Capítulo 2.7

La invención del alcohol

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Hay que considerar otras variables que posiblemente influyeron en el origen de la agricultura y la ganadería más allá de las fluctuaciones climáticas y la escasez de recursos. Por ejemplo, la posibilidad de que estas formas de obtención de alimento hayan ofrecido ciertas ventajas que la caza y la recolección no podían brindar. Los humanos somos animales sociales y las celebraciones no faltan en ninguna cultura, por lo que quizás juntarse a comer, bailar, cantar y a adorar dioses y espíritus haya sido un motivo más que suficiente para experimentar con las plantas y los animales. Y el mejor lugar para poner a prueba esta idea es, sin lugar a dudas, el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe.

Durante miles de años, las personas que vivieron en la región de Anatolia (en Turquía) se acostumbraron a la presencia de una colina de unos 50 metros de altura que sobresalía en el paisaje, utilizada por los pastores para llevar a sus cabras y ovejas. En 1960, un grupo de investigadores se acercó y encontró algunas herramientas de obsidiana y pedazos de piedra caliza, pero abandonaron el lugar pensando que se trataba de un antiguo cementerio medieval abandonado. Pasaron 34 años hasta que el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, mientras estaba trabajando en la zona por otros motivos, vio algo diferente en ese montón de rocas desordenadas. Schmidt se puso a excavar el sitio junto con otros colegas, y lo que descubrieron los impactó: justo debajo del suelo había una serie de rocas enormes —de más de 5 metros de altura— con forma de “T”, dispuestas en círculos de hasta 20 metros de diámetro. No sólo eso, sino que además estas increíbles estructuras habían sido talladas en una sola pieza y tenían hermosas representaciones de animales a sus lados, como buitres, zorros, leones y escorpiones. Como no encontraron restos de viviendas, creyeron que se trataba de un santuario o un templo donde las tribus de la región se reunían a realizar ritos o celebraciones. La edad del sitio se estimó en 11.500 años, unos 6000 años más antiguo que Stonehenge, en Inglaterra. Esto generó un escándalo en la comunidad académica. Hasta ese momento, se suponía que los humanos sólo habían podido desarrollar un nivel de coordinación y abundancia material suficiente como para crear templos y religión organizada recién miles de años después de la Revolución Neolítica. Pero al descubrir Göbekli Tepe, Schmidt postuló que fueron los cambios socioculturales los que sentaron las bases para el desarrollo de las sociedades complejas, y no al revés. 

Lo cierto es que desde su descubrimiento en 1994, Göbekli Tepe estuvo envuelto en una niebla de misterio y fascinación, y todos los años se encuentran nuevas piezas del rompecabezas. Una gran incógnita que se despertó inmediatamente estuvo, de nuevo, relacionada a la comida: para tallar y erigir los pilares de piedra de hasta 20 toneladas, se deben haber necesitado cientos de trabajadores durante varias décadas. ¿Cómo hicieron para alimentarlos? La respuesta llegó en 2019, cuando la arqueóloga Laura Dietrich encontró más de 10.000 morteros, 650 platos y numerosos recipientes lo suficientemente grandes como para contener 200 litros de líquido, probablemente, guisos primitivos hechos a base de granos silvestres. Para dimensionar la magnitud del descubrimiento, basta con saber que no hay ningún otro asentamiento en el Creciente Fértil con tantos morteros como Göbekli Tepe, ni siquiera de cuando la agricultura ya estaba establecida. Además, en el yacimiento se encontró una enorme cantidad de huesos de animales salvajes, como gacelas, jabalíes y ciervos. Es posible que la necesidad de conseguir alimentos para abastecer a los trabajadores que construyeron el templo haya motivado a estos humanos a experimentar con el cultivo de plantas silvestres y a criar animales salvajes para su posterior domesticación. También es probable que (una vez construido) el templo haya sido un lugar de reunión de las tribus de la región, en donde se juntaban a celebrar ritos, adorar a sus muertos y festejar con grandes banquetes. No hay nada mejor para unir a una comunidad que compartir creencias y ritos, lo cual explica la presencia de estructuras similares y decoradas con los mismos animales en los alrededores de Göbekli Tepe, como Karahan Tepe, ubicado a 45 km, Hamzan Tepe, a 25 km, y Sefer Tepe, a 50 km. Es posible también que el templo haya servido como espacio de intercambio de conocimientos y semillas entre las comunidades. De hecho, el sitio más antiguo de domesticación del trigo está a unos pocos kilómetros de Göbekli Tepe.

Si bien los enormes recipientes encontrados en este yacimiento podrían haber sido utilizados para contener enormes cantidades de guiso, otra posibilidad es que hayan almacenado cerveza (o cualquier otra bebida fermentada). De hecho, la cerveza es un invento anterior a la construcción de Göbekli Tepe. En el año 2018, la arqueóloga Li Liu encontró en la cueva Raqefet (cerca del monte Carmelo en Israel) restos de almidón de lo que podría ser la evidencia más antigua de fabricación de cerveza. Según la investigadora, un grupo de natufienses hace 13.000 años maltearon seis variedades de plantas, incluyendo trigo, avena, lenteja y lino. Luego, mezclaron la papilla con agua, la calentaron y la dejaron reposar durante unos días hasta obtener un brebaje espeso con alcohol. Para confirmar esta conjetura, el equipo montó una cervecería primitiva en el laboratorio para elaborar la bebida y luego comparar los gránulos de almidón con los hallados en la cueva. Mediante este ingenioso método, el equipo obtuvo una cerveza con una concentración de alcohol muy baja y aspecto de papilla, no muy apetecible, pero con gránulos de almidón muy similares a los encontrados en Raqefet. Igual de sorprendente es que la cueva en cuestión no era un campamento, sino un cementerio con treinta tumbas decoradas con flores. La única respuesta lógica es que la elaboración de cerveza estaba asociada a los ritos funerarios y formaba parte del mundo espiritual de estos pueblos. No cabe duda de que los natufienses eran una comunidad muy espiritual, y se ocuparon de dejar bastante evidencia al respecto. En el año 2008, en una cueva ubicada en Hilazon Tachtit (Israel), se descubrieron los restos de una mujer natufiense enterrada hace 12.000 años junto a una serie de ofrendas, como cincuenta caparazones de tortugas, la pata de un jabalí, el ala de un águila y hasta un pie humano completo, por lo que debe haber sido una persona muy importante para la comunidad, quizás una chamana. 

El alcohol está presente en muchas celebraciones del mundo, por lo que no resulta extraño que se haya encontrado evidencia de consumo de bebidas alcohólicas en otras regiones donde surgió la agricultura. Hace 9000 años en lo que es hoy China, se consumía una bebida alcohólica a base de arroz, mijo, raíz de calabaza, jengibre, lirio y otras plantas con propiedades medicinales. En Mesoamérica, el teosinte es muy malo para hacer harina, pero muy bueno para fermentarlo y hacer chicha, un tipo de cerveza consumida ampliamente por los pueblos americanos. Quizás fue el gusto de los humanos por el alcohol, así como la conexión entre la alteración de la conciencia con sustancias psicoactivas y el mundo espiritual, lo que proporcionó un impulso adicional para que los humanos se establecieran e invirtieran energía en el cultivo de cereales silvestres. Aunque un gran abismo nos separa de los protagonistas de esta parte de la historia y jamás comprenderemos la manera en la que veían el mundo, es probable que a ellos les gustara reunirse a festejar tanto como a nosotros.

El gusto por el alcohol es una característica humana notable y podría ser un resabio de los beneficios de consumir fruta fermentada. El alcohol, a diferencia de la glucosa, no puede ser utilizado directamente por las células y debe transformarse en otro compuesto para ser aprovechado. El órgano responsable de recibir el mayor volumen de alcohol y metabolizarlo es el hígado. Mediante una serie de reacciones químicas, el hígado convierte el alcohol en grasa, que almacena dentro del mismo órgano o libera al torrente sanguíneo para que se acumule en otros tejidos del cuerpo. Pero para que esto suceda, el hígado debe tener la capacidad de transformar el alcohol, algo que la mayoría de los animales no puede hacer (el alcohol puede ser tóxico y hasta mortal para los animales, incluso en pequeñas cantidades). Pero hace unos 10 millones de años, ocurrió una mutación en nuestros antepasados primates que les permitió aprovechar esa fuente de energía disponible libremente en el suelo y que nadie más consumía. Por eso, al igual que los humanos, los chimpancés y los bonobos fueron bendecidos con la capacidad para metabolizar el alcohol, y su gusto por las frutas fermentadas es el mismo que el que tenemos nosotros por las bebidas alcohólicas. En la naturaleza, cualquier estrategia que aumente la disponibilidad de energía, en particular en situaciones de escasez extrema, es beneficiosa y puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Sin embargo, nuestra preferencia por el alcohol llevó a la sociedad a generar una abundancia constante de bebidas alcohólicas que, en lugar de ser beneficiosas, causan efectos negativos en la salud. El consumo de alcohol, por más pequeño que sea, hace mal, pero es algo con lo que el cuerpo puede lidiar si las cantidades son bajas. Si se ingiere de forma cotidiana o en grandes cantidades de una sola vez, puede generar daños al hígado, trastornos neurológicos, problemas cardiovasculares y alterar el comportamiento.