Tu amigo te tiene ganas
Notas

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Tu amigo te tiene ganas

¿Puede la ciencia aportarle a la pregunta más Ohlalácea de todos los tiempos?

AVISO: El siguiente texto puede encararse de dos maneras radicalmente diferentes, de forma distinta e idénticamente pop.

 

Vivís pensando que las cosas son y fueron siempre, hasta que te acordás de la cara de tu vieja cuando avisaron por carta de ENTel que ibas a tener teléfono.

Teléfono de línea.

Eso que va a la pared. Eso que suena cuando te tienen que hacer una encuesta, cuando te llama tu tía, y básicamente no mucho más.

Así, un par de años más tarde, aparecieron inventos nuevos que ahora vemos como cosas que existieron siempre. El microondas, por ejemplo. O los celulares. O la amistad entre el hombre y la mujer. O las fotocopias. Ojo. Son un invento re nuevo las fotocopias.

Porque sí, las formas que tenemos de relacionarnos los unos con los otros se inventan. En algún momento no existían, ahora existen, ¡pum!, se llama ‘inventar’. Y acá viene la parte difícil: la discusión trilladísima revista-de-sala-de-espera de si existe o no la amistad entre el hombre y la mujer.

Claro, porque si ellos se pueden meter con las vacunas, nosotros podemos responder tan behind enemy lines como sea necesario. Colores de la temporada, jugos detox, decoración de interiores, no les tenemos miedo.

Me hubiese gustado estar ahí cuando pidieron el subsidio. Posta. Me los imagino sentados, atolondrando un sánguche, llenando papers de miguitas para interrumpirlo con “Escuchame, Mario, yo creo que puede andar. En vez de ‘Existe la amistad entre el hombre y la mujer’, le mandamos algo más tipo ‘Estudio de la influencia personal y evolución en la comunicación interpersonal de relaciones inter sexuales no románticas a través del tiempo’. Vos quedate tranquilo”.

Y sí, sí existe. El tema es que casi casi seguro que él está esperando para que esa amistad se cristalice a partir de la interacción violenta de sus genitales.

Lo bueno de poder boquear así es que alguien ya se comió el garrón de hacer un estudio requeteordenado para tratar de desenmarañar el temita. Lo que hizo fue básicamente agarrar bocha (88) de parejas de amigos heterosexuales de distintos géneros -ad hoc, hombres y mujeres-, separarlos, sentarlos y preguntarles ‘Dale, posta. No te escucha. Vos le querés entrar, ¿no?’.

Porque es interesante tratar de descular cómo es que una interacción que hace miles de años se basaba básicamente en tener pibitos, floreció en algo tan increíblemente diverso que incluye cosas como: ‘Ella es Luciana, somos amigos desde el colegio y campeones nacionales de patinaje artístico folklórico sobre césped mixto, pero no, no somos pareja’. Entonces, esta gente empezó a ordenar las variables y lo primero que hizo fue tratar de ver qué había de cierto en ese debate trivial pero no tanto. Lo loco es que los resultados medio que refuerzan algo que los amigos varones supimos siempre: un poco les queremos dar. Les queremos dar y hay dos problemas: nosotros pensamos que podemos y ustedes a veces no se dan cuenta de que queremos.

Ves los resultados y notás que unos cuantos flacos se pasaron el estudio estableciendo que sí, que le querían dar a la amiga (o le darían, digamos), y no sólo eso, sino que muchos estaban convencidos de que la amiga les quería dar a ellos, porque parece que nosotros vemos las cosas como se nos canta. Ahora, cuando les tocó responder a ellas, los resultados fueron iguales, pero distintos. Ellas les querían entrar a los amigos un poco menos, pero lo más interesante es que tendían a subestimar que ellos estuvieran tiroteándolas.

Lo importante es que no solamente tenemos problemas para reconocer lo que nos pasa, sino también problemas ENORMES para reconocer lo que le pasa al otro y, como la realidad es del cerebro que la arma, elegimos que lo que le pasa al otro tiene que ser lo que nos pasa a nosotros.

Igual, en algún momento, la gente crece y un subgrupo incluso madura. Después de la manija de los 20, llega la paz. Cuando evaluaron parejas constituidas de gente un toque más grande, una cosa de 30+, vieron que el número de amigos heterosexuales de distinto género había caído tanto en hombres como mujeres, y, más que nada, que la calentura sobre el otro no sólo había bajado sino que se había emparejado.

 

Nivel de atracción romantica por amigos del sexo opuesto declarada por sí mismos para veinticortos y treintaypicos.

Nivel de atracción romántica por amigos del sexo opuesto declarada por sí mismos para veinticortos y treintaypicos.

Cuando se asentó la tierra, cuando se calmaron las hormonas, terminaron con una última evaluación simple. ¿Está bueno tener amigos a los que les querés entrar? Claro que no, mientras menos te guste tu amigo, mejor. En serio. Los voluntarios establecieron que los costos potenciales de tener amigos atractivos del sexo opuesto eran muchos más que los potenciales beneficios. Esta investigación está llena de sorpresas.

Pero lo peor fue cuando llegaron al final y evaluaron una variable horrible, una de esas verdades que nos negamos todo el tiempo porque es medio un embole. ¿Qué pasa si tenés pareja (de vuelta, heterosexual) y un amigo del otro género que está bueno? Resulta que tener amigos que se perciban como atractivos, impacta muy negativamente sobre el estado de la pareja.

Pero acá es cuando viene la parte rica en serio, que es tratar de entender por qué es así esto que ahora sabemos que es así (o por lo menos ahora que se midió de alguna manera algo tan complejo y con tantas variables como la relación entre personas). Hasta hace aproximadamente 10.000 años, la gran mayoría de los humanos eran casi todos forrajeros nómadas que vivían en grupos chicos. En estos grupetes, la relación entre hombres y mujeres medio que se basaba en la urgencia reproductiva y de supervivencia, al punto que el registro etnográfico contiene apenas unas pocas menciones a la noción de una relación íntima y sostenida entre un hombre y una mujer que no incluyera como objetivo perpetuar el material genético.

Mega recontra bati CHAN.

Hoy nos pensamos muy por encima de eso, aunque la historia sugiera que las interacciones no reproductivas entre hombres y mujeres son casi exclusivas de nuestras sociedades modernas.

Somos monos peladitos y atravesados de cultura y iPhones. Nunca tratando más fuerte de ignorar las pulsiones que cuando estamos parados con nuestra mochila biológica de decenas de miles de años pero en un entorno tan dramáticamente diferente que nos obliga a reencauzar las urgencias y entender que la evolución va a trabajar siempre sobre el modelo anterior, con las mañas que dejó ser seleccionado en un contexto diferente. Siempre ajustando, siempre en construcción.