Bismuto

ELEMENTO 83

Bismuto

83

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Mierda oscura y el fin de los tierraplanistas

La crema de bismuto volvió, no como otros, que no vuelven más. La mayoría de las personas que están leyendo y cuentan con un intestino flojo habrán tomado alguna vez este líquido rosado en forma de “una cucharada sopera luego de cada deposición” bajo la advertencia de “a no asustarse con las heces negras”. Si bien “las heces negras” sería un buen nombre para una banda racista de heavy metal, los médicos normalmente se estarán refiriendo a que la crema de bismuto tiñe las usualmente amarronadas deposiciones de un negro acarbonado. Esto ocurre porque, en el colon, el subsalicilato de bismuto (componente principal de la crema) reacciona con el ácido sulfhídrico producido por algunas bacterias y forma una sal negra e insoluble que nos hace pensar en que nos convertimos en orcos de Mordor.

Los primeros usos del bismuto para dolores intestinales y espasmos datan del siglo XVIII. Pero para seguir con las metáforas explosivas, el boom del subsalicilato de bismuto no se dio sino hasta principios del siglo XX. En el año 1900, dos de cada diez niños morían antes de los 4 años a causa de una enfermedad llamada “cólera infantil”, que se caracterizaba por diarrea y estómago revuelto. Ese año, un médico en Nueva York desarrolló una fórmula líquida que contenía salicilato de bismuto, sales de zinc, salicilato de fenilo, aceite de la planta gaulteria (para el aroma y el sabor) y un colorante rojo para darle ese tono rosado que lo hacía más atractivo para los más chiquitos. El preparado resultó un gran éxito, y su alta demanda llevó a que una empresa farmacéutica lo produjera en grandes cantidades bajo el nombre original de “Mixture Cholera infantum”. Tras un par de cambios de nombre, el producto pasó a llamarse “Pepto Bismol” y, luego de un siglo, estaba en más del 60% de los hogares de Estados Unidos.

Ahora tenemos que avanzar en la historia de la humanidad. En pleno siglo XXI, el llamado “movimiento tierraplanista” busca “demostrar” que la tierra es plana, no esférica. Por eso, los más científicos del movimiento vieron en los giróscopos, aparatos capaces de medir con mucha precisión la rotación de la Tierra, la oportunidad para demostrar que nuestro planeta es plano y que no se encuentra rotando. La predicción era que si la Tierra rota como dice la comunidad científica, la diferencia entre la fase de dos haces de luz del giróscopo debía ser de 15° cada hora. Y bueno –spoiler alert–, encontraron exactamente eso y, como muchos científicos que no aceptan fácilmente que un experimento no llegue al resultado deseado, empezaron a darle vueltas al diseño experimental y a buscar factores que explicasen el fracaso. Según los experimentadores tierraplanistas, en algunas ocasiones obtuvieron mediciones cercanas a la velocidad de rotación de la Tierra y en otras, no. Así que razonaron que la variación en las distintas mediciones se podía deber a movimientos sísmicos que estaban interfiriendo con el aparato. Y aquí, mis queridos lectores, entra a jugar el bismuto. Una de las formas de minimizar el efecto de esos movimientos es colocar el interferómetro en una cápsula llena de bismuto. De esta manera, el bismuto podría absorber las ondas causadas por los sismos y las mediciones serían mucho más precisas.

Igualmente, ya sabemos cuál será el resultado porque la Tierra no es plana y rota. Lo irónico de todo es que el bismuto, aunque no en su formato de crema, será el elemento que les terminará de cerrar el conducto gastrointestinal. 

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