Si bien una dieta basada en plantas significa que la mayor proporción de los alimentos son de origen vegetal, eso no implica que sean los únicos que estén presentes. Durante mucho tiempo se pensó que estos animales tenían una dieta estrictamente vegetariana, pero la observación de otros primates en la naturaleza, así como el análisis de la composición de sus huesos y el desgaste de los dientes de los homínidos, nos dice que su alimentación era muy variada. A diferencia de los leones y otros carnívoros obligados, los grandes simios pueden vivir sanos y felices con una dieta a base de frutas y hojas. Por ejemplo, los gorilas no muestran ningún interés por la carne y los chimpancés de algunos zoológicos pueden pasar meses o incluso años a base de una dieta sin animales. Sin embargo, el consumo de animales, tanto de sus vísceras (los órganos) como de la carne (los músculos), es un comportamiento observado en casi todos los primates en estado salvaje. En el Amazonas, los monos tamarinos atrapan lagartijas y ranas distraídas; los capuchinos depredan los nidos de las aves, tanto los huevos como los pichones, y también cazan roedores pequeños. En Kenia, los babuinos consumen anfibios, reptiles y roedores, pero en ciertas ocasiones, las crías de gacelas e impalas son su comida preferida. En las selvas de borneo, los macacos se aventuran cerca de los ríos para pescar peces y cangrejos. En el parque nacional Kibale en Uganda, los chimpancés cazan de manera coordinada pequeños monos colobos rojos, y cuando los atrapan, les revientan el cráneo contra un árbol para comerles el cerebro. Estos comportamientos demuestran que los primates tenemos la capacidad de adaptarnos a diferentes fuentes de alimento y de aprovechar diversas oportunidades para obtener nutrientes adicionales.
Aun así, el consumo de animales es ocasional y suele representar menos del 5% de la ingesta de comida, excepto en los machos dominantes chimpancés, que pueden comer hasta 200 gramos de carne por día en algunos momentos del año. Por más nutritiva y deliciosa que sea, comer carne cruda es muy difícil con las mandíbulas de un primate. Cuando los chimpancés y los bonobos cazan un animal, normalmente se comen primero las partes blandas, como los intestinos y el hígado, ya que las pueden tragar rápidamente. Pero cuando intentan comerse los músculos, pueden tardar hasta una hora en masticar y tragar un pedazo, y no siempre lo digieren. De hecho, es común que aparezcan trozos de carne sin digerir en su caca, aun luego de haberla masticado intensamente. A pesar del entusiasmo que suelen demostrar por el tejido muscular, los chimpancés a veces rechazan la oportunidad de comer carne y suelen abandonar el cadáver de su presa luego de comerse los intestinos o de aburrirse de tanto masticar. Por este motivo, la razón que motiva a los primates a consumir carne es muy debatida, y mientras algunas personas afirman que les proporciona principalmente energía o proteínas, otras aseguran que es sobre todo una fuente de vitaminas y minerales. Podríamos decir que, quizás, disfrutan del sabor de la carne tanto como los sapiens, pero es difícil saber si su deseo está movilizado por el goce sensorial o por una ansia inconsciente de nutrientes. Por ejemplo, el consumo de arcilla (conocido como geofagia) es una práctica común en muchos animales, incluidos los sapiens. No se conocen exactamente los efectos de este hábito, pero se cree que los animales podrían obtener ciertos nutrientes que no son frecuentes en su dieta habitual.06En varias comunidades contemporáneas de sapiens alrededor del mundo, es habitual que las personas embarazadas y lactantes consuman suelos con alto contenido de arcillas, que pueden tener hierro, calcio, potasio e incluso vitamina B12. En algunos países africanos, el consumo de arcillas es de tal importancia que se venden en los mercados locales, con distintos tamaños, colores y sabores. El pueblo chaggas de Tanzania considera sagrada la geofagia para las mujeres. En los yorubas de Nigeria, los materiales terrosos se utilizan para curar diferentes enfermedades, como la disentería y el cólera. En Sudáfrica, es común que las mujeres asocien la ingesta de tierra con beneficios estéticos. En Namibia, las embarazadas consumen tierra debido a su efecto antináuseas. 0 Más allá de esto, si bien los chimpancés y bonobos tienen rachas de consumo de animales, estos representan una proporción pequeña cuando se compara con las cantidades de calorías y proteínas que obtienen de las plantas y los insectos a lo largo de un año.07Técnicamente, los insectos también son animales, pero me reservaré este término para referirme al tejido muscular de los animales vertebrados, como los mamíferos, las aves y los peces. 0 Además, pueden obtener más calorías consumiendo fruta durante una hora de la que pueden extraer masticando carne cruda durante el mismo tiempo. Lo que sí les hace la carne es un aporte fenomenal de micronutrientes, como vitamina B12, hierro, cobre y zinc, fundamentales en muchos procesos fisiológicos, particularmente durante el desarrollo y el embarazo.
Seguramente, los Australopithecus se enfrentaron a las mismas limitaciones que otros primates, y es muy probable que, en caso de haber consumido animales, hayan elegido las partes blandas al igual que hacen los chimpancés y los bonobos, beneficiándose de las vitaminas y minerales de igual manera. La evidencia de carnivoría en los Australopithecus llegó en el año 2010, pero con una sorpresa, cuando un equipo de investigación liderado por Shannon McPherron encontró dos huesos con marcas parecidas a las que quedan después de golpear una piedra contra ellos. Muchas personas aseguraron que se trataba de huellas dejadas por procesos geológicos o por la mordida de algún animal grande (como un cocodrilo), pero la investigadora propuso que se podría tratar de marcas de corte y percusión realizadas por algún homínido. Debido a que hace 3,4 millones de años sólo los Australopithecus habitaban la zona, es muy probable que unos de estos animales hayan usado algunas piedras con formas útiles para intentar aplastar los huesos, posiblemente en búsqueda del tuétano (también conocido como caracú). El aroma de la cremosa médula ósea podría haber llamado la atención de los Australopithecus, y su extraordinaria calidad nutricional pudo haber sido el gancho que atrapó a los homininos para siempre. Como los huesos del hallazgo eran grandes (un fémur de un animal parecido a una gacela y una costilla de un mamífero del tamaño de un buey), McPherron sugiere que la escena fue el resultado del aprovechamiento de un animal muerto y no el producto de una cacería. La imagen de Lucy caminando por el paisaje del este de África con una piedra en la mano y buscando animales muertos es tan válida como pensarla masticando frutas y semillas.
El uso de utensilios para obtener comida es algo bastante frecuente en la naturaleza, particularmente en los simios. Por ejemplo, se vio tanto a chimpancés como a bonobos usando piedras como martillo para abrir nueces a golpes y empleando palitos para pescar termitas y hormigas, o para extraer miel de los panales. Los escépticos dicen que se trata de una mera imitación de los humanos que viven en los mismos bosques, pero este comportamiento se repite en muchas otras especies y en lugares donde no hay personas a quien copiar. En la profundidad del Amazonas, los monos capuchinos usan ramas como palas para sacar huevos de los nidos de caimán. En las selvas tropicales de América Central, los monos araña utilizan ramas y palos para rascarse la axila, la espalda y la entrepierna. En los manglares costeros del sudeste de Asia, los macacos les arrojan piedras a los cangrejos para romperles el caparazón. Más sorprendente aún, en 2007 se descubrió en la selva de Costa de Marfil un conjunto de piedras que fueron utilizadas para romper nueces hace 4300 años. Como el área no fue habitada por humanos hasta hace 2000 años, la explicación más probable es que los responsables hayan sido chimpancés. Además, las piedras son de granito, el mismo tipo de roca que utilizan hoy los chimpancés de la zona, lo que indica que el uso de herramientas estaría presente en esa comunidad desde hace al menos doscientas generaciones.
El empleo de objetos alteró fundamentalmente la forma en que nuestros antepasados interactuaban con la naturaleza al permitirles acceder a nuevos tipos de alimentos y explotar nuevos territorios. Con piedras en la mano para romper los huesos, los cadáveres de animales se convirtieron en una fuente de alimento más atractiva. Este comportamiento nos envió por un camino que más tarde nos llevaría a uno de los rasgos definitorios de nuestra especie: la fabricación de herramientas adaptadas a nuevas necesidades.