Ríos que no llegan al mar

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Como mencioné antes, el glifosato, y las sustancias en las que se convierte, permanecen en el suelo hasta un año y pueden llegar a las napas a través de filtraciones en el suelo, y a los ríos y lagos a través del viento, lo que altera el funcionamiento de los ecosistemas en su totalidad. Pero los problemas asociados al agua no sólo estuvieron causados por la contaminación con fertilizantes y pesticidas, sino también por su uso desmedido. Con el propósito de asegurar el crecimiento de los cultivos, la superficie irrigada se duplicó en los últimos sesenta años, y actualmente representa unos 360 millones de hectáreas en todo el mundo. Por eso, la agricultura consume casi toda el agua que se extrae de ríos, acuíferos, lagos y napas, superando por lejos cualquier otro uso que se haga de este recurso. El impacto varía dependiendo de la región, pero es particularmente grave en aquellos países donde la superficie irrigada es alta y la tecnología es deficiente. En estos lugares se ven ríos que ya no llegan al mar y algunos lagos se encuentran completamente secos casi todo el año. Cuando India aceptó implementar el plan propuesto para mejorar la productividad agrícola del país, la comunidad campesina era muy pobre y no podía afrontar los gastos necesarios para satisfacer las necesidades de agua de los nuevos cultivos. Por eso, el gobierno construyó cientos de kilómetros de tendido eléctrico en las zonas rurales del país y financió la colocación de bombas extractoras de agua en todos los establecimientos. Como resultado, los productores pudieron satisfacer exitosamente las demandas de los cultivos y la producción creció como nunca. Pero no fue gratis. En algunas regiones de la India, como el estado de Punyab, la sobreexplotación del agua de los acuíferos para la agricultura causó una disminución drástica del nivel de las napas freáticas, que sufrieron una reducción de unos 8 metros desde 1980. La consecuencia directa de esto fue la disminución de la disponibilidad de agua tanto para la agricultura como para consumo humano directo. Además, a medida que el nivel del agua descendía, también se incrementó la concentración de minerales y productos químicos en el agua subterránea, comprometiendo su calidad y haciéndola menos adecuada para el consumo humano y el riego. Esto representa un gran problema para un país cuya población superará a la de China próximamente. 

A pesar de todo esto, la peor cachetada que recibió la naturaleza fue la destrucción sistemática y masiva de los ecosistemas. Una de las predicciones que hizo Norman Borlaug sobre la Revolución Verde fue que al aumentar la productividad de los cultivos se evitaría la transformación de muchos paisajes en campos agrícolas y ganaderos. Según esta hipótesis (conocida como hipótesis Borlaug o de ahorro de la tierra), si el rendimiento de los cereales hubiese permanecido igual desde 1950 y la población global aumentaba de la misma manera en que lo hizo, para el año 2000 se habría necesitado cultivar una superficie dos veces mayor que la actual. De ahí la idea de que estas modificaciones para hacer cultivos más rendidores fue lo que permitió no destruir tantos ecosistemas para seguir produciendo alimento. Pero, aunque esta idea fue popular durante muchos años, el mejoramiento tecnológico de los cultivos causó efectos inesperados. Esto se debe a un fenómeno conocido como efecto rebote. Descrito originalmente por el economista inglés Williams Jevons (de ahí que también se lo conozca como la paradoja de Jevons), el efecto rebote predice que al mejorar la eficiencia en los procesos de producción, los costos bajan, pero eso no provoca un uso menor de los recursos, sino que, por lo contrario, generalmente motiva a un crecimiento del sector si las condiciones lo permiten. A mediados del siglo XIX, cuando la Revolución Industrial estaba en su apogeo en Inglaterra, Jevons notó que a medida que las máquinas a vapor se hacían más eficientes (es decir, usaban la misma cantidad de carbón para producir más energía), la demanda de carbón en el país aumentaba. Por ejemplo, gracias a ahorrar dinero en carbón, el dueño de una fábrica pudo comprar otra máquina de vapor y expandir su producción de textiles. El efecto rebote fue observado en muchos sectores de la economía, desde la industria del aluminio hasta Internet. En el contexto de la agricultura, el avance de la tecnología, como las variedades de cultivos mejoradas, aumentó los rendimientos y redujo los costos de producción. Ante la ausencia de regulaciones, abundancia de tierras fértiles a bajo costo y mano de obra barata, los productores de los países recién sumados a la Revolución Verde no tuvieron ninguna barrera para la implementación de una agricultura mecanizada y basada en insumos industriales a gran escala en sitios antes ocupados por paisajes naturales. 

Para el año 1900 la superficie bajo agricultura en todo el mundo era de unos 800 millones de hectáreas, pero para 2020 ese valor llegó a los 1400 millones de hectáreas. Esto quiere decir que la agricultura se expandió en 120 años casi lo mismo que en los 11.500 años previos. Durante la primera mitad del siglo XX, la mayor parte de este avance ocurrió sobre los bosques templados y pastizales naturales de Europa y América del Norte, pero con la llegada de los tractores, los fertilizantes y los pesticidas a Latinoamérica y el sudeste de Asia, los paisajes tropicales y subtropicales comenzaron a ser reemplazados por cultivos. En el delta del río Mekong, en Vietnam, los cultivos de arroz reemplazaron a los manglares y humedales costeros, fundamentales para la regulación de las inundaciones y la protección de las zonas costeras. En Brasil, el cultivo de caña de azúcar causó la contracción del bosque atlántico, uno de los ecosistemas más biodiversos del mundo. La expansión de las plantaciones de palma de aceite en Indonesia produjo la deforestación masiva de las selvas tropicales de Borneo y Sumatra, y puso en peligro de extinción especies como el orangután y el tigre de Sumatra. En Argentina, Paraguay y Brasil, millones de hectáreas del Gran Chaco y la selva amazónica fueron convertidas en campos de soja, lo que amenaza a poblaciones de jaguares, tapires y guacamayos.39....