Si no fuera por las fibras ópticas, no tendríamos internet ni la red sería lo que es. Todo lo que vemos o leemos en nuestros celulares pasó por fibras ópticas. Esas fibras atraviesan cordilleras y océanos, apenas apoyadas en sus fondos, protegidas por capas y capas de cable.
Una sola fibra óptica de 10 micrómetros de diámetro (una centésima de milímetro) puede transmitir fácilmente con la tecnología estándar actual 100 terabits por segundo de información, que es por lo menos diez veces más que lo que entra y sale desde y hacia toda la Argentina en hora pico. Es decir, la capacidad de las fibras es, todavía, prácticamente infinita. Es bueno saber que a pesar de todo lo que nos impresiona, internet aún está en pañales. El problema es que no es lo mismo transmitir esa cantidad de información en un metro que en 5000 kilómetros. ¿A cuánta distancia puede una fibra transmitir a esa tasa? No más de 100 kilómetros con los transmisores y detectores de hoy en día.
Nuestro superhéroe, el erbio, permitió en la década del 90 revolucionar la transmisión de datos a largas distancias. Resulta que el erbio puede amplificar luz que ya recorrió 100 kilómetros a través de fibras ópticas. Es el único elemento químico con el que podés dopar la sílice (es decir, podés poner iones de erbio en el medio del mar sólido de sílice del que están hechas las fibras ópticas) y, además, absorbe y emite luz justo en las frecuencias utilizadas para transmitir en fibras ópticas, que no son las de la luz visible, sino las del infrarrojo. El erbio tiene entonces esa gran ventaja. Este elemento permite amplificar la señal de luz infrarroja: después de que recorra 100 kilómetros de sílice, hacés que esa misma luz recorra 30 metros de una fibra de sílice dopada con erbio. Cuando la señal en infrarrojo pase por la fibra dopada con erbio, saldrá amplificada. ¡Magia!
Esa magia fue la que permitió la revolución de internet de los 90 en adelante. El investigador que descubrió en la Universidad de Bath, en Inglaterra, que dopando fibras de sílice con erbio podía crear amplificadores ópticos y revolucionar el mundo confesó, años más tarde, que en realidad estaban tratando de inventar un láser, y que tardaron 10 años y 15 publicaciones científicas en darse cuenta de que si sacaban los espejos tenían un amplificador. Si no entendiste esto último no importa, la idea es que buscando algo super complicado no se daban cuenta de que una idea mucho más simple los haría millonarios.
Como tampoco se dio cuenta el químico sueco Carl Gustaf Mosander, quien descubrió el erbio en 1843 en un pequeño pueblo cerca de Estocolmo, de que su descubrimiento iba a permitir, más de 150 años después, una revolución en las comunicaciones y que vos estés leyendo estas líneas, que antes de llegar a tu manos estuvieron hospedadas en algún servidor en Miami, y que recorrieron miles de kilómetros de océano, amplificadas por fibras dopadas con erbio, para que vos puedas hacerlo.