mayo 2022
Newsletter Clima

Asunto:
La desigualdad como eje

Hola! Espero que este mail te encuentre bien. A mí me encuentra genial porque lo escribo enfrentando el primer fresco del otoño con la notebook encima y resulta ser un sustituto extremadamente efectivo (aunque un poco caro) de una bolsa de agua caliente.

Publicamos hace poco el borrador de Juan Arroyo sobre energía y no paro de pensar en la idea de cumplir los servicios energéticos que las personas necesitamos usando opciones más eficientes y sustentables. Creo que mejor ejemplo que el de la notebook de agua caliente hubiese sido contar que, al mismo tiempo que la salamandra empezó a pedirme que la prenda, me puse a tratar de entender qué tan engorroso y cuánto podría costar cambiar los ventanales de casa por doble vidrio aislante. El resultado sería el mismo: que esté calentito adentro, pero la aproximación es totalmente diferente porque el uso de la energía sería distinto.

Nunca antes había googleado vidrios dobles. Nunca había tenido la inquietud. La boleta de gas que me llega es usualmente super baja y tiene un cartel grande que dice que el servicio está subsidiado por el Estado nacional, pero mirá si me voy a meter en el barro de hablar de cómo sería deseable estructurar los subsidios o, más aún, la estructura de una matriz energética. Alguien que sabe del tema ya lo hizo.

El tema es que pensar en energía, subsidios y deciles me puso a pensar insistentemente en la desigualdad.

En la semana nos reunimos con el equipo para empezar a pensar en algunas constantes que atraviesan todo el proyecto. Resulta que la desigualdad es una de esas constantes, y una de esas cosas que, una vez vistas, no podés desver. Me pasó de identificarla como especialmente pesada cuando terminé de leer los tres borradores para los tres territorios sobre los que necesitamos innovar y sobre los que decidimos indagar: energía, movilidad y alimentación.

Cuando rascás en energía y te hacés la pregunta por la desigualdad, aprendés que estamos mal, pero vamos bien, pero el techo es bajo. ¿Qué quiero decir con esto? Que si usamos el índice de Gini para medir qué tan desigual es el consumo de energía a nivel mundial, veremos un progreso histórico desde situaciones iniciales extremadamente desiguales hasta situaciones cada vez más equitativas. Pero, aun así, parece haber un techo natural en la forma en la que se distribuye un sistema de las características del petrolero / carbonífero / gas natural. Dadas las características más bien centralizadas de estas tecnologías, parece que vamos hacia una distribución estable de desigualdad. ¿La buena noticia? Las energías renovables —sobre todo si son producidas de manera descentralizada de una manera no imaginable con las tecnologías de petróleo, carbón y gas— pueden superar ese límite y resultar en accesos mucho más igualitarios a la energía.

En términos de distribución igualitaria de consumo de energía, estamos mal pero vamos bien (?) Fuente

Ese mismo patrón de desigualdad se repite con las emisiones de gases de efecto invernadero. El grupo más pequeño y rico emite muchísimo más que el resto. Pero esta realidad, dicha así, pierde un poco de fuerza. Tengo un gráfico que me gusta más para representar esto mismo:

Me pregunto por dónde empezar si queremos reducir rápidamente las emisiones. Fuente

El 10% más rico emite el 50% del CO2 atmosférico. El 50% más pobre, el 10%. Rescataría algún valor estético en esa simetría, pero me acuerdo que ese 10% más rico además intensificó sus emisiones en los últimos años en lugar de reducirlas y se me pasa la contemplación por la elegancia en las distribuciones.

Lo que sí me agarra son unas ganas tremendas de partir el decil superior. Aunque sea, darme por aludido. Y vos también: si estás leyendo este mail, es bastante probable que estés, si bien no seguro en ese 10%, por lo menos en los primeros deciles. 

Entonces no me quedo con las ganas. Voy y lo parto. Y descubro que, dentro de ese decil superior, el 1% más rico emite per capita 4 veces más que el 9% restante. Entre 1990 y 2015 el 1% no solamente no bajó sus emisiones, sino que fue el grupo que más las incrementó, incrementando todavía más su peso en el total y llegando a emisiones per capita que hoy son 30 veces mayor que el promedio (acá en reporte completo).

El lado positivo es que no está en discusión cuál es el punto de impacto mayor para disminuir las emisiones: hay que empezar de arriba para abajo. Primero el 1%, después el primer decil, y así sucesivamente. Del 50% más bajo ni siquiera necesitamos ocuparnos, ya que emiten muy por debajo del límite de emisiones per capita máximo compatible con un mundo que solamente gana 1,5 ºC. Habrá que concentrarse solamente en subir el estándar de vida de esa población, incluyendo en el diseño de esas soluciones la sostenibilidad a largo plazo. Lo que seguro no me parece admisible es andar negándole desarrollo a quienes emiten tan poco para que los cowboys sigan experimentando gravedad cero por un puñado de segundos. 

En el gráfico podemos ver no solamente cuánto mayores son las emisiones del 1% más rico respecto de niveles compatibles con los objetivos de un planeta con temperaturas vivibles, sino también evidencia de que las únicas emisiones que les preocupa minimizar a los superricos son las de los bancos centrales. Fuente

Cuando Jeff Bezos fue al espacio, le agradeció a les trabajadores y clientes de Amazon por financiar ese viaje. Hace apenas unos días, Christian Smalls, el principal referente de la lucha por la sindicalización de empleades de Amazon, le agradeció a Jeff Bezos por ir al espacio.  ‘Mientras él estaba ahí arriba, nosotres estabamos sumando afiliades’, dijo.

Igual, no es que el tema de la desigualdad se repita en otros sistemas, como el de la movilidad. Las emisiones urbanas en nuestro país de ninguna manera se concentran un 80% en automóviles y transportes livianos de carga en entornos urbanos que, encima, cubren solamente el 20% de los viajes. Y cuando digo ‘de ninguna manera’ quiero decir ‘exactamente de esta manera’.

De pie de figura solamente voy a usar ‘Dale’, porque para conversaciones complejas y matizadas está el borrador del capítulo de movilidad de Felipe González.

No me quiero olvidar de alimentación, pero en esa no me voy al borrador de Ezequiel Arrieta sino a un informe de Oxfam del 23/5 /22, recontra recién salido del horno, del que supe por el muy buen newsletter de Tomás Aguerre. Resulta que ‘La escalada de precios mundiales contribuyó a crear 62 nuevos multimillonarios del rubro alimentos en solo 24 meses.’ Lo que debe ser la cena de fin de año de la familia Cargill (que, junto con otras 3 empresas, controla el 70% del mercado agrícola), y ahora resulta que tiene 12 milmillonaries entre sus integrantes (personas con más de USD 1.000.000.000, un número tan enorme que lo tuve que escribir). Nada como la meritocracia de nacer con el apellido correcto.

Mientras tanto, las personas en los países de bajos ingresos gastan más del doble respecto de sus ingresos en alimentos que las personas en países ricos. Además, tanto en las naciones ricas como en las pobres, las personas de bajos ingresos gastan mucho mayor proporción de sus ingresos en alimentos. En Mozambique, por ejemplo, las personas en el quintil más pobre gastan más del 60% de sus ingresos en alimentos, mientras que el 20% más rico gasta poco menos del 30%. Nunca ha sido más caro ser pobre.

La desigualdad es causa y a la vez síntoma de que los sistemas que construimos nos están fallando a nivel especie y que cualquier solución que diseñemos va a requerir no solamente dejar de concentrar, sino empezar a redistribuir activamente.

No sé ustedes, pero yo veo cierta regularidad en los mitos y narrativas que nos trajeron hasta acá:  manos invisibles y mercados que se optimizan solos, actores racionales, acceso efectivo a información de manera igualitaria para todos esos actores. No disputo para nada que los últimos 200 años hayan sido de enorme expansión de la calidad de vida media, ni que el capitalismo y la industrialización hayan sido centrales en el crecimiento y mejora de esa calidad de vida. Lo que digo es que una postura de búsquedas individuales centradas en los deseos de las clases dominantes no tiende a generar resultados compatibles con atender las necesidades de las mayorías. Es obvio, sí, pero tal vez por eso sea central decirlo en voz alta. 

No hay acumulación de soluciones técnicas que impulse la transición naturalmente hacia la justicia social, así que va a haber que disputar qué entendemos por deseable y, por lo tanto, pensar lo deseable desde lo individual va a ser insuficiente. 

En una charla maravillosa sobre diseño de transiciones, Terry Irwin identifica que la noción de ‘Diseño Centrado en el Usuario’ tiene problemas. El concepto es hoy hegemónico en la comunidad de diseño y se basa en usar tres lentes para analizar los productos al desarrollarlos: lo deseable (para el usuario), lo viable (económicamente) y lo factible (si el equipo es capaz de efectivamente construirlo).

En Gato usamos a diario ese concepto. Pero eso no quita estar de acuerdo con Irwin.  Diseñar sólo en esa escala es parte del problema. No está mal pensar en la escala del usuarie, mirá si va a estar mal. Lo que digo es que es insuficiente. Que también necesitamos, y más que nunca, virar el pensamiento de diseño hacia la escala planetaria e incluirla en la forma de pensar cada uno de los sistemas que necesitamos reimaginar, rediseñar e implementar para sostenernos y que florezcamos como especie. 

Así que, además de quejarme por la desigualdad intrínseca de los sistemas, trajimos una propuesta: 

Re quiero esas zapatillas que brillan en la oscuridad, tienen un solo uso y tardan 90 mil años en degradarse. Momento de preguntarme también si, capaz, mi deseo es incompatible con la biosfera.

Pasar de lo deseable para el individuo a lo deseable para la especie. De lo económicamente viable a lo ecológicamente sustentable, de lo factible entendido como ‘lo que puede hacer mi equipo’ a lo factible entendido como ‘lo que podemos hacer la humanidad’.

No podemos diseñar para fracciones de atmósfera, ni para subespacios de océano, ni para niveles locales de aumento de nivel del mar. Si la transición es el desafío de diseño más grande de todos los tiempos, vamos a tener que encararlo en la escala más grande que hayamos imaginado.

Primero, insisto con la charla de Terry Irwin. La linkeé arriba, pero acá va de nuevo, es una locura. Comparte herramientas concretas de diseño de sistemas que pueden usarse para pensar desde la movilidad de una ciudad a cualquier tipo de problema retorcido (wicked) que se nos ponga enfrente. Y justo los de la transición son todos medio de esos.

Segundo, hay otro borrador de capítulo ya subido al sitio para que lo lean y lo comenten.  “Desarrollo productivo verde”, del equipo de Fundar. Amo este texto porque será el que abra la última parte del libro. La parte donde invitamos a equipos que tienen experiencia en disciplinas de lo factible, —equipos que hacen cosas— a proponer soluciones. En el caso de Fundar, el texto encara una pregunta recontra desafiante: ¿cómo podemos usar la política pública para dirigir el desarrollo hacia una matriz productiva sustentable? La sola pregunta ya abraza la idea de que hay que darle forma al futuro y hay que hacerlo de forma organizada y común, en este caso, con el Estado como ordenador de ese desarrollo, porque no es lo mismo crecer para hacer palas eólicas que aumentar la superficie de monocultivo. 

Si después de leer el borrador entraron en una de Economía + Complejidad + Sustentabilidad, no dejen de ver la web de Complejidad Económica Verde. Lo hicimos en equipo con elles, sobre una investigación original que hicieron y que ven acá

Tercero, todos los lunes a la mañana desayuno viendo a John Oliver. Te amo, humorista británico capaz de analizar la complejidad de la actualidad mundial. Más amo que haya hecho 20 minutos espectaculares sobre cómo el sálvese quien pueda devino en el actual sistema energético de los Estados Unidos y algunos de los estímulos más perversos que podamos imaginar. Podés verlo con subtítulos en español generados automáticamente que te dan la ventaja extra de sorprenderte con el progreso de la inteligencia artificial.

Cuarto, último y para meter una sorpresa. Arrancó Forma, un podcast en el que Sebastián Gaguín habla con diseñadores y diseñadoras sobre el rol del diseño, quiénes lo usan (usamos) y para qué. Me gustó mucho el primero y voy a estarle atento.

Nos dejo con una idea más, también de la charla de Irwin. Ella cuenta que cuando se buscaron  herramientas que funcionaran mejor para organizar un grupo de personas con intereses diferentes, y a veces hasta enfrentados, una cosa que descubrió fue que funcionaba bien lograr que primero esas personas construyeran una visión de lo deseable. Un futuro compartido que pudieran soñar, y que pudieran usar de horizonte y centro de gravedad a medida que navegaban las fricciones de lo inmediato.

Capaz es momento de probar eso. Soñar primero un futuro compartido, agarrarnos de él y ver cómo lo hacemos existir. 

Nos leemos el mes que viene.

Pablo

PD: ¿Sabés qué combina espectacularmente con posturas sobre desconcentración de la riqueza? Proyectos que dependen de sus comunidades y no de capital concentrado. Sé parte de la desconcentración del sistema de estímulos de Gato y sumate como Bancante. Y, encima, te damos un pin.