La Tormenta Perfecta
Notas

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La Tormenta Perfecta

¿Qué sabes del Zika? ¿Qué relación tiene Stolbizer, el Zika y el semen de waterpolista?

Existe un hilo improbable que une eventos aparentemente no relacionados, uno que atraviesa continentes, décadas y personas de todo tipo. Uno todavía más fuerte que el de la tradición japonesa floja de papeles con la que se hacen películas todavía más flojas de papeles. El hilo que me hace escribir hoy tiene cuatro actores especiales: Los Juegos Olímpicos, Margarita Stolbizer, un mosquito y el semen del equipo de waterpolo de Suecia.

Como nunca me gustaron los deportes (creo que porque históricamente soy muy malo para todos), para mí los Juegos Olímpicos son Gonzalo Bonadeo relatando una carrera de 200 metros llanos a las tres de la mañana, una serie de clavados estéticos desde una plataforma de 10 metros de altura a las cuatro y 400 metros sobre patines con vallas a las cinco. Pero, además de ser una gran oportunidad para gritarles a profesionales del deporte desde mi sillón, los Juegos también son una de esas chances en las que se mezclan muchas personas de todo el mundo para intercambiar experiencias edificantes, técnicas de entrenamiento y, particularmente en los próximos Juegos de Río de Janeiro, un montón, pero montón de Zika.

Siempre que escribo sobre virus me gusta hacer un poco de historia, primero porque me entusiasman muchísimo las anécdotas, segundo para darle un marco más amplio al tema, y tercero, esta vez en particular, porque la historia del Zika es tan loca que parece el resultado de JJ Abrams encontrando un frasco de hongos y decidiendo que quiere un Oscar.

Este virus se aisló por primera vez, medio de casualidad, de un mono con fiebre en Uganda en 1947, y estuvo circulando entre humanos, monos y mosquitos todo este tiempo, y cuando digo ‘mosquitos’, digo los mismos mosquitos que contagian el Dengue. One vector to rule them all.

El zika (la enfermedad, que va en minúscula) no llamaba mucho la atención porque se registraban alrededor de 20 casos por año, suficientes para ser peligroso para el 100% de la hinchada de Vélez, pero no para alertar a las autoridades internacionales. Todo cambió en el 2014 con algunos casos en la Polinesia francesa y un campeonato de canotaje en el norte de Brasil (ambos lugares que recomendamos no googlear porque las playas te aflojan las piernas y te dan ganas de dejar todo e irte a vivir abajo de un cocotero). Por esas cosas de la vida, uno de los deportistas que participó tenía Zika y parece que lo picó un mosquito Aedes que luego picó y contagió a otra persona, y no podrás creer lo que sucede después. O sí. Porque es obvio.

En 2015, Brasil tuvo 2,5 millones de casos. No es la idea de esta nota alarmarlos, pero de 20 a 2,5 millones de casos hay un saltito. Por otro lado, si la idea sí fuese alarmarnos, recordaría que en Argentina tenemos casos autóctonos confirmados de los que hablamos re poco.

El Zika (ya no como enfermedad sino como virus) es muy parecido al Dengue en un montón de cosas. Además de que los transmiten los mismos mosquitos, causa una fiebre no muy grave, sarpullido y en general se cura. Pero el tema es que donde había mucho Zika se empezó a ver que aumentaban los casos de malformaciones en los fetos (más precisamente microcefalia). La microcefalia al principio era sólo una correlación, y eso no quería decir necesariamente que el virus causase nada. Gracias a que en Francia se permite y lleva a cabo sin terribles impedimentos judiciales la interrupción del embarazo cuando se detectan defectos en la formación de los fetos, se pudo determinar que no se hablaba sólo de una correlación porque se encontraron virus en el cerebro del feto de una mujer que, embarazada, había viajado a una zona donde circula mucho Zika.

Además de disfrutar de remar una nota con una alta carga de humor después de haber hablado de abortos microcefálicos, mido casi dos metros y peso más de 100 kilos. Esto (lo de la altura, no lo de los abortos), me habilitaría casi exclusivamente a encarar deportes como el rugby o el lanzamiento de bala, y la verdad es que no me atrae ni arrojar objetos inertes pesados ni el lanzamiento de bala. Esto me pone bastante lejos de conocer una Villa Olímpica, pero dicen que hay mucha gente joven de distintas partes del mundo, y a miles de kilómetros de sus casas, cosa que desemboca en algo así como ‘Vos, yo, el equipo de waterpolo de Suecia. Pensalo.’

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Acá, Usain Bolt hablando de física cuántica en su habitación con 3 elementos del equipo de handball sueco y de ninguna manera expuesto a un intercambio de fluidos.

Esto no tendría por qué importar hasta que se empezó a encontrar virus en el semen (no sólo el del equipo de waterpolo), cosa que no necesariamente convierte al zika en una enfermedad de transmisión sexual, hasta que.

Hay un trabajo muy reciente que demuestra que un señor se contagió Zika de viaje en Puerto Rico, se curó, volvió a su país donde hace mucho mucho frío y no viven mosquitos, y un mes después su pareja tuvo zika.

Ya ni en el semen de un equipo de waterpolo se puede confiar.

Esto quiere decir que ahora estamos hablando de un virus que se puede contagiar por vía sexual, que circula mucho en un país en donde van a hacer los Juegos Olímpicos y a donde irán personas de 68 países y, encima, parece que lo que pasa en Río queda en Río. Bueno, salvo que sea Zika, porque si hay una re buena idea para una potencial epidemia es agarrar gente de absolutamente todo el mundo, llevarla al epicentro de contagio y después desperdigarla de nuevo por absolutamente todo el mundo.

Hasta ahora tenemos los juegos, el virus, el semen y el mosquito. ¿Y Margarita?

Hace muy poco me enteré de que ella había sufrido una enfermedad que se llama síndrome de Guilliam-Barré y que sorprendentemente se llama igual que los dos médicos que lo estudiaron en detalle (aunque no lo descubrieron): Georges Charles Guilliam y Jean-Alexandre Barré. El SGB es una enfermedad en la que el sistema inmune ataca nuestra mielina, que es algo así como un recubrimiento que aísla parte de nuestras neuronas y que es clave para la conducción del impulso eléctrico. Lo interesante es cómo se relacionan los contagios de Zika con Guillam-Barré (aunque lo mega interesante sería buscar sustento en una relación entre Marga y los deportes acuáticos). No es sólo del Zika; el Dengue y otros miembros de la familia a la que pertenecen, como el virus de la Encefalitis Japonesa, también tienen alguna predisposición a replicar en células nerviosas y así provocar algunos líos, pero sólo en una proporción baja de los casos.

Otro problemita de estudiar Zika son los modelos. Cuando nos referimos a ‘modelos’ hablamos de organismos en los cuales estudiar procesos (en este caso, enfermedades). El Messi de los modelos (porque es chiquito, se reproduce mucho y es sorprendentemente parecido a nosotros, aunque muy distinto al mismo tiempo) es el ratón. Hasta ahora el Zika sólo infecta (y causa una enfermedad parecida a la de humanos) a unos ratones que tienen roto el sistema inmune y, como se imaginarán, probar estrategias para combatir un virus en un ratón que no puede defenderse de casi ningún patógeno no es lo ideal. Esto termina en que, además de todos los problemas anteriores, lo que sabemos de zika, un poco lo sabemos infiriendo sobre lo que le pasa a un ratón de defensas complicadas.

Ante todo esto hay muchos que están pidiendo suspender los Juegos y seguramente hay muchos intereses en boga (buena, conspiranoico), pero es un momento en el que hay que analizar con cuidado la situación.

Algo no menor es que todo de lo que habla esta nota (incluso la parte que viene desde un campeonato DE CANOTAJE), se descubrió en los últimos meses gracias a que muchos investigadores del mundo se pusieron a trabajar en el virus y a compartir la información que iban recolectando. Eso me parece lo más interesante de la situación. El Zika, que no por todo el bardo que hace deja de ser un cachito de ARN, nos obliga a enfrentarnos a dos discusiones enormes: 1) cómo compartimos información científica y 2) qué vamos a hacer con la interrupción del embarazo para fetos microcefálicos.

Esa tirita de información genética resulta todavía más peligrosa cuando además de ponernos de frente a nuestra propia fragilidad, nos enfrenta al hecho de que la forma en la que intercambiamos información científica genera barreras que conspiran contra el progreso de la ciencia y, como si no fuese suficiente, nos fuerza a no poder barrer debajo de la alfombra la discusión sobre los derechos de una mujer de decidir sobre su propio cuerpo.

Todo por un pedacito de ARN, Margarita, un mosquito y un poco de semen de waterpolista.