Escocia, una tierra de leyendas, magia, hombres vestidos con kilt, gaitas, castillos, whisky, montañas, bosques y, por qué no, algo de superstición. ¿Qué tiene que ver Escocia con el estroncio? Bueno, es allí donde comienza su historia.
Corría el año 1700 y algo cuando en un pequeño pueblo de Escocia, Strontian, se descubrió la galena, un mineral muy importante por ser la principal fuente de plomo en nuestro planeta. La fiebre por este elemento hizo que se abrieran muchas minas en Strontian y, como suele ocurrir, no fue sólo galena lo que se encontró. Un carbonato un tanto especial llamó la atención de alguien que se encargó de llevarlo a Edimburgo para que lo analizaran. Adair Crawford y William Cruickshank recibieron las muestras y, debido a sus propiedades singulares, sugirieron que contenía un elemento nuevo, diferente al calcio y al bario, que hasta ese entonces eran los carbonatos más comunes. Sin embargo, fueron incapaces de aislar este nuevo elemento de la roca.
El estroncio es un metal bastante común en la corteza terrestre pero fácilmente reactivo con otros elementos, con los cuales interactúa muy fuertemente, por lo que nunca se encuentra libre. Por esto pasó desapercibido durante tanto tiempo para la humanidad, a pesar de su abundancia. Hubo que esperar hasta el siglo siguiente para que el genio en aislar elementos químicos, sir Humphry Davy, lo separara y consiguiera la primera muestra de estroncio puro que el mundo pudiera conocer. De hecho, fue él quien lo llamó así en honor al lugar donde fue descubierto. Estroncio deriva de Strontian, que en gaélico se llama Sròn an t-Sìthein, algo así como “la nariz de la colina de las hadas”. No imagino cómo será el gentilicio de ese lugar.
La historia se fue poniendo mejor a medida que se fueron descubriendo usos para este elemento. Dada su reactividad, el estroncio arde instantáneamente en el aire generando una llama de color rojo. Esto llamó la atención de los fabricantes de fuegos artificiales, quienes decidieron hacer del estroncio una fiesta.
Mucho más interesante es la aplicación que actualmente se le da. La relación entre dos isótopos de este elemento es característica de rocas de diferentes áreas del planeta, y además, como es un ion químicamente similar al calcio, puede entrar sigilosamente en su lugar en la estructura de dientes y huesos. Ambas características hacen del estroncio un excelente elemento “delator” cuando quienes hacen antropología miden los niveles de estos isótopos en huesos y dientes para determinar la procedencia de grupos humanos que habitaron el planeta hace miles de años. También puede brindar, por ejemplo, una idea bastante aproximada sobre cómo era la dieta de estos grupos debido a que los vegetales suelen tener más cantidad de estroncio que las carnes.
Un elemento cuya historia empezó a escribirse hace muy poco, pero que en realidad siempre estuvo jugando a las escondidas con la humanidad, tanto que formó parte de nuestros cuerpos sin que fuéramos siquiera conscientes. Un elemento que hoy permite decir, por ejemplo, que muchos de los gladiadores romanos, hombres famosos por su fuerza y valentía, eran principalmente vegetarianos.