Capítulo 5.3

Efectos directos e indirectos de los genes en el comportamiento

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Existen dos formas distinguibles, aunque ligadas, en que los genes pueden influir en los comportamientos. Una es mediante la acción directa de los genes en el cerebro u otras partes del sistema nervioso; la otra es indirecta, a través de la influencia de los genes en los ambientes que, a su vez, influyen en el comportamiento. 1Esta distinción entre efectos directos e indirectos de los genes en los rasgos de comportamiento fue postulada por Judith Rich Harris en su libro El mito de la educación. ¿Cómo funciona esto? Vamos por partes.

La influencia directa tiene que ver con la influencia de los genes en la estructura y el funcionamiento del cerebro a través de un camino causal que incluye reacciones bioquímicas que van desde el ARN o la proteína que codifica el gen a la fisiología. Por ejemplo, muchos aspectos de la estructura del cerebro humano son altamente heredables; es decir, la mayor parte de la variación se debe a las diferencias genéticas entre individuos. Las estimaciones de la heredabilidad de algunas medidas son: volumen total del cerebro, 82%; volumen de materia gris, 72%; volumen de materia blanca, 85%. La heredabilidad del volumen de partes particulares de la corteza o de otras partes del cerebro varía del 60% al 80%, mientras que las medidas del espesor de varias partes de la corteza muestran una heredabilidad de alrededor del 50% al 70%. En bebés muy jóvenes, de un mes de vida, se observan resultados muy similares. 2Mitchell, K. J. (2018). Innate: How the Wiring of Our Brains Shapes Who We Are. Princeton University Press.

Por otro lado, los genes también pueden influir en nuestro comportamiento de forma indirecta, afectando el ambiente, que es el que termina luego influyendo en nuestro comportamiento. Mi ejemplo favorito es el del componente genético del rasgo de personalidad llamado “extraversión”. Se sabe que este rasgo tiene un componente genético, pero también se sabe que muchas personas que, según los estándares sociales de belleza (discusión aparte y absolutamente válida), son más atractivas físicamente son también, en promedio, más extravertidas, y eso probablemente tenga que ver con que la sociedad las trata de forma diferente. 3Rowe, D. C., Clapp, M., & Wallis, J. (1987). “Physical attractiveness and the personality resemblance of identical twins”. Behavior Genetics, 17(2), 191-201. Es decir, una explicación posible para el componente genético de la extraversión es que los genes influyen en la apariencia física, la apariencia influye en el ambiente −en este caso, cómo te tratan otras personas−, y este ambiente, por último, influye en la personalidad. O sea que entre la cadena de innumerables causas y efectos que llevan del gen al comportamiento aparece la mediación de la cultura (el contexto, la sociedad), eslabón necesario de la cadena. ¿Quiere decir esto que no podemos hablar de la influencia genética en el rasgo de extraversión? No. Claro que podemos. La afirmación sigue siendo tan válida como antes, la heredabilidad de la extraversión existe en las poblaciones en las que se midió, sólo que ahora entendemos un poquito mejor, apenas un poquito, cómo se llega de la variación en el gen a la variación en el comportamiento.

Dentro de estos efectos indirectos, hay tres maneras en que los genes pueden influir sobre los ambientes. En el ejemplo de recién, la influencia es del tipo que llamamos “evocativa”: los genes influyen en la apariencia física y las diferentes apariencias físicas evocan respuestas diferentes en las personas con las que interactuamos. Para dar otro ejemplo de influencia evocativa, un chico o una chica con mayor facilidad para el deporte o la matemática evocará en los adultos respuestas específicas: es probable que los padres detecten −consciente o inconscientemente− esas facilidades y les regalen juguetes acordes, sea una pelota o un juego con números. Estas son respuestas sociales evocadas por los genes. Por otra parte, está lo que llamamos “influencia activa” (no evocativa) de los genes en los ambientes: los chicos y chicas suelen entusiasmarse con las cosas para las que tienen facilidad y entonces construyen activamente ambientes acordes. Es probable que quienes tienen facilidad para el dibujo, el deporte, la matemática, el baile o el lenguaje de pequeños se hayan acercado a ambientes o pedido juguetes acordes a esas facilidades.

Por último, existe un tercer tipo de influencia de los genes en los ambientes, que se da a través de los genes de los padres. Por ejemplo, es probable que quienes tienen variantes de genes que les otorgan mayor facilidad que el resto de sus pares para la lectoescritura tengan padres que también tengan esas variantes genéticas, al menos en parte, y que sus papás, también, hayan tenido esa facilidad desde pequeños y, por lo tanto, hayan comprado más libros. Es decir, si tienen variantes genéticas que correlacionan con la facilidad para la lectoescritura, es más probable que en su casa haya muchos libros desde que son chicos. Sus alelos correlacionan con un ambiente enriquecido para la lectoescritura, no porque buscaron libros activamente o porque se los hayan regalado por lo que evocaron, sino porque sus papás los compraron para propio uso. Sus alelos “influyen” en el ambiente porque los comparten con sus padres, lo que se llama “influencia pasiva de los genes en el ambiente”. Estos tres tipos de correlación genotipo-ambiente (evocativa, activa y pasiva) son de extrema importancia para entender la influencia de los genes en los rasgos de comportamiento.

El hecho de que los genes influyen en los ambientes es uno de los resultados más sorprendentes y robustos de la genética del comportamiento. Incluso influyen hasta en cómo los padres tratan a los niños. Podemos estudiar esto comparando, en familias adoptivas y biológicas, los ambientes de desarrollo con los rasgos de los niños. Una de las herramientas de evaluación de los ambientes más utilizada es la llamada HOME (del inglés home observation for measurement of the environment, cuya traducción sería “observación del hogar para medir el ambiente”). A través de esta herramienta se miden factores como la cantidad de juguetes en la casa, el nivel de castigo físico utilizado por los padres, la cantidad de horas que comparten con los niños, la cantidad de palabras utilizadas en la interacción con ellos y muchas otras variables que asociamos al ambiente de desarrollo de un niño. Las primeras veces que se utilizaron estas variables, en la década del 80, fue a través de la visita de investigadores al hogar, donde, durante varias horas y en variadas ocasiones, no sólo anotaban lo que observaban, sino que también entrevistaban a los padres. Hoy sigue siendo mayormente así, aprovechando además las nuevas tecnologías: hay investigaciones en las que se instalan cámaras y micrófonos en las casas (por supuesto, con el consentimiento de todos). 

Ya en el 2007 un artículo de revisión que analizaba 55 estudios y 35 medidas ambientales diferentes mostró que estas medidas son, en promedio, un 27% “heredables”, influenciadas por los genes. Incluso cuando se analizan los ambientes de chicos de uno o dos años de vida, se observa que están influidos por los genes de esos chicos. 4Para una discusión detallada sobre la influencia de los genes en los ambientes, ver el capítulo 8 de Knopik, V. S., Neiderhiser, J. M., DeFries, J. C., & Plomin, R. (2016). Behavioral Genetics. Macmillan Higher Education.