Sin desperdicio

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Todos los esfuerzos serán en vano si se sigue desperdiciando tanta comida. Las estimaciones indican que a nivel global se pierde alrededor de un tercio de los alimentos que se producen, aunque la proporción varía según el país y el tipo de alimento. Por ejemplo, en los países europeos, la cantidad de cereales que se pierden desde el campo hasta el plato alcanza el 40%, en África subsahariana, sólo el 21%. Mientras que en Europa la mayor parte del desperdicio ocurre en los hogares —como cuando se pone viejo el pan y se tira—, en África, los consumidores son responsables de menos del 1% de las pérdidas. Esta situación representa un gran problema porque no sólo se tiran alimentos a la basura, sino que también se desaprovechan otros valiosos recursos como agua, tierra, fertilizantes, combustibles y pesticidas. 

Los alimentos pueden perderse por diversas razones en cualquier etapa de la cadena agroindustrial, ya sea durante la producción en el campo, el almacenamiento, el procesamiento, el transporte, el comercio y en los hogares. Por ejemplo, las plagas o el mal clima (sequía o granizo) son causas importantes de pérdidas, que por cierto ganarán terreno en los próximos años a medida que el cambio climático se potencie. Además, una manzana podrida en un cajón puede contaminar al resto de las frutas, los camiones que transportan granos tienen fugas en los acoplados y a veces la cadena de frío de la leche se corta. Estas pérdidas son evitables mediante mejoras en la logística, aunque requieren de una infraestructura y de inversiones que algunas regiones del mundo no pueden afrontar por el momento. Una pérdida absurda de alimentos es la que ocurre en el mercado cuando, por ejemplo, las frutas y las verduras no cumplen ciertos estándares de estética. A pesar de encontrarse en perfectas condiciones, los consumidores desinformados o influenciados por ideas sobre cómo debe ser una fruta o verdura respetable deciden no comprarla si su aspecto no es el ideal. Ante esta situación los vendedores (y los consumidores en el hogar) descartan los productos con manchas o “deformaciones”, que en algunas oportunidades son aprovechados, pero en otras terminan en mal estado. La educación de los consumidores y la creación de redes para el aprovechamiento de estos alimentos es fundamental para disminuir el desperdicio.