Un departamento puede valer el doble que otro aunque sean idénticos puertas adentro. ¿Por qué? Porque quizá fuera de esa puerta hay una estación de transporte público que la conecta en 15 minutos con lugares de trabajo, varios locales donde comprar la comida en el camino de vuelta, un parque donde ir a pasear al perro y tres buenas escuelas a menos de 10 cuadras.
La armonía entre estos espacios crea un efecto de retroalimentación mutua. Alguien pone un almacén cerca de donde hay viviendas porque es más probable que vayan a comprarle. A la vez, tener un almacén entre la estación de subte y la puerta de casa hace más valiosa esa casa. Si se construye un parque y una escuela cerca, tanto la casa como el almacén se vuelven automáticamente más valiosos. Todas esas cercanías producen un feedback loop que puede apalancarse desde la política pública y el diseño urbano.
Diferentes corrientes (Henry George, Cristian Topalov, Manuel Castells) plantean la posibilidad de captar vía impuestos y otros instrumentos esta renta superior que se produce en un departamento gracias a la construcción de un parque o un subte (que el dueño del departamento no construyó), para poder volver a invertir sobre la ciudad. Algunas ciudades como Washington DC han comprado directamente la tierra lindante, previamente a construir una estación, con el objetivo de desarrollar espacio urbano en su entorno.
