El abaratamiento exponencial en el precio de la lectura del genoma está revolucionando la genética del comportamiento. Gracias a esto, hoy podemos ver qué alelos de qué genes correlacionan con qué rasgos en una población determinada. Los genes que codifican el color de ojos, por ejemplo, tienen diferentes alelos para los diferentes colores. Hoy en día, leyendo el genoma de miles o millones de personas, podemos saber qué genes tienen un alelo más comúnmente encontrado, por dar otro ejemplo, en personas de mayor nivel educativo. Esto no quiere decir que si una persona tiene uno de esos alelos tendrá mayor nivel educativo sí o sí, ya que hablamos de probabilidades, no de certezas. La correlación entre un alelo dado de un gen y un mayor o menor nivel educativo (es decir, el hecho de que un alelo particular sea más comúnmente encontrado en personas de mayor o menor nivel educativo) debe analizarse con cuidado para entender su causa y no confundir correlación con causalidad.
Por ejemplo, si un alelo relacionado con el color de piel está más presente en poblaciones de afrodescendientes (quienes históricamente fueron oprimidos), es probable que si observáramos qué alelos están más presentes en poblaciones con un menor nivel educativo, encontraríamos ese alelo por la simple razón social e histórica de que los afrodescendientes, por estar en mayor situación de vulnerabilidad (incluso hasta estos días), tienen menor nivel educativo promedio. Es decir, encontrar una correlación entre un alelo y determinado rasgo complejo, como el nivel educativo, no debe de ninguna forma considerarse como prueba de la relación causal entre ese alelo y ese rasgo. Tenemos que ser muy cautos en el análisis.
Ahora bien, controlando que los alelos que correlacionan con determinado rasgo no estén más presentes en algunos subgrupos que en otros y siendo cuidadosos en el análisis, podemos crear lo que se denomina “puntaje poligénico” para diversos rasgos de comportamientos complejos. Este puntaje será mayor en una persona que tenga más alelos que correlacionan con el comportamiento estudiado. Por ejemplo, supongamos que se estudia un rasgo de personalidad como la extraversión. Puede ser que encontremos diferentes genes que tienen alguna variante que correlaciona con ese rasgo. Puede ser que cada una de estas variantes aumente en un 0,1% la probabilidad de ser una persona extravertida. Si alguien tiene muchos de esos alelos, tendrá un puntaje poligénico para la extraversión mayor al de una persona con pocos de esos alelos.
Vayamos a un ejemplo que ha dado mucho que hablar recientemente: el del puntaje poligénico para el nivel educativo en poblaciones europeas.
Un artículo reciente de la revista Nature Genetics analizó variaciones genéticas en aproximadamente 1.100.000 personas descendientes de europeos y encontró 1271 alelos que correlacionaron con haber ido o no a la universidad. 1Lee, J. J., Wedow, R., Okbay, A., Kong, E., Maghzian, O., Zacher, M., ... & Fontana, M. A. (2018). “Gene discovery and polygenic prediction from a genome-wide association study of educational attainment in 1.1 million individuals”. Nature Genetics, 50(8), 1112-1121. Cada uno de estos alelos estaba apenas un poquito más presente en personas que fueron a la universidad, pero lo cierto es que había un montón de estos alelos. En diferentes poblaciones, el 20% más “suertudo” genéticamente en este aspecto (quienes tenían mayor cantidad de alelos que correlacionan con haber ido a la universidad) tenía un 50% de chances de haber ido a la universidad. El 20% menos “suertudo”, 10%. Esta diferencia es enorme: significa que el quinto de la población más genéticamente “suertuda” tenía 5 veces más chances de haber ido a la universidad que el quinto menos “suertudo”. Lo que aprendemos de esto es que un gen solo puede no hacer mucho, pero pequeñas variaciones en muchos genes pueden sinergizar y provocar un gran cambio en el rasgo influenciado por ese conjunto de genes.
Identificando los alelos que correlacionan con cierto comportamiento en una población podemos calcular cuánto de la variación total del comportamiento en esa población puede explicarse por los diferentes puntajes poligénicos de las diferentes personas, lo que constituye el método moderno para estimar el componente genético de un rasgo (que, siempre es bueno recordar, se mide en un momento del tiempo pero puede variar, no es un número fijo e inamovible). ¿Y dónde se expresan (se “activan”) estos genes descubiertos que correlacionan con haber ido o no a la universidad? La gran mayoría, en la corteza cerebral y el hipocampo, un área del cerebro asociada, entre otras cosas, a la memoria. Este tipo de conocimientos nos permiten empezar a trazar el puente entre la genética y el comportamiento.
La continua caída en el precio de la lectura de nuestro genoma permite identificar genes y variantes genéticas específicos que correlacionan con comportamientos específicos. En los próximos años habrá una avalancha de estudios que relacionarán genes a comportamientos, personalidades, habilidades y trastornos. Comprendiendo cómo influyen los genes, y en qué medida esa influencia está mediada por la sociedad, la cultura y el resto del ambiente, estaremos mejor preparados para llevar estas posibilidades hacia los horizontes que deseemos como humanidad y alejarnos de las alternativas no deseadas, de distopías como la de Gattaca. Porque este tipo de conocimientos pueden caernos mejor o peor, simpáticos o antipáticos. Pero el mundo es como es y no como queremos que sea. La tarea, en todo caso, es, conociendo cómo funciona el universo, transformarlo dentro de nuestras posibilidades para que, más allá de las diferencias entre nosotros, todos podamos tener las mismas oportunidades, la posibilidad de mejorar en aquellas características que más nos interesan o que más nos cuestan, y ayuda para hacerlo.
La creación de los puntajes poligénicos es un salto importantísimo en relación con los métodos clásicos para estimar la heredabilidad de un rasgo. En palabras del investigador inglés Robert Plomin:
Antes de la aparición de los puntajes poligénicos, las investigaciones mostraban que la heredabilidad en rasgos psicológicos es sustancial y ubicua, pero esta era una afirmación general que no podía trasladarse a predicciones genéticas para individuos. Ahora, los puntajes poligénicos están transformando la psicología clínica y la investigación en psicología porque las diferencias en el ADN a lo largo del genoma pueden utilizarse para predecir [en términos de probabilidades] los rasgos psicológicos para todos y cada uno de nosotros. [footnote content="Una aclaración sobre esa cita. Es del libro<em> Blueprint</em>, de 2018. Su autor, Robert Plomin, es, en muchos ámbitos, una leyenda. Durante más de 40 años ha estado en la vanguardia de las investigaciones en genética del comportamiento. También muchos le recriminan que, a pesar de la rigurosidad de sus artículos científicos, sus escritos de divulgación dan constantemente lugar a malentendidos y desinformación. En esta cita, por ejemplo, tuvimos que agregar entre corchetes que las predicciones se dan en términos de probabilidades, para no dar a entender que a través de los genes podemos directamente determinar los rasgos de una persona. Para una crítica exhaustiva sobre cómo su libro <em>Blueprint </em>da lugar a varias confusiones, pueden googlear el artículo publicado en<em> Scientific American</em> "There is no nature-nurture war", del psicólogo estadounidense Scott Barry Kaufman, cuyo podcast también recomiendo." id="2"]
La gran cantidad de estudios sobre genética del comportamiento humano en los últimos años, que sigue creciendo a pasos acelerados, nos permite hacer algunas generalizaciones. En primer lugar, en el comportamiento humano no existe un único gen o alelo que determine un comportamiento. Pero sí existen en muchos casos, y esta es la segunda generalización, muchos genes que correlacionan con algún comportamiento (o rasgo de personalidad, cognición o trastorno), en el sentido de que al menos uno de los alelos del gen correlaciona con algún comportamiento. Cada alelo tiene un efecto pequeño en el rasgo, pero si identificamos muchos alelos que correlacionan con ese rasgo, podemos crear un puntaje poligénico y así identificar a aquellas personas a las que les tocaron más o menos alelos que correlacionan, por ejemplo, con mayor probabilidad de desarrollar algún tipo de cáncer o de haber ido a la universidad. Sin embargo −y esta tercera generalización es muy importante de destacar−, en diferentes poblaciones, provenientes de ancestros distintos, o de edades diferentes, o nivel social diferente, o de géneros diferentes, los genes y alelos que influyen sobre un rasgo cambian. Esto, de hecho, es un área de investigación muy en boga: la transportabilidad de los puntajes poligénicos entre poblaciones.
Hasta acá, algunos desarrollos y descubrimientos modernos de la biología del comportamiento humano. Pero llegó la hora de meter los pies en aguas más pantanosas: en los siguientes capítulos vamos a hablar sobre algunas de las importantes consecuencias que creo que tiene la aceptación de estos desarrollos en educación y en salud mental, y en los debates sobre el aborto, la muerte digna y la investigación con células embrionarias, entre otros. Son temas delicados en los que hay que moverse con cuidado, y lo que sigue no deja de ser una reflexión personal y sesgada sobre los desafíos que tenemos por delante. No tengo respuestas definitivas ni mucho menos, pero, por el bien de nuestro futuro como humanidad, creo importante generar un diálogo y que estos temas dejen de ser tabú.