Cobalto

ELEMENTO 27

Cobalto

27

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El cobalto se utiliza desde mucho antes de que se supiera de su existencia como elemento individual. Durante siglos formó parte de pigmentos por sus capacidad de proveer un color azul intenso. Aparece en esculturas egipcias y en joyas persas desde el tercer milenio a. C., en las ruinas de Pompeya y en China, en […]

El cobalto se utiliza desde mucho antes de que se supiera de su existencia como elemento individual. Durante siglos formó parte de pigmentos por sus capacidad de proveer un color azul intenso. Aparece en esculturas egipcias y en joyas persas desde el tercer milenio a. C., en las ruinas de Pompeya y en China, en las dinastías Tang y Ming.

A diferencia de otros elementos nombrados según quién los descubrió o dónde tuvo lugar el hallazgo, su nombre nos llega por una leyenda: en la Edad Media, los mineros germanos que buscaban plata a menudo se encontraban con vetas de níquel y cobalto. Desilusionados, culpaban a los duendes de las minas (kobolds) de haberse robado la plata y dejado este mineral sin valor en su lugar. El mineral de los kobolds siguió decepcionando mineros hasta que, en 1730, un sueco dueño de una mina se acuñó el descubrimiento del cobalto como elemento individual. Fue así que Georg Brandt pasó a la historia como el primero en descubrir un metal que era desconocido en la Antigüedad. 

El siglo XX encontró usos para el cobalto un poco más alejados del arte. En 1938, los estadounidenses John Livingood y Glenn T. Seaborg descubrieron un isótopo radiactivo artificial (el cobalto-60). Esto les permitió a los canadienses Ivan Smith y Roy Errington diseñar y construir la primera máquina de radioterapia del mundo. Así, el cobalto pasó de ser un mineral inútil dejado por duendes a ser una herramienta médica realmente poderosa.

A fines del siglo XX y comienzos del XXI, el cobalto se empezó a usar como uno de los componentes indispensables de las baterías de litio, utilizadas en vehículos eléctricos y celulares. Cuando algo es tan importante para el funcionamiento del mundo, aparecen los problemas. La mayor parte de la producción mundial de cobalto se encuentra en uno de los territorios más inestables y victimizados por el colonialismo: el Congo. En 1978, el movimiento separatista Frente Nacional de Liberación del Congo (FNLC) iniciaba un conflicto armado en la región, y la producción mundial de cobalto se derrumbaba al detenerse el tráfico desde su zona de producción más importante. Una semana más tarde se resolvió el conflicto, pero el FNLC ya había masacrado cerca de 280 personas.

En 2009, la Central African Mining and Exploration Company anunció un acuerdo a largo plazo en virtud del cual entregaría toda su producción anual de concentrado de cobalto de la montaña Mukondo a Zhejiang Galico Cobalt & Nickel Materials, de China. Hoy, más del 50% del cobalto del mundo se mina en Katanga, República Democrática del Congo. China es su principal importador, y su precio se ha duplicado desde 2017. Debido a la gran demanda, es posible que haya escasez en el futuro cercano, por lo cual ya empezó a gestarse una batalla entre Estados Unidos y China. Un conflicto por quién tiene los derechos de extracción en un país distinto al de ellos o, dicho de otro modo, un histórico pase de manos en pleno siglo XXI.

Desde duendes medievales, arte e industria, luchas intestinas y colonialismo, hasta formar parte del corazón de las baterías de nuestros celulares: es probable que, por algún tiempo más, el cobalto continúe trazando azules o rojos los contornos de la historia, independientemente de quién gane su batalla.