Años antes de dedicarse a una fructífera carrera como mayorista de los estupefacientes, Werner Karl Heisemberg tuvo tiempo de pasear por las mejores universidades de Europa y ganar un Nobel.
Nacido en 1901 en Alemania, fue compañero de estudios de Wolfgang Pauli y asistente de Max Born y Niels Bohr, pero después de años de confundirlos por su apellido se dedicó a su propia línea de investigación.
Casi tan famoso por su capacidad para la física teórica como por su incapacidad para la física experimental, Werner rebotaba entre la matemática pura, la física teórica y cualquier cosa que no incluyera pisar un laboratorio.
Como ella hace ravioles, yo hago ravioles, ella hace puchero y yo hago puchero, Werner decidió que era hora de ganar su propio premio Nobel y, de paso, que era un buen momento para poner en palabras el vacío existencial que lo aquejaba ante cada decisión. Así fue que formuló el Principio de la Indeterminación, que (no sin cierta ironía) determina que no se puede afirmar, en términos de física cuántica, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son la posición y el movimiento lineal de un objeto. Principio también conocido como el de Exclusión Mútua de la Chancha, los 20 y la Máquina de hacer Chucrut.