Hamburguesas de Rihanna

Hola! Espero que este mail te encuentre bien. Sé que tardé en escribir, pero quería darme un tiempo para decantar todo lo que pasó este último mes.

Si no nos cruzamos todavía en alguna de las presentaciones, acá podés encontrar el video de Buenos Aires que quedó hermoso. Lo que más me moviliza al volverlo a ver es la cantidad de personas que trabajamos para darle forma a este proyecto y lo distintas que somos esas personas.

Tan lindo fue presentar el proyecto que nos alegró poder hacerlo también en Río Cuarto y en Ciudad de Córdoba. ¿Tenemos ya más destinos posibles de presentación? Re, pero paciencia, primero aterricemos este año. 

A mí todo este proyecto me sirvió (y me sirve) principalmente como una forma de darle sentido al presente usando una perspectiva de transición. Una que me sirve para entender mejor desde tensiones geopolíticas hasta decisiones diarias, desde la continuidad de Xi Jinping al frente del Partido Comunista Chino hasta mi relación con la compostera.

Lo otro que terminé de decantar fueron los tiempos y la intensidad de los cambios que necesitamos. Acá no hay mejora contínua que valga. Es innovación radical o colapso.

Sé que vengo bastante gede con la idea de innovación radical, así que me corresponde tratar de respaldar eso y ser preciso ¿por qué radical? y ¿qué es una innovación radical y qué no?

Lo primero: no tenemos tiempo de ser moderades. Hay un gráfico que me encanta (me aterra también, pero me parece muy efectivo en su forma de transmitir terror, así que por eso es un buen gráfico).

Gráfico de líneas que muestra diversas proyecciones de emisiones de CO₂ globales en miles de millones de toneladas desde 1980 hasta 2100. Las líneas representan posibles trayectorias de reducción de emisiones, con un pico alrededor de 2020 y diferentes tasas de disminución hacia cero. La mayoría de las trayectorias indican una disminución rápida de emisiones entre 2020 y 2050, estabilizándose en cero a mediados o finales de siglo, lo que sugiere diversos escenarios para alcanzar la neutralidad de carbono.

Estas son todas las trayectorias posibles para encarar una transición que disminuya las emisiones de dióxido de carbono. Si queremos mantenernos por debajo de 1,5 C, empezar en el 2000 hubiese sido un esfuerzo enorme, pero razonable. Contínuo, progresivo, como todas esas cosas que hacemos bien porque las hacemos con margen, con tiempo, de a poco. Pero no. Por supuesto que no. Mirá si vamos a hacer de a poco y con margen algo que podemos hacer a las patadas y a último momento.

Tan tarde estamos para implementar una transición que literalmente dependemos de los batacazos. Eventos disruptivos de innovación e implementación gigantes que cambien estas trayectorias de la manera que necesitamos hacerlo si empezamos a torcer las emisiones en 2022 en vez de en el 2000. Empezar de más arriba y tener que generar curvas más empinadas.

¿Pero qué implica que una innovación sea disruptiva? Nos propongo cuantificarlo mal y pronto con una línea arbitraria: 10X. Si algo mejora 10 veces la presión sobre los límites planetarios, sirve. Si no, puede estar buenísimo pero no es la solución que estamos buscando hoy. Capaz es una gran solución para hace 20 años, así que queda como opción disruptiva ponerla en un sobre, acelerarla por sobre la velocidad de la luz y que nuestros yos del pasado la implementen, pero siento que estamos más lejos de esa capacidad concreta.

Una de las disrupciones que más me obsesiona es la comida, y es un campo en el que está pasando ese 10X. En particular, en el campo del consumo de productos de origen animal.

Hemos hablado antes de pensar las soluciones desde un framework que incluya lo sustentable, lo deseable y lo factible, y lo traigo porque pensar en el consumo de productos de origen animal va a requerir que lo miremos desde ahí. No quiero esquivar una postura moral de fondo: creo que el sufrimiento en seres sintientes es algo deseable de minimizar, y también creo que esa experiencia sintiente es diferente entre conciencias distintas y merece ser observado de esa manera. Sé que pensar así me establece en un plano moral y de lo deseable distinto del de otras personas, y ese es mi punto para empezar la conversación: más allá de lo que yo considere deseable, otras personas pueden tener perspectivas distintas, y vamos a tener que operar desde esa diversidad, así que capaz el primer paso es encontrar el área de solapamiento entre esos deseos. 

Sabiendo que los productos de origen animal son en general menos saludables para quienes los consumismo (especialmente las carnes rojas y procesadas), que son los productos de mayor impacto ambiental y que son los que concentran mayor sufrimiento de seres capaces de experimentarlo, en general el vector de ‘hacer menos de esto’ nos aúna. PERO, y hay un gran PERO: qué ricos son.

Entonces la pregunta pasa a ser si existe una forma de emular la experiencia de ricor (¿se dice ricor?) que la evolución seleccionó en nuestros sistemas de recompensa, bypaseandolos con innovación disruptiva. Si podemos diseñar experiencias de realidad virtual completamente inmersivas que nos permiten experimentar de manera segura lo que se siente manejar un Fórmula 1 o caminar por una viga en altura, y esas experiencias generan cambios fisiológicos medibles en las personas —al punto que nuestros cuerpos reaccionan a la experiencia como si fuese real—, espero como humanidad que podamos construir dispositivos que emulen la experiencia de comer carne, seleccionada por la evolución como ‘rica’, pero no teniendo que crecer, madurar y mutilar un animal entero.

El camino hacia los sustitutos de los productos de origen animal tiene un oscuro pasado en hamburguesas de lentejas que emulan la experiencia de comer telgopor y milanesa de soja cuya principal propiedad es atravesar el aire casi como frisbees profesionales. Pero ya no. Ya llegamos a otro lado. El presente es más raro, y en este caso, más raro mejor: nos presento la primera hamburguesa vegana falsa canibal:     

Hamburguesa con pollo frito, lechuga, rodajas de pepinillo, queso y una salsa, servida en un pan suave y dorado. La hamburguesa está presentada sobre una superficie blanca y tiene un fondo neutro, resaltando los ingredientes frescos y el crujiente del pollo.

Esta hamburguesa basada en plantas que emula el sabor de carne humana es producto del trabajo de Oumph, una empresa sueca que se especializa en el diseño de nuevos dilemas morales y que, por este desarrollo, fue premiada en el Festival de Creatividad de Cannes.

¿Qué tan rari es ir a buscar una hamburguesa que emula la carne humana? Mi respuesta es: no es relevante. No voy a hacer un juicio sobre los deseos que motiven al usuarie a elegirla, pero sí voy a rescatar que este tipo de ultraprocesados es un 10X, porque logra generar la experiencia de un producto de origen animal (?) usando menos del 10% de los recursos de agua, espacio y emisiones que el original. Ok, no sé si ‘que el original’, porque no está medido bien el impacto ambiental de suplantar el canibalismo, pero me explico.

Igual, este no fue el único avance en estos días, sino que la FDA aprobó, además, una carne cultivada. Y acá ya no hablo de ‘una mezcla de plantas que generan una experiencia de sabor y olor y textura parecidas a las del producto animal’, sino que hablo de células animales crecidas en laboratorio, ordenadas en el espacio para que sean bifes. 100% BIFE REAL pero que nunca pasó por una vaca, un pollo, nada. Hamburguesas veganas de células animales que consumen menos del 10% de los recursos y generan menos del 10% de emisiones, y al mismo tiempo generan el 0% del sufrimiento animal. 

Una salida por arriba de ese laberinto.

Una sabrosa, sustentable y moralmente confusa salida por arriba de este laberinto.

Escena de una impresora 3D industrial imprimiendo un filete de carne en una bandeja de metal. La máquina está en un entorno de alta tecnología, con componentes metálicos y sistemas automatizados visibles. La carne tiene apariencia marmoleada, simulando la textura y aspecto de un filete tradicional.

Si quieren ver más sobre cómo se hace un bife vegano, es acá

Pero esto no es suficiente. Nos propongo ir por más.  Hagamos un experimento mental: vayamos por la 100% literal hamburguesa canibal vegana.

Para nuestro experimento mental me gustaría buscar a alguien que ya haya demostrado su capacidad de disrumpir un mercado, escalar un negocio y volverlo global. Alguien que sea al mismo tiempo artista conceptual, emprendedor global y personalidad política de alto impacto. Una especie de Marina Abramović Gates Thunberg. O, mucho más fácil, pensemos en Rihanna.

Esta es la historia de Rihanna, exitosa artista musical, referente político en su Barbados de origen, y todavía más exitosa emprendedora (para quien no siga su carrera como CEO, Rihanna creó una marca global de moda y llevó su proyecto a ser un negocio valuado encima del billón de dólares). En esta historia que cuento en pasado pero que queda en un futuro hipotético (y extremadamente factible), Rihanna combinó todas sus capacidades en una demencial obra máxima: la hamburguesa vegana de sí misma. Un dispositivo que combina células reales obtenidas en una biopsia, que son cultivadas en sistemas ex vivo, multiplicadas masivamente y luego organizadas por impresión 3D en forma de paty pesadilla para la comunidad bioética.  

¿Es esta imagen una tormenta de falopa? Sí. Pero el futuro que necesitamos diseñar para salir por arriba de la crisis climática a veces luce así de raro, o por lo menos estas imágenes nos sirven para imaginarnos lo distintas que pueden ser las soluciones que necesitamos. 

La sola imagen de la hamburguesa caníbal vegana hace que la hamburguesa basada en plantas y que sabe a carne humana no nos resulte tan extraña, o que acostumbrarnos a comer bifes impresos no nos parezca tan lejano.

Capaz es también momento de mover la ventana de lo que pensamos que es posible, o por lo menos de estirar esa frontera. 

Nos leemos el mes que viene.

Pablo