A principios de 1800, William Hyde Wollaston, médico diplomado que ya no ejercía más la medicina, aburrido de su profesión ante la falta de estímulos del ambiente, decidió dedicar parte de su intelecto a la física y la química. En ese momento eso consistía principalmente en probar “a ver qué pasa si mezclo estas dos cosas”. Así fue como descubrió el paladio a partir del mineral de platino, con la misma metodología que, de manera muy interesante, se sigue usando hasta el día de hoy. El señor Wollaston era un adelantado.

Caracterizado por aprovechar muy bien su tiempo libre, después de haber descubierto el paladio, fue por el rodio, así que no sólo era adelantado, era bastante talentoso. Talento llevó a dinero, dinero llevó a codearse con la aristocracia y a pelearse con otros científicos conocidos de la época por algunos diseños y descubrimientos, por ejemplo, Michael Faraday, que aparentemente no le dio crédito en los diseños de los primeros motores eléctricos.

Desde el descubrimiento del paladio pasaron dos guerras mundiales, una bomba atómica, un muro más, un muro menos, entre otras cosas. Hace algunos años, alguien se dio cuenta de que es muy buen catalizador y se le puede dar un buen uso en los escapes de los autos a combustión porque sirve para el control y la reducción de hasta el 90% de los gases nocivos. En muy poco tiempo aumentó considerablemente la cantidad de autos con paladio en sus escapes y, obvio, empezó a aumentar de valor. Tanto que un anillo de paladio vale más que un anillo de oro. La combinación de autos y buen precio es la razón por la cual se roban caños de escape.

Es interesante saber que, a pesar de ser mucho más caro que la plata, a veces se lo usa para imitarla en algunos recubrimientos porque no se oxida y entonces se mantiene con brillo por mucho más tiempo. No todo lo que brilla es plata: a veces es oro, y otras, paladio.