Capítulo 6.4

Nuestras diferencias en matemática

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Volvamos a la matemática y a por qué es importante reconocer el componente genético en las diferencias individuales. Vimos que, durante su aprendizaje, una parte específica del cerebro (la que procesa los números, ubicada en la corteza parietal, en la parte media del cerebro) se conecta con la corteza prefrontal (ubicada inmediatamente detrás de la frente). Es de esperar, entonces, que una desorganización o daño en algunas de estas dos partes del cerebro genere una dificultad en el aprendizaje del concepto de número. Y esto es, efectivamente, lo que observamos. Si la desorganización o el daño es en la parte que procesa números, la anomalía en el comportamiento de la persona queda restringida a este ámbito, el de los números. De hecho, aunque se conoce menos, existe algo así como la dislexia para los números: la discalculia, una dificultad desproporcionada en el aprendizaje de conceptos numéricos.

Entender que el aprendizaje del concepto de número se basa en módulos diferentes a los del lenguaje es fundamental porque es una distinción que la mayor parte de las personas con las que converso sobre estos temas no hace. La mayoría parece aceptar la idea de que, una vez que una persona aprende a hablar, a entender el lenguaje y a razonar, automáticamente aprende aritmética básica, el concepto de número y que 1 + 1 = 2. Esto lleva a creer que, si te enredás haciendo una cuenta simple, es porque sos un poco tonto. Y quienes sufren la condición de ser discalcúlicos sin saberlo se autoestigmatizan y se sienten, en efecto, tontos. Pero esto no es así. Hay ingenieros e ingenieras en informática que tienen discalculia; una cosa no tiene que ver con la otra. Cuando en mis charlas comento este tema, siempre me asombra la cantidad de gente que luego se acerca para contarme esto mismo: que le daba vergüenza ir de compras porque se iba a hacer lío con el cambio y pasar un papelón. Me agradecen porque al entender lo que les pasa pueden buscar ayuda específica. Al final de cuentas, es peor sentirse tonto que saberse con discalculia.

Como en el caso de la dislexia, el entendimiento de los circuitos neuronales implicados en el aprendizaje de la matemática nos ayuda a desarrollar métodos para la detección, el diagnóstico y la intervención. En definitiva, así como la neurociencia y la psicología evolutiva nos enseñan que las mejoras en los aprendizajes son específicas −en el sentido de que no se transfieren a otras capacidades más allá de la entrenada−, la genética del comportamiento nos enseña que nuestras facilidades, dificultades y ambientes propicios para esa mejora también lo son, en el sentido de que son específicos para cada persona.