En 1994 David Hahn, un joven de 17 años, no tuvo mejor idea que construir un reactor nuclear en su jardín. Más específicamente quiso hacer un aparato que transformara torio en uranio, también conocido como reactor de reproducción.
¿Por qué funciona este tipo de reactor? Resulta que los núcleos de todos los elementos de la tabla periódica (salvo el hidrógeno) pueden partirse en pedacitos y formar núcleos más livianos. Ese proceso puede ocurrir después de hacer chocar algo contra ese núcleo, y eso es justamente lo que ocurre en un reactor y que llamamos fisión nuclear. Lejos de ser un proceso artificial, la fisión es algo que ocurre permanentemente en la naturaleza. Todos los elementos que aparecen después del plomo en la tabla se ‘parten solos’ (rawr) en un proceso llamado decaimiento radiactivo. Una de las formas que tienen algunos núcleos para decaer es la emisión de partículas alfa (núcleos de helio) y el americio es el Messi del grupito que hace eso.
Pero ¿será que todos estos elementos radiactivos se encuentran únicamente en un búnker subterráneo, bajo siete llaves, en el medio de Siberia? No. De hecho, buena parte de los detectores de humo de casas y edificios funcionan gracias a la emisión de partículas alfa de fuente de americio. Estas partículas ionizan (rompen) a las moléculas que forman aire dentro de una pequeña cámara en el detector. Las moléculas en equilibrio son neutras pero, al romperse, cada uno de los pedacitos (iones) obtiene carga eléctrica y el detector lo mide como una corriente. La presencia de humo en el aire afecta a este proceso, haciendo bajar la corriente. Cuando la corriente baja, la alarma se enciende.
La cuestión es que David quería armar su propio reactor nuclear y empezó por juntar muchos detectores de humo para extraerles el americio. Cuando vio que se le complicaba, mandó cartas a profesores de distintas universidades haciéndose pasar por uno y así obtuvo un mejor método. Del mismo modo extrajo otro elemento radiactivo, el torio, de las camisetas del sol de noche (así se llama, es esa lámpara portátil a gas que usa el abuelo cuando se corta la luz). Y a todo eso le sumó un ingrediente más que todo científico tiene en el primer cajón de su mesita de luz: papel aluminio.
La gracia de estos reactores es que generan más material fisionable del que consumen. En este caso se consume el torio de las camisetas y mediante un proceso que involucra la interacción de las partículas alfa del americio con el aluminio, se produce uranio. El uranio obtenido es ideal para usar como combustible en un reactor nuclear convencional porque es más fácil de fisionar que el torio inicial. Para que ocurra esto en forma sostenida se necesita cierta cantidad mínima de material radioactivo, la famosa ‘masa crítica’. El reactor que construyó David nunca alcanzó su masa crítica pero emitió dosis considerables de radiación y después de sus experimentos, en la tierra de su patio se medían niveles anormales de radiactividad.
Un día la policía lo encontró con su reactor en el baúl del auto y avisó a la Autoridad Regulatoria Nuclear. Llegaron a su casa, le incautaron medio jardín dentro de tachos para material radiactivo y se fueron, porque al fin y al cabo no había hecho nada ilegal.
Unos años más tarde David fue preso, para sorpresa de nadie, por robar detectores de humo. En 2016, luego de 39 intensos años de física nuclear y mails con docentes universitarios, murió por exceso de alcohol. De ahí la popular frase ‘si bebe, no fisione’ y una moraleja: es menos peligroso construir un reactor nuclear en el jardín que abusar de determinadas sustancias.