Un mail para el fin del mundo

Hola!

Primero que nada, qué bueno que te suscribiste. El objetivo es que este newsletter sea el espacio en el que vayamos ordenando la conversación macro a medida que maduramos  el proyecto.

Me gusta referirme a todo lo que vamos a estar conversando y haciendo sobre la crisis climática (y la necesaria transición que nos espera) como el proyecto porque suena lo suficientemente ambiguo y ambicioso para representar bien la etapa actual en la que estamos: una de resolver las primeras ambigüedades y clarificar las ambiciones.

Para empezar, recuperemos algo importante: estamos haciendo un libro. Pero no lo estamos haciendo a puertas cerradas. En el newsletter pasado les conté de nuestras intención de hacer el proceso radicalmente abierto y participativo. Hoy ya lo estamos haciendo.

Cuando les propusimos publicar el libro completo de manera anticipada (estrictamente, los borradores de cada capítulo en distinto estadío de desarrollo) lo hicimos con el objetivo de que comentaran los textos. Hasta desarrollamos formas de interacción nuevas para que el sitio Gato pudiese contener mejor esa conversación, permitiendo que dejaran comentarios en partes específicas del texto de manera de que les autores pudieran trabajar en marcas puntuales además de comentarios generales. 

En ese momento no teníamos idea de si esa posibilidad iba a resultar en participación activa de quienes lo leyeran. Qué inocente se ve esa duda ahora, con el borrador del capítulo 1 ya publicado,  que en apenas unas semanas incluye ya centenas de comentarios de todo tipo: datos y papers que nos acercan y ayudan a profundizar los temas, cambios estructurales o puntuales para mejorar la experiencia de lectura y hasta detalles de tono que nos orientan en cómo queremos que se sienta el contenido. Primer éxito y puñito. ✊

Ni hablar de los mails, mensajes y comentarios en redes sociales. Recibimos muchos comentarios del tipo ‘Yo estudié esto, me interesa sumar. ¿Cómo hago?’ así que queríamos ordenar una respuesta: la mejor forma de sumar hoy es leyendo y participando de la conversación sobre el recorte que ya tenemos. Queremos empezar por el gran cuerpo del contenido respecto de este desafío (entenderlo, magnificarlo, proyectarlo a futuro), y para eso vamos a abordar los tópicos que, creemos, pueden ayudar a enmarcar grandes territorios de solución: la definición precisa del problema y lo que nos espera si no hacemos nada, los tres grandes sistemas que contienen el mayor impacto y sobre los cuales necesitamos transiciones (energía, movilidad y alimentación), y algunas respuestas concretas de cómo podemos ser parte de la solución ensayadas desde distintas escalas y formas de organización humana. Eso también ya lo contamos cuando compartimos la lista de equipos / autores que van a estar abordando cada parte de este desafío.

Lo que será metabolizar un libro en vivo que ese índice es al mismo tiempo acertado y viejo con lo que aprendimos de la primera echada completa de borradores.

¿Tenemos pensado atacar otros temas? Seguro que sí, pero no en este primer recorte. ¿Vamos a hacer soportes de contenido además del libro y su versión digital de libre acceso en la web Gato? Es altamente probable. ¿Cuándo? No sabemos. Primero los cimientos, después a crecerles encima.

Y acá la novedad más importante de este correo: recordarnos que ya hay DOS capítulos nuevos para que lean y participen.

Uno es sobre movilidad intra e inter urbana. Está escrito por Felipe González y me cambió totalmente la forma de entender el impacto de estos sistemas. ¿Cuánto pesa el auto particular? ¿Nos concentramos en aviones y trenes o la solución son monopatines eléctricos? ¿Qué pasa en un país con territorio extenso como el nuestro? 

El otro es sobre alimentación y constituye un combo tremendo con el anterior, completando los dos grandes sistemas de los que no hablamos lo suficiente pero tienen profundísimo impacto en la transición. Este fue escrito por Ezequiel Arrieta, y se pregunta: ¿cuánto pesa lo que comemos en lo que emitimos? ¿Qué pasa si además de mirar emisiones miramos otros efectos del sistema agroindustrial? ¿Qué tan buena es nuestra alimentación en términos de salud? ¿Cómo se relaciona una dieta nutricionalmente completa con su impacto ambiental?

Ya tienen decenas de comentarios, así que parece que de acá al próximo newsletter vamos a tener MUCHO para conversar.  

Límites

Hace más de 50 años se publicó ‘Los límites del crecimiento’, un trabajo extenso que buscaba examinar una idea central, igual de obvia que de dramática: ¿cómo puede ser que pensemos en el crecimiento como algo infinito cuando la Tierra es un sistema finito?

Una sola idea que, por lo menos a mí, como persona de ciencia, me interpela en un punto difícil de obviar porque establece el único límite duro que conozco: las leyes de la termodinámica.

Hace un tiempo leí un tuit de Elon 'compro Twitter porque puedo' Musk que decía ‘las únicas leyes son las de la física, todas las demás son recomendaciones’. Y capaz que en esta algo de razón tiene. 

Una buena forma de enmarcar la potencia de la pregunta sobre límites sería, por ejemplo, preguntarnos cuántas baterías de litio pueden hacerse suponiendo que extraemos el 100% del litio accesible en todo el planeta. Al margen de ser este un excelente recurso pedagógico para resolver en múltiples cátedras y facultades, la respuesta siempre va a ser finita. No importa cuánto empuje el mercado, la termodinámica es una fuerza aún más poderosa. No podemos hacer infinitas baterías con una cantidad finita de litio, ni podemos plantar más hectáreas que la superficie total del planeta, ni quemar más combustible fósil que el 100% de las reservas. Tarde o temprano, hay una pared infranqueable. Un techo solo escapable como civilización interplanetaria, conversación que re estoy para que tengamos, pero primero atendamos eso de sobrevivir a los próximos 20 años y después vayamos viendo las colonias marcianas. Y no quiero presentarlo como un techo externo porque sería separar al humane de la naturaleza. Todo límite que definamos es una forma de pensar cuánto podemos tensar el equilibrio entre nosotres y el entorno de manera que podamos mantenerlo.

El libro tuvo muchísimas controversias, más que nada porque andá a metabolizar, en 1970, la idea de que el progreso tecnológico e industrial tiene límites. Múltiples académicos y académicas le saltaron al cuello a los modelos que predecían techos en la capacidad humana de producir resultados industriales o de alimentar a una población en perpetuo crecimiento. 

Algunas de esas voces eran respaldades por investigaciones no trivialmente financiadas por sectores como British Petroleum, por ejemplo, pero mirá si de quién viene el financiamiento va a ser informativo a la hora de entender cómo se forma una opinión.

Lo que más me impresionó de este tema fue un trabajo de 2020 que se ocupa de contrastar las proyecciones de los modelos de 1970 con los datos posteriores. Resulta que esos mismos modelos que fueron altamente cuestionados en los últimos 50 años resultaron ser muy acertados en su forma de describir el presente. No me quiero detener en los detalles de los modelos (en realidad, sí, me pasaría la tarde hablando de los detalles de los modelos), pero  sí me quiero detener en esto:

Las principales variables que el modelo predecía eran la cantidad de recursos, la producción industrial, la población, la contaminación ambiental y la cantidad de comida que podía producirse en los distintos escenarios, partiendo del modelo en el que seguimos haciendo las cosas como venimos (al que llaman Business As Usual (BAU)).

Básicamente, si seguimos produciendo como lo hacemos, en algún momento del siglo XXI no va a alcanzar para todes y la termodinámica va a morder. Ese ‘morder’ significa un decrecimiento significativo (tal vez de un 80 o 90%) de la población en algunas décadas, y una gran simplificación de la complejidad económica, política, social e institucional que hoy nos organiza como especie. ¿Intenso? Claro que sí. Y en este punto, si alguien se quiere bajar y elegir pensar que un escenario así es imposible, tiene mi total comprensión. Ni siquiera es un escenario de apocalipsis elegante y total. No llueve fuego, no explotan bombas, simplemente implosionamos de a poco, en agonía, como muchas civilizaciones humanas antes de la actual.

Entonces, el futuro en el que no hacemos nada distinto luce bastante mal. Acá es donde volvemos a la ambición. ¿Por qué? Porque hay escenarios en el que no solamente sobrevivimos, sino que florecemos como especie. ¿Cuáles son esos escenarios? Aquellos en los que tomamos decisiones y medidas radicales y sistémicas, tanto tecnológicas como sociales.

Imaginemos un progreso tecnológico profundo (reducción de la contaminación y mejora de la producción, ambas cosas en magnitudes muy por encima de las medias históricas). Es más, imaginemos que logramos estabilizarnos después de un período tormentoso. Ahora agreguemos a ese imaginario algo todavía mejor: que al progreso tecnológico lo acompañan mejoras sociales y culturales profundas, acceso a control de la natalidad y la decisión consciente de limitar la producción industrial y priorizar servicios de salud y educación. Ni siquiera hace falta que esos límites a la producción sean absolutos, basta con que existan en función del impacto de esa producción en los demás sistemas (ese modelo se nombró SW por Stabilized World).  

Gráficos que muestran proyecciones de los límites del crecimiento con diferentes escenarios: BAU (Business as usual), CT (alta tecnología), y SW (cambio en valores sociales), desde 1900 hasta 2100. Cada gráfico presenta líneas de color que representan la evolución de la población, alimentos, recursos, contaminación y producción industrial. En el escenario BAU, el colapso ocurre debido al agotamiento de los recursos naturales. En el escenario CT, el alto desarrollo tecnológico evita el colapso, pero los costos aumentan. En el escenario SW, con cambios en valores y prioridades sociales, la población y el bienestar se estabilizan.

Segundo éxito y puñito (por lo menos en la imaginación del futuro posible). 

Como ven, existe un futuro imaginable en el que los números cierran, literalmente, con la gente adentro. Sólo que no es el futuro al que nos acercamos si seguimos así. Y acá lo movilizante: cuál de esos futuros es el que vamos a transitar depende completamente de nuestra propia voluntad de materializarlo.

No quiero con esto decir que vaya a ser fácil, pero sí me hizo bien descubrir que es factible de ser alcanzado, en tanto tomemos la decisión activa de construir en esa dirección. Ni hablar de que estos modelos son a escala planetaria y de ninguna manera creo que esa modulación del crecimiento tenga que ser igual en los países que ya se desarrollaron que en los que estamos en camino. No voy a entrar hoy en esa dimensión de la disputa, pero no quería dejar de mencionarla. Que levanten el pie del acelerador primero los que vienen más fuerte y ya llegaron más lejos. Responsabilidades comunes, pero diferenciadas.

Sé que me puse recontra intenso, pero nos recuerdo la moraleja: si hacemos lo que venimos haciendo va a estar todo muy muy mal, pero si hacemos las cosas bien distinto, nos puede ir hermoso hermoso. ¿Me repetí dos veces? Sí, pero defiendo ambas. Esa es la escala de la ambición: no menos que la total transformación del sistema ecológico y social del que somos parte, y que está sostenido materialmente por en un sistema termodinámico que nos incluye y tiene límites: la biosfera.

El futuro es lo que hagamos de él. 

Algo para compartir

Como la última vez, les compartimos algunos contenidos muy buenos que nos están ayudando a pensar en esta intersección entre lo deseable, lo sustentable y lo factible. 

  • En este episodio de The Great Simplification, el mismo Dennis Meadows (autor de Los límites del crecimiento) habla del libro 50 años después, con los modelos validados y el futuro por delante. Está en inglés, sí, pero es de la boca del experto.
  • Está muy bien el libro de Maristella Svampa y Pablo Bertinat, La transición energética en la Argentina. A mí particularmente me sirvió mucho, no solamente por la profundidad real y de territorio que tiene para conversar sobre el desafío en Argentina, sino también por lo bien que nos hace a personas más orientadas hacia las soluciones técnicas exponernos a perspectivas históricas, territoriales, culturales, etc. Le pongo un +1,4 ºC en la escala de Thunberg (?).
  • La semana pasada fue la Marcha por el Clima, y uno de los reclamos fue el de una transición energética justa. El caso de energía tiene complejidades propias muy interesantes y en su último NL, Elisabeth Möhle desarma algo de esa complejidad en clave de conflictos de incentivos e intereses en los casos de Brasil y Sudáfrica. Me sumó un montón.
  • Último, uno bastante optimista de Kurzgesagt sobre cómo las narrativas de futuro escrito en piedra y desesperanza son clave para que no hagamos lo que tenemos que hacer y sobre el mundo increíble que podemos construir si tomamos acciones concretas sobre la transición. Como para terminar más arriba.

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Nos leemos el mes que viene.
Abrazo!
Pablo