Alrededor de las 7:30 a. m. del 23 de julio de 2004, en Wako, una pequeña ciudad al norte de Tokyo, filas de chicos con sombreros amarillos caminan ansiosos esperando las cortas vacaciones de verano. Vecinos con pecheras amarillas los ayudan a cruzar la calle y madres en bicicleta a motor llenan las esquinas llevando dos o tres pequeños niños a la vez.
Detrás de la escuela, a unos cuantos metros bajo tierra y casi medio día después de aquella tranquila mañana de verano, Kouji Morimoto, bajo la supervisión de Kosuke Morita, registra por primera vez, y con lágrimas en los ojos, el elemento 113, conocido hasta hace muy poco como “ununtrio” (Uun). Su síntesis no es más (ni menos) que el resultado de irradiar bismuto con un rayo obtenido de la aceleración del núcleo del zinc, lo que produce la fusión entre ambos núcleos.
Para el grupo de Morita, el 23 de julio de 2004 a las 6:55 p. m. marca un hito después de tres años buscando nuevos elementos súper pesados. Para los chicos de la Cuarta Escuela Primaria de Wako, es la hora de la cena.
Ocho años más tarde, los alumnos que asistieron ese día a esa escuela primaria no tienen más la obligación de esquivar las bicicletas de madres apuradas que llevan a sus hijos al colegio. Tampoco se enteran de la tercera síntesis de ununtrio en el Centro Nishina de Ciencia basada en Aceleradores de Riken, institución lindante a su ahora exescuela. Es el 12 de agosto de 2012, y después de fallar en tener el derecho a darle nombre al ununtrio, Morita y su equipo aumentan el número de observaciones necesarias para que sea considerada una reacción confiable y estable.
En estos ocho años, el ununtrio ya había sido obtenido una segunda vez, pero para la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) y su contrapartida física (IUPAP) no era suficiente. Morita tuvo también la dura tarea de demostrar que el elemento formado se desintegra hasta formar un núcleo conocido, requisito esencial en la búsqueda de nuevos elementos por fusión nuclear.
El año nuevo transcurre en el hogar disfrutando del sol de invierno. En la noche, las fogatas arden en los santuarios y templos de la ciudad. Largas filas de supersticiosos esperan para dejar lo malo atrás y agradecer todo lo bueno mientras escuchan el sonido de las tradicionales 108 campanadas. Morita está más que agradecido sabiendo que desde hace un día IUPAC considera el logro de su equipo al darle a Japón y a Asia su primer elemento en la tabla periódica. Tal vez, y para estrenar el 2016, vaya al templo a sumarse a los tradicionales ritos. El 2015 carga la alegría de un grupo de investigación que pasó casi 10 años trabajando arduamente para darle vida a un nuevo elemento.
Ya a mediados del 2016, grandes carteles anuncian que el nuevo nombre de ununtrio se hará público pronto. Finalmente, la IUPAC anuncia el nuevo nombre del elemento 113: nihonio (Nh), del japonés 日本, Nihon, Nippon.
Los residentes de Wako empiezan a dar importancia a un campus científico que ocupa el centro de la ciudad. Esos ahora jóvenes de la Cuarta Primaria de Wako descubren que mientras ellos jugaban en el patio de la escuela, un grupo de investigadores estaba bajo tierra acelerando partículas conocidas para encontrar un nuevo elemento.
Desde la primera síntesis de nihonio hasta ahora, 2019, muchos de los exalumnos de la primaria en Wako ya dejaron la ciudad; algunos de ellos todavía regresan. Desde este año, cuando llegan a la estación se encuentran con una placa en honor al hidrógeno, otra para el helio y así hasta llegar a Riken, donde se encuentra la placa del nihonio. A 150 años del descubrimiento del sistema periódico, la calle Nihonio les recuerda a todos los que se acercan a Wako que su ciudad es parte de la historia de la tabla periódica.