Osmio

ELEMENTO 76

Osmio

76

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En la víspera de la Navidad del año 1800, dos colegas decidieron invertir la módica suma de 795 libras en comprar unas 6000 onzas de platino –algo así como 170 kg– para refinar y comerciar. Estos incipientes médicos, pero químicos de vocación, sabían que en el proceso de refinamiento del metal quedaba un residuo negro […]

En la víspera de la Navidad del año 1800, dos colegas decidieron invertir la módica suma de 795 libras en comprar unas 6000 onzas de platino –algo así como 170 kg– para refinar y comerciar. Estos incipientes médicos, pero químicos de vocación, sabían que en el proceso de refinamiento del metal quedaba un residuo negro insoluble que hasta el momento había sido catalogado como “nada más que carbono en forma de grafito”. La curiosidad (y el atrevimiento) los llevaron a experimentar con este polvo negro. Y cómo serán las cosas que, entre tubos de colores y olores potentes, lo que arrancó como una empresa culminó en 1803 con el descubrimiento de dos nuevos elementos: el iridio y el osmio.

A partir de ahí comenzó una larga disputa entre estos dos pesos pesados por ocupar el honorífico lugar de “el elemento más denso de la tabla periódica”. Como ocurrió con tantos hermanos famosos a lo largo de la historia, esta contienda tampoco fue fácil y tuvo varias idas y venidas, aunque por suerte esta vez nadie murió ni fue asesinado. El iridio ocupó el trono de los densos durante una buena parte del siglo XX, hasta que los avances tecnológicos de finales de siglo echaron un poco de luz sobre el asunto. Y si bien la final estuvo muy peleada, el fragante osmio se consagró como el elemento más denso, aunque sólo por unas centésimas. Hay que decirlo, el ganador fue el hermano más hediondo: el nombre del osmio deriva del vocablo griego para “olor”.

Dada la gran capacidad de los átomos de osmio de empaquetarse (literalmente, juntarse en paquetes chiquititos), este elemento comenzó a utilizarse para la fabricación de cosas que, por el desgaste que sufren, necesitan ser muy resistentes, como las plumas de las lapiceras o las puntas de los bolígrafos. Además, es el padrino de los premios del heavy metal más famosos de México, los Osmium Metal Awards, donde se presentan anualmente las mejores bandas de este género. El osmio convive, entonces, con la dicotomía de participar de la escritura de los versos más tristes esta noche y, al mismo tiempo, de apadrinar al género musical más pesado.

Conociendo el enfrentamiento del osmio con el iridio y su posterior consagración, se llega a la inevitable conclusión de que la frase “qué plomo que sos”, ampliamente utilizada por padres y abuelos, no es más que otra de las grandes falacias de la niñez: lo lógico sería decir “qué osmio que sos”.

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