la expectativa de vida humana, un bebé vale más que un anciano. Para quienes priorizan la salud pública equitativa, un bebé vale lo mismo que un anciano y lo mismo que un ratón. Esta diferencia se volvió visible en cómo respondieron estos grupos de personas a los últimos dos dilemas: el de los respiradores para personas ancianas y jóvenes, y el que pone en tensión el desarrollo de las vacunas con los derechos de los animales.
Si siguiéramos en el mundo de Kant y Bentham, estos grupos de personas (estos perfiles de respuestas) serían uno solo, imposible de diferenciar en subgrupos más pequeños.. Pero descubrimos que dividirlos en el plano que dibujamos es relevante, porque se puede sentir de manera utilitaria o deontologica de formas distintas, por ejemplo dos personas pueden admitir los mismos niveles de daño instrumental a la vez que se posicionan de manera diferente respecto al daño imparcial que les resulta aceptable: si priorizan la vida de un joven sobre un anciano o no.
De tripas corazón
Además de los dilemas pandémicos, las personas que participaron del estudio tuvieron que responder también las preguntas estándar que corresponden a la Oxford Utilitarian Scale (OUS), la herramienta diseñada para posicionar las posturas morales de las personas de acuerdo a estos dos ejes que comentamos, y que nos permitió ubicarte en el mapa para saber si estás más cerca de Thanos que de Spiderman, o no.
Lo primero que hicimos fue corroborar un resultado obtenido previamente por los investigadores que la desarrollaron: las personas con alto puntaje en los dos ejes simultáneamente tienden a aceptar decisiones utilitarias en el dilema del tranvía (es decir, sacrificar una vida para salvar a cinco), tanto en la versión impersonal (accionar una palanca que desvía el tren) como en la personal (empujar a alguien hacia las vías para desviar el tren). De nuevo, esto muestra cómo el dilema del tranvía no permite de por sí distinguir estas dos dimensiones de la moral.
La idea de la bidimensionalidad del carácter moral es compatible también con otros dos resultados que obtuvimos para el dilema del tranvía a partir de nuestras mediciones. Por un lado, cuando miramos la confianza en las respuestas, vemos que las personas que obtuvieron mayor puntaje en la dimensión de daño instrumental reportaron una mayor confianza en su decisión que las personas que obtuvieron alto puntaje en la dimensión de beneficio imparcial. Por otra parte, cuando miramos las respuestas a la angustia que le causaría a cada persona ejecutar la acción (ya sea empujar a la persona o simplemente mover la palanca), vemos que las personas que obtuvieron mayor puntaje en la escala de beneficio imparcial reportaron mayor angustia potencial que quienes obtuvieron alto puntaje en la escala de daño instrumental del OUS. Es probable, entonces, que Buda no solamente no accione la palanca por sus intuiciones morales sino también por cómo le angustia hacerlo.
Patria grande
Aprovechando el amplio alcance por la geografía latinoamericana que tuvo el experimento en español, nos preguntamos si el contexto pandémico particular que atravesaba cada país al momento del estudio podría influir en la forma en que las personas respondían a los dilemas coyunturales. Basados en estudios previos que muestran cómo los contextos negativos disparan estados emocionales que alteran nuestras preferencias morales, fuimos a mirar si, en los países donde la crisis sanitaria por la pandemia de la COVID-19 estaba peor, las personas tenían una mayor tendencia a priorizar la salud pública por sobre otros aspectos.
Encontramos que, efectivamente, la intensidad de la crisis en cada uno de los 10 países latinoamericanos que estudiamos —ya sea que la midamos como la cantidad de muertos por COVID per cápita o como la cantidad de casos confirmados— correlaciona con la prioridad que le dieron las personas a aspectos relacionados con la salud pública por sobre otras cuestiones (como la privacidad de los datos o la economía).
También evaluamos el efecto de la intensidad o proximidad de la pandemia a nivel individual, preguntándoles a las personas si habían dado positivo para COVID-19 o si conocían a alguien que hubiera dado positivo. No encontramos ninguna correlación entre el contexto pandémico individual de las personas y su proyección en alguna de las dos dimensiones principales. Esto nos hace pensar que, posiblemente, el resultado que vimos para el contexto de los diferentes países se deba a una preocupación originada en el impacto social de la pandemia más que por la proximidad personal al virus.
Recapitulando
En esta investigación pudimos ver cómo las personas con diferente perfil (con mayor tolerancia al daño instrumental o con mayor foco en el beneficio imparcial) responden de forma diferencial y estereotípica a dilemas contemporáneos, organizando sus respuestas en una dimensión que prioriza la expectativa de vida humana y otra que pone el foco en la salud pública equitativa. De todas formas, es importante mencionar que esta perspectiva podría no ser la única que esté conduciendo las decisiones morales respecto a estos dilemas pandémicos. Más allá de los efectos que encontramos, podrían estar en juego mecanismos deontológicos que también estén influenciando la forma en que las personas reaccionan a estos problemas, y que también sería interesante estudiar.
Entender cómo las personas nos posicionamos frente a este tipo de desafíos puede ser clave no sólo para saber cómo nos afectan personalmente estas situaciones, sino también para pensar estrategias colectivas (por ejemplo, políticas públicas) que nos ayuden como sociedad a atravesar una crisis de estas características.
Quienes hicimos esta investigación
Este trabajo, como todo lo que hacemos, fue posible gracias a la contribución de un montón de personas. Por un lado, el equipo que pensó, diseñó e implementó el experimento, analizó los datos y construyó a partir de ellos la historia que les contamos: Virginia Milano, Juan Ignacio Cuiule, Nuria Cáceres, Laura González, Agustina Nahas, Pablo González, Juan Manuel Garrido, Juan Cruz Balian, Rocco Di Tella, Rocío Priegue, Joaquín Navajas, Enzo Tagliazucchi, Facundo Alvarez Heduan, Gerry Garbulsky, Mariano Sigman y Dan Ariely. Por otro lado, las miles de personas que se coparon en participar del experimento y compartirlo para que podamos llegar a más personas y lugares. Estas aventuras de ciencia colectiva no serían posibles sin la Comunidad que las apoya.
Si quieren acceder a los resultados analíticos, la estadística y el material suplementario, o ahondar en cualquiera de las conclusiones que fuimos recorriendo (además de dejar su pregunta o comentario abajo), pueden acceder de forma libre y gratuita a la publicación académica completa acá.