Drogas de diseño

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En el capítulo anterior hablamos sobre las sustancias psicodélicas naturales como la psilocibina o la mescalina y sobre algunas sintéticas como el LSD, además de sobre cómo estas drogas jugaron un rol fundamental en el “renacimiento” del interés por la psicodelia en Occidente. No obstante, desde una perspectiva contemporánea, todas ellas forman parte de lo que podríamos denominar “la etapa inicial” de la historia de la psicodelia occidental.

Al progresar el siglo XX, varios científicos de alto nivel enfocaron sus investigaciones en el campo de los psicodélicos, lo que resultó en una verdadera revolución en nuestro entendimiento sobre la estructura química de estas drogas. Este conocimiento tuvo como consecuencia inmediata la aparición de drogas sintéticas “diseñadas”. Si bien la síntesis de compuestos psicodélicos (como el LSD) ya era moneda corriente durante la primera mitad del siglo XX, la novedad de las llamadas “drogas de diseño” consistió en la manipulación intencional de su estructura química con el fin de maximizar el potencial psicodélico.

Discutir sobre esta clase de sustancias requiere, indefectiblemente, comprender cómo el diseño de estas moléculas repercute sobre su efecto final en el cerebro y la conciencia humana. Por lo tanto, es inevitable explicar cómo deben interpretarse los esquemas que muestran la estructura de distintas moléculas; aunque nuestro tratamiento del tema no será exhaustivo, sino más bien conceptual.

Como introducción vamos a utilizar una sustancia genérica perteneciente a la familia de las feniletilaminas. Esta elección no es arbitraria, ya que existe una estrecha relación entre las feniletilaminas y la historia de las drogas de diseño.

Molécula de feniletilamina. Y los grupos funcionales que la conforman

A la derecha, la molécula de feniletilamina. Y a la izquierda, los grupos funcionales que la conforman. El más importante es el grupo llamado “fenil”, el cual consta, principalmente, de un anillo bencénico formado por seis átomos de carbono ubicados en forma hexagonal, unidos a átomos de hidrógeno o bien a otros átomos de carbono por medio de enlaces simples o dobles (en realidad, estos enlaces no son ni simples ni dobles, pero esta distinción no es importante para nuestros fines). Como complemento, están el “etil” (un grupo de dos carbonos) y la “amina” (un átomo de nitrógeno unido a dos hidrógenos).

La feniletilamina representa la base sobre la que se construyen todas las drogas del grupo de las feniletilaminas, ya que al agregar distintos fragmentos de moléculas (los “grupos funcionales”) en las posiciones R2, R3, R4, R5, R6, Rα, Rß, RN de la imagen, se obtienen distintos compuestos. De manera simplificada, la historia de las drogas de diseño consiste en unir “cosas” (grupos funcionales) a distintos lugares de la estructura fundamental de las feniletilaminas y estudiar sus efectos en el cerebro humano.

La mescalina

Es apropiado comenzar esta discusión hablando de la mescalina, la primera feniletilamina con propiedades psicodélicas conocida en Occidente. Además de su importancia histórica como componente cultural de muchos pueblos originarios del continente americano, la mescalina es especial porque se trata de la única feniletilamina natural agonista de los receptores 5-HT2A (recordemos que en el capítulo anterior se explica que los psicodélicos “clásicos” causan sus efectos mediante su acción en los receptores de serotonina 5-HT2A).

Si bien se conoce más de una docena de feniletilaminas presentes en los cactus, la mescalina es la única que produce efectos psicoactivos (típicamente psicodélicos). Aunque en la mayoría de los casos sólo se encuentra presente en bajas concentraciones, existen algunas especies en las cuales la densidad de mescalina es suficiente como para considerarlas una fuente natural al alcance humano.

La presencia de la mescalina fue reportada en más de sesenta y cinco especies de cactus y prácticamente no se tienen registros de su existencia fuera de la familia de las cactáceas.
La primera de ellas es el famoso peyote (Lophophora williamsii), un cactus pequeño y casi esférico en apariencia, de apenas unos 10 centímetros de diámetro y tan solo 5 centímetros de alto. Proveniente del noreste de México, en la frontera con Estados Unidos, el peyote tiene un crecimiento extremadamente lento –al igual que las demás especies del género Lophophora– y puede tardar hasta más de treinta años en alcanzar la edad de floración. Luego se encuentra el San Pedro (Echinopsis pachanoi, también conocido como “Trichocereus pachanoi), cactus que suele crecer en los ambientes de la Cordillera de los Andes entre los 1000 y 3000 metros sobre el nivel del mar. Por último, la tuna Stetsonia coryne y el cardón Trichocereus terscheckii son cactus provenientes de los desiertos en el noroeste argentino y poseen un significativo contenido de mescalina.

Si bien los españoles se percataron del uso del peyote cuando llegaron a México y los registros arqueológicos sugieren que algunas culturas precolombinas lo utilizan desde hace más de cinco mil setecientos años, su estudio y análisis científico permanecieron ajenos a la cultura occidental hasta finales del siglo XIX (Bruhn y Holmstedt, 1973). En abril de 1887, el médico Joseph Raleigh Briggs publicó un artículo en el que describía su experiencia luego de consumir unos “botones de muscale”. En su relato, explicaba cómo había tomado conocimiento de la existencia de esta “fruta” a partir de su hermano, quien había pasado varios años entre las diferentes tribus de la región. Briggs contó también cómo los mexicanos comían, masticaban y tragaban el jugo de este cactus con el objetivo de intoxicarse, olvidar sus problemas y disfrutar de “bellas visiones”, tales como “búfalos y caballos salvajes emergiendo de la tierra”.

Según el relato original de Briggs, el peyote era considerado una planta sagrada de gran valor cultural y alto precio comercial, y sólo era consumida dentro de la tribu por los jefes, “los hombres de la medicina y otros notables”. Si bien Briggs aclaró que nunca vio con sus propios ojos a ningún nativo bajo la influencia de esta sustancia, sí afirmó haber aprendido de fuentes muy confiables en qué consistía el ritual de ingesta. Según relató, el nativo comenzaba por comer de seis a diez de esos “botones” de unos 5 centímetros de diámetro y 1,5 de espesor, y luego procedía a disponerse adecuadamente de sí mismo en su carpa, “al igual que lo haría un fumador de opio”. Briggs continuaba comentando que, en el transcurso de dos a cuatro horas, la persona se volvía totalmente “inconsciente”, condición que se mantenía así durante dos o tres días. Al regresar de su viaje místico y recuperar la conciencia, el individuo relataba a sus compañeros su aventura en el “mundo de los espíritus”. Luego de probar él mismo un tercio de botón, Briggs relató que esta fue sin duda alguna la experiencia más violenta que haya vivido tras consumir una sustancia.

Briggs terminaba su artículo afirmando que claramente existía un valioso potencial de investigación detrás de esta planta y que era de esperar que algún científico emprendedor llevara adelante los estudios que él ya no tenía la voluntad de emprender. Fue así como, en 1887, el farmacólogo alemán Louis Lewin recibió de parte de Briggs la primera muestra del cactus peyote para su análisis.

Las primeras feniletilaminas sintéticas

Max Jansen realizó un reordenamiento de los grupos funcionales alrededor del anillo bencénico (cambio del grupo funcional unido a R3 a la posición R2).
Louis Lewin fue el primero en reportar los alcaloides psicoactivos presentes en el peyote (1888). En reconocimiento por sus aportes a esta disciplina, el Museo Botánico de Berlín nombró a este cactus como Anhalonium lewinii. Sin embargo, la estructura molecular de la mescalina no sería individualizada en laboratorio hasta 1897, en manos del químico alemán Arthur Heffter. Luego fue el químico austríaco Ernst Späth –en su laboratorio en Viena en 1919– quien la sintetizó por primera vez (es decir, la obtuvo de manera completamente artificial a partir de reactivos simples).

Por sus importantes aportes e investigaciones, Louis Lewin y Arthur Heffter son considerados hoy en día dos de los grandes padres de la psicofarmacología moderna.

Algunos años después, Max Jansen reportó el primer análogo sintético de la mescalina, una sustancia de igual composición química, pero con diferente estructura espacial que, a pesar de no ser activa en el ser humano, sentó los antecedentes para la exploración sistemática de las feniletilaminas: la TMPEA (2,4,5-Trimetoxi-Feniletilamina) (1931).

Hubo que esperar hasta 1947 para que se sintetizara otro análogo. En este caso, P. Hey creó la molécula conocida como “TMA” (trimetoxianfetamina),


Estructura química de la mescalina.
Estructura química de la mescalina. A partir de las variaciones en su estructura básica fue posible sintetizar TMPEA y TMA.

aunque la falta de ensayos con animales y humanos no le permitió conocer los efectos neurofisiológicos y comportamentales que esta producía. Fue así como Hey había sintetizado, sin saberlo, la primera feniletilamina completamente artificial con actividad psicotrópica de la historia, confirmada en humanos ocho años después por Peretz y su equipo (1955).

Las investigaciones de Alexander Shulgin

Es en este punto donde hace su entrada estelar la figura más importante en el estudio de las feniletilaminas y sus atributos psicodélicos, así como en la divulgación social y popularización de los efectos de distintos psicodélicos. Alexander Theodore Shulgin nació el 17 de junio de 1925 en Berkeley, California (Estados Unidos). Sus destacados atributos como estudiante le permitieron obtener una beca completa para asistir a la Universidad de Harvard. Sin embargo, con el surgimiento de la Segunda Guerra Mundial en aquellos años, Shulgin decidió interrumpir momentáneamente su carrera para enrolarse en la Armada de Estados Unidos. Esta decisión, lejos de alejarlo del camino de la ciencia, resultó inspiradora. Fue justamente durante su servicio militar cuando descubrió su interés por la farmacología y su relación con la mente humana, luego de que una experiencia despertara su curiosidad. Justo antes de recibir una cirugía para curar una infección en su dedo pulgar, una enfermera militar le dio jugo de naranja con unos cristales no disueltos en el fondo del vaso. Convencido de que el precipitado eran restos de algún sedante, Shulgin cayó profundamente dormido luego de beber todo el contenido del recipiente, sólo para descubrir al despertar que tal sustancia era simplemente azúcar. Irónicamente, la primera gran experiencia de Shulgin sobre la relación entre la mente humana y las sustancias psicoactivas había sido mediada por el efecto placebo.

Un día de primavera en 1959, unos amigos de Shulgin le ofrecieron mescalina y le propusieron cuidarlo durante la experiencia. Shulgin aceptó y, luego de consumir la sustancia, pasó el resto de la tarde absolutamente deslumbrado por la intensificación en la experiencia visual con la que percibía su entorno, la amplificación y la distorsión sobre la apreciación tanto de los colores como también de las texturas, las formas y las dimensiones espaciales. El hecho de que esta intensa experiencia hubiera sido provocada por apenas una fracción de gramo de un sólido blanco lo dejó atónito y le resultó imposible explicar cómo tales vivencias podían estar contenidas dentro de una simple sal. Motivado por su reciente epifanía y los descubrimientos publicados por Peretz y su equipo acerca de los efectos de la TMA en los seres humanos, Shulgin escribió un nuevo artículo científico sobre esta sustancia y un estudio más amplio sobre su farmacología (Shulgin y otros, 1961).

Al intentar replicar la experiencia y verificar los efectos reportados por Peretz y sus colegas, Shulgin y su equipo comprobaron que, si bien la intensidad y duración de los efectos coincidían con los descriptos anteriormente, no se observaron los efectos psicoactivos expuestos en el artículo. Sin embargo, para sorpresa de todos, al aumentar la dosis vieron que la respuesta de los sujetos cambiaba de una manera drástica. El comienzo de la experiencia se percibía a los treinta minutos y se caracterizaba por un transitorio pero fuerte –y hasta en algunos casos angustioso– malestar físico que podía variar entre individuos e incluir sudoración, temblores, escalofríos, náuseas y mareos durante al menos una hora posterior a la ingesta. Una vez trascendida la tediosa etapa inicial (aproximadamente a las dos horas de ingerir la dosis), la experiencia se tornaba comparable a la obtenida con mescalina, con su distintiva ampliación y deformación visual. La completaban un incremento en la valoración sensorial auditiva y táctil. Esta última involucraba, además, un hormigueo esporádico o un adormecimiento de la piel. Si bien hasta en algunas ocasiones los sujetos pudieron percatarse y lograr apreciar el fenómeno de sinestesia sensorial, ninguno de los participantes manifestó haber sentido los efectos empáticos que sí están presentes en la mescalina.

Lejos de su vocación por los psicodélicos, Shulgin tuvo una gran carrera profesional en la industria química. Desarrolló para Dow Chemical el primer pesticida biodegradable de la historia (Zectran). El producto resultó altamente rentable en aquellos años y en forma de agradecimiento la empresa le permitió a Shulgin continuar trabajando para ellos con plena libertad en elegir el tema que deseara investigar. Aprovechando esta oportunidad, Shulgin finalmente pudo dedicarse por completo al estudio de los psicodélicos.
Al notar el significativo incremento en la potencia y actividad de la TMA, resultante de agregar un grupo metilo en la posición Rα de la mescalina, Shulgin se preguntó si al continuar prolongando la cadena que se desprende de Rα con grupos cada vez más largos (de hasta nueve carbonos) podría obtener entonces sustancias con efectos aún más notorios. Sin embargo, todos estos compuestos resultaron inactivos en el ser humano, con lo que se dejó sentado que la actividad potencial máxima de la molécula se obtiene con un solo grupo metilo en la posición Rα.

Shulgin también notó cierta similitud estructural entre la mescalina y algunas moléculas presentes en los aceites esenciales de diferentes plantas que tienen un perfume intenso, como por ejemplo, el apiol en el perejil

El consumo de nuez moscada siempre fue asociado con propiedades psicotrópicas. Sin embargo, la explicación detrás de tales efectos y su asociación puntual con un componente activo individualizado seguía sin ser concluyente hasta que Shulgin se preguntó si la miristicina, el principal constituyente de sus extractos, podría explicar estas propiedades.

o la miristicina en la nuez moscada. Basándose en recientes investigaciones de aquel entonces sobre la presencia de alcaloides en la orina de cobayos y ratas como resultado de la metabolización de dichos aceites, Shulgin propuso la teoría de que tales alcaloides podrían ser anfetaminas producidas en el hígado a partir de la metabolización de los productos derivados de dicho aceite. Shulgin investigó entonces si la miristicina podría estar convirtiéndose “in vivo” en una molécula conocida como “MMDA”, la cual se deriva de la miristicina de la misma manera en que la TMA se obtiene de la mescalina (unión de un metilo en la posición Rα).

Al probarla, el propio Shulgin pudo verificar en sí mismo que efectivamente se encontraba delante de un nuevo compuesto psicoactivo. Esta molécula fue su primer aporte totalmente original al mundo de las feniletilaminas psicodélicas. La sustancia obtenida resultó ser un 50% más fuerte que la TMA y tres veces más potente que la propia mescalina (Shulgin y Shulgin, 1995). El paso siguiente, entonces, fue reordenar los grupos sustituyentes alrededor del anillo bencénico de la TMA y la MMDA, tratando de encontrar aquella distribución que resultase en el isómero de mayor potencia. Shulgin reordenó los grupos funcionales que se encontraban ocupando las posiciones R3 y R5 y sintetizó nuevos isómeros con estos sustituyentes en las posiciones R2 y R6, lo que resultó en los isómeros conocidos como “TMA-2”, “TMA-3”, “MMDA-2” y “MMDA-3a”.

En líneas generales, según Shulgin, los efectos producidos por las sustancias obtenidas eran “cualitativamente similares” a los de la mescalina, a excepción de la ausencia tanto de náuseas como de la alteración en la percepción de los colores. Los dos nuevos isómeros de la MMDA resultaron más potentes que la propia molécula de referencia, generando en todos los casos respuestas similares que podrían ser descriptas como sentimentales, empáticas y agradables (Ibídem). En contraste, la TMA-2 produjo ansiedad e intranquilidad en los sujetos de prueba, de manera similar a lo ocurrido con el compuesto TMA original en su investigación anterior. Por último, el isómero restante, TMA-3, lejos de todo posible pronóstico, no produjo efectos físicos ni psicotrópicos, incluso en dosis superiores a las probadas con los demás compuestos del ensayo.

Para mejorar la estabilidad metabólica, Shulgin sustituyó el grupo metoxilo de la posición R4 del TMA-2 por un grupo metilo, dando así nacimiento a la DOM. Shulgin sintetizó DOM durante 1963 y finalmente, el 4 de enero de 1964, decidió probar la sustancia. Al igual que en incontables ocasiones con otras sustancias que él mismo había sintetizado y que jamás ningún humano había probado antes, Shulgin realizó el bioensayo comenzando con una dosis inicial que él entendía como suficientemente baja y segura para luego proceder a incrementarla progresivamente de manera minuciosa. Sin embargo, en esta ocasión, no tuvo que esperar mucho hasta percibir los primeros efectos, ya que con una dosis de tan solo 1 miligramo, se comenzaba a romper el umbral. Nunca antes una feniletilamina en dosis tan bajas había producido efectos psicoactivos.

Hoy sabemos que la DOM es un compuesto psicoactivo con poderosos efectos psicodélicos y empatógenos, que presentan un retardo considerable en su manifestación (en comparación con, por ejemplo, el LSD). La sustitución del metilo en R4 por otros grupos funcionales da origen a la clase de sustancias conocidas como “DOx” (todas ellas agonistas de receptores 5-HT2A), de la cual el DOB es sólo un ejemplo en particular. Estas sustancias se hicieron populares dado que su potencia era lo suficientemente grande para distribuirlas mediante “blotters” o papeles impregnados (el medio de distribución usual del LSD).

Los compuestos que se obtienen de excluir el grupo metilo en Rα del DOx y agregar distintos grupos funcionales en la posición R4 se conocen como “2C-x”. Un ejemplo popular de la familia de 2C-x es el 2C-B (resultante de agregar un bromo en la posición R4). Su consumo ocasiona distorsiones visuales y auditivas, así como efectos empatógenos e incremento del deseo sexual. El reemplazo del bromo por iodo resulta en 2C-I, sustancia que puede utilizarse para obtener la droga conocida como “25I-NBOMe”, de particular relevancia contemporánea, en especial en Argentina, dado que suele comercializarse –en el mercado negro, por supuesto– bajo el nombre de “LSD”, ya sea por ignorancia o por mala intención. Si bien obviamente no existen cifras oficiales sobre la prevalencia del NBOMe, se puede decir con cierta seguridad que lo que circula en “blotters” es, en la mayoría de los casos, NBOMe y no LSD. A diferencia de este último, el consumo de NBOMe puede desencadenar peligrosas reacciones fisiológicas que incluyen hipertensión, taquicardia, vasoconstricción, espasmos musculares y, en algunas ocasiones, infarto y muerte (Wood y otros, 2015).

“Éxtasis” y anfetaminas

“Éxtasis” es el nombre más popular por el cual se identifica a la sustancia 3,4-metilenedioxi-N-metil-anfetamina (MDMA). Como discutimos en un capítulo anterior, se trata de una droga que genera fuertes sensaciones de bienestar y empatía, y a pesar de que su nombre tenga la palabra “anfetamina”, el éxtasis está muy lejos de tener las propiedades psicofarmacológicas de estas. La palabra “anfetamina”, si bien en realidad es un término técnico que hace referencia a una estructura molecular en particular, lamentablemente con el pasar del tiempo fue perdiendo su significado concreto y hoy suele utilizarse para referirse de manera muy poco específica a diferentes cosas.

Como bien explicó Shulgin en una carta publicada en una revista científica sobre toxicología, para la Policía y las fuerzas de la ley las anfetaminas son aquellos fármacos de tipo estimulantes que se encuentran enmarcados dentro del listado de sustancias prohibidas, y por lo tanto son ilegales independientemente de


Estructura quimica de la Anfetamina y el MDMA

cuál sea su composición química precisa (Shulgin, 1976). Para los farmacólogos, las anfetaminas son una clase de compuestos que actúan sobre el sistema nervioso central y causan dilatación de las pupilas, aumento de la vigilia y pérdida del apetito.Para los químicos, son sustancias que contienen dentro de su molécula el esqueleto estructural de carbono denominado “alfa-metil-feniletilamina”, comúnmente abreviado como “anfetamina”. Según Shulgin, la respuesta a si el MDMA es una anfetamina es que, por ser una feniletilamina y presentar un grupo funcional metil en la posición Rα, efectivamente comparte una similitud estructural con las anfetaminas. Sin embargo, si bien esta semejanza representa un indicador para predecir sus efectos, no es condición suficiente para comprender la totalidad de su dinámica química y los efectos que generará sobre el organismo.

La lección que extraemos de comparar los efectos del MDMA y las anfetaminas (en el sentido legal o farmacológico) es que la más ligera modificación en la composición de una molécula puede alterar completamente los efectos o la capacidad de reacción de una sustancia. Tal es así que incluso un simple reordenamiento espacial de los átomos que la conforman, sin alterar en el proceso su composición, puede y suele implicar como resultado propiedades fármaco-químicas y efectos fisiológicos totalmente diferentes.

Las drogas de diseño y la “guerra contra las drogas”

Hoy por hoy, las drogas de diseño suelen identificarse como un recurso que los narcotraficantes utilizan para mantener sus ventas luego de que sustancias más tradicionales como el LSD o la psilocibina son declaradas ilegales. En este contexto, es importante remarcar –como la lectura de este capítulo sugiere– que las drogas de diseño no son un fenómeno contemporáneo y tampoco una reacción a la ilegalización de los psicodélicos “clásicos”. Los derivados de las feniletilaminas surgen de un auténtico esfuerzo científico por comprender la relación entre la estructura molecular de las feniletilaminas y sus efectos en el sistema nervioso, y no por un esfuerzo de reemplazar un producto de mercado por otro.

No obstante, es importante notar que la existencia de las drogas de diseño abre la puerta para diversificar la producción de sustancias psicoactivas en relación con los compuestos utilizados para su síntesis. De esta manera, esfuerzos para controlar una sustancia utilizada en la síntesis del MDMA, como por ejemplo, el safrol, han resultado en la comercialización de drogas de diseño de efectos más o menos similares. Las pastillas “Superman” –tristemente conocidas en Argentina por su rol en la tragedia de la fiesta Time Warp de Costa Salguero en abril del 2016– contienen PMMA (parametoximetanfetamina). Esta sustancia es una feniletilamina que se obtiene de reemplazar el safrol por el estragol (un compuesto presente en el aceite de anís) en el proceso de síntesis. Como otro ejemplo, la venta de 25I-NBOMe en Argentina se debe a su bajo costo de producción, así como a la dificultad para realizar la síntesis del LSD debido, en parte, al control sobre los precursores químicos.

Observamos entonces una situación aparentemente paradójica: la “guerra contra las drogas” ha intentado limitar la disponibilidad de los compuestos necesarios para sintetizar ciertas sustancias ilegales, pero bastante bien estudiadas y relativamente seguras (o de riesgo conocido), como el LSD y el MDMA. En respuesta a estas limitaciones, siempre ha sido posible diseñar un compuesto de efectos parecidos, el cual, muchas veces, presenta niveles de toxicidad superiores a los de la sustancia original.

Las drogas de diseño no representan un mal en sí mismo, aunque sus daños se hacen evidentes cuando inundan el mercado para reemplazar (muchas veces sin que los usuarios lo sepan) otras drogas. Este problema, como muchos otros asociados a la cruzada contra las drogas, podría resolverse mediante una legislación basada en evidencia que intente reducir los riesgos asociados a las drogas psicotrópicas (como por ejemplo, puestos de control en las fiestas electrónicas).

La diversidad química de los psicodélicos permite a los narcotraficantes sintetizar nuevas moléculas todos los años mediante la combinación, agregación y recombinación de distintos grupos funcionales. Por ello, la prohibición de cada una de las sustancias que pueden derivarse de una molécula simple como la mescalina resulta en un juego donde el perro se persigue la cola sin alcanzarla nunca. En Estados Unidos, la intención de prohibir las drogas de diseño ha resultado en la llamada “Ley Federal de Análogos”, que prohíbe familias enteras de sustancias. Esta legislación es un gran retroceso y además no tiene en cuenta la opinión de los expertos. Dicha ley fue criticada duramente, por ejemplo, por el profesor Les Iversen, Jefe del Consejo Asesor sobre el Abuso de Drogas del gobierno de Inglaterra (ACMD, por sus siglas en inglés) y cuarenta y seis científicos más.

Una alternativa más inteligente y efectiva sería legislar las drogas de diseño con base en el riesgo que representa su consumo, y no en su estructura química. Esta es, posiblemente, la única manera de proteger a la sociedad de la proliferación de sustancias psicoactivas peligrosas, destinadas a llenar un vacío ocasionado por la guerra declarada contra otras sustancias menos riesgosas y mucho mejor estudiadas.

Referencias
Bibliográficas

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Lewin, L. (1888). “Ueber Anhalonium Lewinii”. N-S Arch Pharmacol, 24(6): 401-411.

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Shulgin, A. T. (1976). “Letter: On the Term ‘Amphetamines’”. Clin Toxicol, 9(3): 449.

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Wood, D. M. y otros (2015). “Prevalence of Use and Acute Toxicity Associated with the Use of NBOMe Drugs”. Clin Toxicol, 53(2): 85-92.