Hola! Como siempre, espero que este mail te encuentre genial. A mí me encuentra lleno de dudas. Sospecho que es parte de la recontra clásica curva de confianza Dunning Krueger: primero voy a tener la sensación de no saber nada, después de saber todo, la próxima estación es un cachetazo de humildad al empezar a entender todo lo que no entiendo, y de ahí para arriba, un camino de crecimiento en experiencia y confianza al mismo tiempo.

Por suerte, esta curva ya me es una vieja conocida, así que empecé por ahorrarme la primera sensación de confianza extrema y a evitar tener posiciones fuertes y seguras sobre temas que desconozco. Por ejemplo, el futuro. O, más bien: el futuro de la biósfera. 

Al mismo tiempo, este newsletter ha sido una forma de recorrer este camino acompañado, así que hoy nos invito no solamente a bucear de lleno el valle de la desesperanza sino también a cambiarle el nombre. ¿Quién bautizó el momento en el que te das cuenta que no sabés tanto como esperabas como ‘Valle de la desesperanza’? A mí me re estimula el sacudón de darme cuenta de que no sé lo suficiente sobre algo, más cuando sé que hay un montón de gente de la que puedo aprender. 

Nos propongo renombrarlo, entonces, ‘Valle de la humildad’ y recorrer algunas de las conversaciones más tensas sobre el futuro de la biosfera, especialmente aquellas sobre las que siento que hay menos seguridades.

Les pido acompañarme en un agudo descenso a la certidumbre.

Desde el último NL estuvimos trabajando mucho en los gráficos unificados de todo el proyecto Clima. Esta tarea resultó ser todo lo compleja que esperábamos que fuera: implicó (y sigue haciéndolo, porque no terminamos)  decidir qué información es relevante, en qué momento, para qué usuarie, como parte de qué historia. Particularmente, la parte que se me hizo más cuesta arriba fue visualizar la pila de futuros posibles a los que podemos dirigirnos.

Me llamó la atención un trabajo publicado en Nature hace apenas unos pocos días que dice que, si hacemos todo lo que dijimos que íbamos a hacer, y si lo hacemos  a tiempo y de forma completa, podemos llegar a escenarios compatibles con limitar la temperatura promedio del planeta a 2 ° (por sobre el promedio preindustrial).

¡Espectacular! Buena noticia inesperada, hay un futuro posible en el que efectivamente evitamos un futuro durísimo navegando una transición hacia la sustentabilidad. Al obelisco a festejar. 

PERO.

Publicamos el borrador del capítulo de Tamara Ulla (que pueden ver acá), y todo lo que era futuro esperanzador se me fue al tacho y volví al profundo Valle de la humildad y a no tener absolutamente ni idea de lo que va a pasar mañana. En particular, la distancia que me aumentó la incertidumbre fue la que hay entre ‘saber lo que necesitamos hacer, acordar lo que necesitamos hacer y hacer lo que necesitamos hacer’ y que se ve en una de las figuras que más me gusta (y que más me baja la esperanza):

Todo indica que la temperatura es mucho, mucho más sensible a las emisiones que a nuestro discurso sobre las emisiones. ¿Quién hubiese pensado que hablar sobre las cosas tomando muy pocas acciones concretas iba a tener impactos nulos sobre los procesos?

Pero, una vez lanzado en culipatín hacia el fondo del valle de la bajísima confianza, no iba a detenerme acá.  En una especie de falta de confianza al cuadrado, me empecé a preguntar cuán sólido era ese  escenario de ‘hacemos lo que dijimos que vamos a hacer y va a estar todo bien’. Y lo que encontré tampoco me gustó. 

Hace unos pocos días, Antonio Gutierrez, el Secretario General de Naciones Unidas, tiró este tuit: “El modelo actual de crecimiento infinito en un mundo de recursos físicos finitos generará inflación, caos climático y conflicto. La solución es clara: recursos renovables infinitos -viento, sol, mareas- están a nuestra disposición para resolver nuestras necesidades energéticas.”

Tengo cero dudas sobre la primera mitad: el modelo actual de crecimiento infinito en un mundo de recursos finitos no funciona. Re de acuerdo, lo charlamos en el primer NL de todos, donde hablamos sobre colapso o transición. El problema es la segunda parte de ese tuit. ¿De qué habla Antonio cuando piensa en recursos renovables infinitos? Porque, sí, el viento, el sol y las mareas son un MONTÓN de energía libre, limpia y renovable, no así los dispositivos tecnológicos que necesitamos para metabolizar esa energía de manera que nos sea provechosa. No soy el único al que le hizo ruido: Juan Arroyo, especialista en energía, también lo vio y hasta habla de eso en su borrador.

Lo traigo porque entender que las renovables son renovables pero no infinitas me llevó un tiempo, y acá voy a abrir una puerta terrible sobre un tema complejo: el desacople. ¿Qué es el desacople? Es la idea de que los sistemas económicos pueden crecer sin afectar directamente los ecológicos.

¡Qué idea espectacular! Crecer sin impactar el entorno. Desarrollar nuestras economías sin afectar el sistema termodinámico del que somos parte. Es tan buena idea que no puedo creer que no se nos haya ocurrido antes. Es más, voy a intentar lo mismo a nivel personal: voy a desacoplar mis acciones de sus consecuencias. Me propongo mejorar todos los indicadores de bienestar en mi salud física y mental desacoplándolos de las actividades que realizo. A partir de mañana, no importa que coma mal, duerma poco, o mire horas de Tiktok en un profundo sedentarismo: mis resultados van a estar apalancados por un desarrollo tecnológico sin precedentes ni fronteras en el que confío ciegamente y sin necesidad de evidencia alguna sobre su factibilidad concreta. 

Te amo, desacople. Contame historias que desafíen la termodinámica mientras todo se quema. 

Bueno, no. ¿Entiendo la necesidad de una narrativa de no cambiar nada y que todo se solucione? Por supuesto, parte de navegar la transición va a ser elegirla, y elegirla es, efectivamente, hacer las cosas distinto para que pasen cosas distintas. 

En Pensar en sistemas, Donella Meadows (coautora, también, de Los límites del crecimiento) dice que ‘El crecimiento tiene costos tanto como beneficios, y normalmente no contamos los costos, entre los que se encuentran la pobreza y el hambre, la destrucción ambiental, etc., ¡la lista completa de problemas que estamos tratando de resolver con crecimiento! Lo que se necesita es un crecimiento mucho más lento, tipos de crecimiento muy diferentes y, en algunos casos, crecimiento nulo o crecimiento negativo.’

Probablemente esta idea sea la última estación hasta el fondo total del valle de la incertidumbre. 

La buena noticia es que, sabiendo esto, podemos empezar a salir del fondo del valle. Lo primero va a ser reducir algunas incertidumbres básicas. La primera decisión que tuve que tomar, aún con poca certeza, fue elegirme Equipo Colapso o Equipo Transición. 

Ser parte del primero no necesariamente incluye bajar los brazos, pero sí, literalmente, perder un poco la fe en la Humanidad dado que, para que pase el colapso, solamente necesitamos seguir haciendo lo mismo que venimos haciendo. 

En términos de diseño, elegirnos Equipo Transición es un opt in: algo que elegís activamente hacer y que implica una decisión y la expresión concreta de esa decisión. 

Si suficientes personas elegimos cualquiera de los dos caminos, ese es el que va a pasar. La trampa está en que no elegir es elegir Equipo Colapso. Lo irónico (incluso lo perverso) es que anotarte en el Equipo Colapso no es necesariamente un acto de misticismo sino que implica también, a su manera, escuchar a la ciencia y actuar en consecuencia, pero esta vez abrazando los peores escenarios futuros proyectados. Implica mudarte a una parte del mundo donde haya disponibilidad futura de agua aun en las peores condiciones, aprender a vivir de la tierra y proveerte de energía y alimento, prepararte para la potencial violencia que implica la escasez, hasta entender cómo vas a metabolizar los cambios migratorios. Y de ninguna, ninguna manera voy a juzgar a quienes elijan asumir que ese es el futuro más probable. Yo mismo no termino de entender lo que creo que va a pasar, pero sí empiezo a tener claro lo que deseo que pase, aun magnificando un poco más las acciones concretas que construir ese futuro de transición requiere.

Ahora, una vez que me decidí a ser Equipo Transición, puedo empezar a explicitar lo que sí aprendí, hasta ahora, que ese camino requiere:

Activar. En serio. Nunca una pala necesitó más ser agarrada para torcer un destino que hoy.

Contagiar. Esto va a ser una batalla de visiones. Cabezas, corazones y manos. El equipo con más poder de hacer construye el mundo que va a habitar. El decorado se calla.

Reconocer que seguir los mismos objetivos que seguimos hasta acá (principalmente, PBI como indicador prioritario a maximizar) no nos sirve como brújula hacia los futuros posibles en los que nos convertimos en un sistema justo, sustentable y compatible con los límites de la biosfera de la que formamos parte.

Recordar que quienes menos tienen son les que más la sufren y van a sufrir los efectos del cambio climático y que es indispensable invertir esfuerzos, tiempo y dinero en saldar esta desigualdad, sin lo cual no hay transición justa.

Aceptar que la narrativa de desacople es, hasta que se demuestre lo contrario, demasiado buena para ser verdad.

Incorporar a la conversación ideas racionales, como la de decrecimiento, o por lo menos la de crecimientos distintos para regiones distintas, o dirigidos (compatible con algunas ideas que propone Fundar en su borrador).

Dado que hemos llegado al fondo del pozo, nos traje algunas cosas lindas también para recordarnos que la transición requiere no solamente miedo, sino también amor. Palo, sí, pero zanahoria.

Me crucé en Twitter hace unos días imágenes de una caminata pronuclear en Nigeria. Tiene tambores y un flow precioso, marchando por una búsqueda. Me pregunté cómo aprender de elles y sumarle a la narrativa de urgencia y miedo (ambos justificados), la alegría de lo que puede ser.

Para abonar a esto de la ilusión, este video de Our Changing Climate elige 3 soluciones que ya intentamos y ya funcionaron (o vienen funcionando y estamos para recontra redoblar esfuerzos): limitar gases clorofluorocarbonados y cómo eso recuperó la capa de ozono, escalar el éxito de los sistemas eólicos de generación de energía, elegir dietas basadas en plantas. Y lo mejor es que, como fuente, usaron los cálculos de Project Drawdown, un proyecto que ya nombramos acá y que, otra vez, está re bueno que conozcas.

Una última, un poco más falopa pero también super de imaginar en el futuro en el que las cosas sí funcionan: dirigibles. Naves gigantes que atraviesan el cielo y reemplazan a los aviones en viajes más lentos pero también espectaculares. Re estoy para tomarme un dirigible. El viaje es más largo, pero en el camino puedo escuchar Oh, la Humanidad, como oscuro homenaje (?). 

Hoy tengo hasta acá, nos leemos en un mes, muy probablemente con todos los borradores ya subidos y alguna otra novedad, como la incorporación de un capítulo nuevo y, quién les dice, un título para todo el libro.

Gracias por leer y gracias, como siempre, a Bancantes, que permiten que tengamos estas aventuras. 

Para sumarte a la estafa piramidal de construir el mundo que queremos, es por acá: https://elgatoylacaja.com/bancar

Proyecto Clima - Cuarto Newsletter. Enviado el 1 de julio de 2022.