Si una ciudad quiere incorporar a las nuevas generaciones que crecen, necesita construir más viviendas. Si lo hace hacia los costados, irá ocupando cada vez más terrenos destinados a otros usos (humedales, espacios naturales, etc.). Pero en una ciudad densa, la alta concentración de personas y actividades económicas en un mismo espacio compacto hace más eficiente todo servicio urbano que se preste como red (agua, residuos, saneamiento, transporte, educación, salud, energía). Es más fácil sumar un aula a una escuela o un vagón a un subte si la escuela y la estación ya existen, y no si hay que crearlas desde cero en otro lugar. Además, la cercanía de oportunidades de trabajo, educación y diversión hace que para moverse no sea tan necesario el auto.
La creatividad, el principal producto de una ciudad, es una chispa que es más probable que prenda cuando hay muchas personas chocando. Casi no hay grandes artistas, intelectuales o científicos que hayan elaborado sus trabajos aislados en pequeños pueblos perdidos en las montañas.
Pero atención: la calidad de vida es un equilibrio, las tensiones en torno a la densidad pueden desbalancearlo, por exceso o defecto. Tanto las casas bajas sin cosas para hacer como las torres de 30 pisos que tapan el sol son problemáticas. En algún punto intermedio hay una densidad gentil.

