Iridio

ELEMENTO 77

Iridio

77

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Descubrí la fascinante historia de Smithson Tennant, el curioso químico que desentrañó los misterios del iridio, un metal de colores como el arco iris. Escrito por: Guadalupe Gómez.

Imagen de portada

Probablemente el mejor síntoma de la curiosidad es que es un tanto incontrolable, tan así que el pequeño Smithson Tennant se veía obligado a entender cómo es que unos fuegos artificiales eran capaces de generar semejantes chispas y humos de colores. Y si de ciencia se trata, la curiosidad muchas veces achica la línea que separa el entender del poder hacer.

Podían haber sido los colores, o fue simplemente la química la que ayudó a trazar esa línea en dirección a un niño que pasó de experimentar con reacciones pirotécnicas a los 9 años a ser responsable del descubrimiento del iridio y del osmio unos 33 años después, dos metales un tanto extraterrestres, abundantes en meteoritos y muy raros en la corteza terrestre.

Un tiempo antes, existieron otras personas curiosas que estudiaban cómo el platino se disolvía en una solución muy fuerte de ácidos, por ende, hipercorrosiva (la llamaban “agua regia”); y eran estos mismos curiosos los que notaban una pequeña cantidad de residuos de color oscuro insolubles en esta sustancia corrosiva. 

Así partió el caballo de Tennant, llevándolo a investigar el porqué de estos residuos oscuros. Después de tratar a los residuos negros con distintas combinaciones de hidróxido de sodio y ácido clorhídrico (lo que él llamaba “ácido marino”), obtuvo cristales de un rojo oscuro. Y porque no era sólo el rojo, sino la sorprendente variedad de colores que era capaz de mostrar mientras era disuelto en ácido, decidió llamarlo en honor a algo lleno de color. Iris, la diosa griega del arco iris, representando un conjunto de muchos colores: el iridio.

El mayor peligro de la curiosidad es que es contagiosa. Y toda esta gente curiosa no supo quedarse en el molde, o en la tabla, y en una de las pocas conferencias sobre la historia y los principios de la química que dio Smithson, tuvo en su auditorio a gente como Charles Babbage (uno de los padres de la computación) y a John Herschel (matemático y astrónomo de la farándula científica). Gente por la que años más tarde nombraron cráteres de la superficie de la Luna.

Tal vez Smithson Tennant no nombró un cráter, pero un mineral lleva el nombre de “tennantita” en su honor, algo de lo que nunca se enteró porque es así como funcionó el ciclo de vida de este curioso que, además de pasar su tiempo descubriendo elementos, disfrutaba de andar a caballo. Hasta que un dia un tornillo traicionó su camino y el puente por el que transitaba colapsó. Iris, la diosa del arco iris, no pudo salvarlo, pero no hay dudas de que desde ese día en adelante se encargará de recordarnos lo hermoso de la curiosidad.