El barco en el que estamos
Transicionar con las herramientas disponibles
El mundo no se va a detener. Los que más tienen van a presionar y los que menos tienen también, tal vez más aún que los primeros, porque mucha gente todavía tiene que salir de la pobreza. Y mientras esa presión no sea satisfecha, el equilibrio en el mundo será cada vez más volátil, y la tensión entre los que más y los que menos tienen va a ser cada vez mayor.
El problema es que si expandimos el bienestar material de las personas (o el consumo desmedido de las que ya han tocado el techo del bienestar) con los medios que hoy tenemos, el planeta no resiste. Hemos organizado nuestra economía y las posibilidades de progreso con lógicas extractivas e invasivas, y seguir expandiéndonos con estas lógicas simplemente no es posible. No alcanza. Las consecuencias de intentarlo —por lo menos en términos de impacto ambiental— están siendo devastadoras.
Dado que extender el bienestar material con los mismos medios que supimos construir nos lleva a un colapso seguro, necesitamos transformar la matriz productiva en una que nos permita desplazar la actual, de manera de seguir no solo multiplicando, sino también distribuyendo los bienes materiales mientras revertimos el desequilibrio ambiental en el que nos encontramos. Y necesitamos hacerlo con urgencia. Por suerte, los seres humanos tenemos dos características fundamentales que podrían ser claves frente a este desafío. Podemos ser creativos y podemos coordinarnos a gran escala.
La curiosidad y la creatividad están en nuestra naturaleza. En actividades como el arte o la filosofía, y en el resto de las herramientas que nos permitieron evolucionar como especie: el proceso por el cual transformamos ideas en impacto real y concreto ocurre desde los orígenes de la humanidad.
La capacidad de coordinarnos a gran escala, también. A lo largo de la historia, los humanos nos organizamos en tribus, ciudades, gobiernos, economías y otras formas de coordinación a escalas cada vez mayores y más complejas. El problema es que, en el contexto de una crisis climática colosal y urgente, tenemos una variable más que nos agrega mucha complejidad: necesitamos que estas transformaciones ocurran rápido. Y porque necesitamos hacerlo rápido, tenemos que ver qué herramientas tenemos ya disponibles para encarar este tremendo desafío.
En este capítulo nos vamos a centrar en dos herramientas en particular. En primer lugar, la biotecnología, surgida hace mucho de esa creatividad humana, la misma que hace miles de años nos permitió desarrollar los primeros alimentos fermentados —como la cerveza o el pan—, o hacer selección de especies más aptas para mejorar la agricultura o la ganadería. La misma que en los últimos años ha desarrollado una evolución sin precedentes gracias a la ingeniería genética, que permite utilizar la biotecnología para reemplazar casi cualquier insumo que hoy no puede seguir siendo producido de la misma manera en que lo hemos hecho en los últimos 200 años si queremos lograr un equilibrio climático que nos permita la subsistencia.01Utilizar la vida o sus partes para lograr objetivos concretos de bienes y servicios puede ser maravilloso y un gran aliado para la transición, porque muchas de las cosas que hoy dependen de una matriz basada en hidrocarburos pueden desarrollarse con biotecnología. Esta misma tecnología, como en general pasa con cualquier tecnología, también puede ser un riesgo para la salud de las personas, los animales y el medio ambiente si ese potencial no está orientado a generar una mejora sistémica.
Pero no es solo una cuestión de tecnología. Como mencionamos, los seres humanos tenemos la capacidad de coordinarnos a gran escala, y es en esa coordinación en donde tenemos el mayor desafío. Esa coordinación es económica, social, cultural y política. Necesita ser disruptiva, tener la capacidad de responder a un entorno cada vez más complejo que nos exige y nos desafía a ampliar nuestros límites de acción. Entonces, en segundo lugar, contamos para esta coordinación con una herramienta relativamente nueva en países emergentes, pero no tan vieja en los países desarrollados: el venture capital, la industria que financia negocios con potencial para crecer y escalar exponencialmente. Este formato de financiación se ha convertido en una gran herramienta de coordinación para el escalado de innovaciones, sobre todo en los últimos 30 años. Es una herramienta que puede asumir grandes riesgos de fracaso, pero también acompañar el crecimiento acelerado de proyectos exitosos.
Entonces, vamos a intentar entender el potencial que tienen estas dos herramientas combinadas y evaluar las posibilidades de nuestra región (y en particular, de la Argentina) para subirse a esta ola y navegarla.
Capitalismo para principiantes
El crecimiento
[CITA] Espera, yo te explicaré. Escúchame bien. Supongamos que tú tienes dinero y yo no tengo posibilidad de sembrar en primavera o no puedo pagar los impuestos. Entonces voy a verte y te digo: “Akim, préstame un billetito de diez rublos. Cuando acabe con las faenas y recoja la cosecha te lo devolveré y segaré una hectárea de tu tierra por el favor que me has prestado”. Tú sabes que puedo responder con un caballo o con una vaca. Y entonces me dices: “No tienes más que darme dos o tres rublos por el favor”. Y como estoy con la soga al cuello no tengo más remedio que aceptar. En otoño vendo la cosecha y voy a devolverte el dinero. Así es cómo me sacas tres rublos sin hacer nada.
Este extracto del diálogo entre campesinos en la obra de teatro El poder de las tinieblas, del autor ruso León Tolstoi, explica de manera muy simple uno de los elementos fundamentales del capitalismo: el crecimiento.
Un modo de explicar el crecimiento sería a partir del ejemplo que vimos recién: un campesino necesita sembrar, pero no tiene el capital para comprar lo necesario para hacerlo. Entonces lo pide prestado a alguien que tiene exceso de dinero. Esa persona le presta el dinero, pero le cobra un interés por el servicio. Ahora el campesino debe producir para cubrir sus necesidades y para pagar el interés que le va a cobrar la persona que le prestó el dinero. O sea, debe producir más de lo que realmente necesitaba. Necesita crecer. Y este crecimiento, aparte de significar un mayor negocio que le permite pagar ese interés, también aporta más producción o más calidad de la producción. En un contexto en el que la misma noción de crecimiento está puesta en juego, no es menor mencionar que en muchos casos, esa mejora de la producción se efectiviza cuando un bien o servicio desplaza a otro que ya no puede ofrecer esa calidad o cantidad o, en el caso particular de los productos y servicios de la transición, porque el nuevo producto o servicio reemplaza las opciones actuales por las versiones sustentables que necesitamos de esos productos o servicios.
Pero para que esto se dé, tiene que haber alguien interesado en prestar ese dinero. Y la motivación que tiene ese alguien para prestarle ese dinero es otra de las variables más importantes para entender el funcionamiento del capitalismo: la rentabilidad. La forma en la que los distintos agentes compiten para capturar el capital disponible es construyendo promesas de retorno del capital más un interés. Cuanto mayor es el riesgo o incertidumbre de una oportunidad, mayor deberá ser el atractivo y más alto el retorno a quien aporta ese capital. Esto significa que si necesitamos que el capital fluya hacia algo que nos interesa desarrollar, la promesa de rendimiento de esa nueva propuesta debe superar a las propuestas existentes.
Pongamos un ejemplo distinto. Susan es una maestra canadiense a punto de jubilarse. Durante toda su vida realizó aportes para poder tener su retiro en paz y lograr descansar y disfrutar después de tanto esfuerzo Le entregó parte de su sueldo (sus aportes) mes a mes durante 40 años a un fondo de pensión. Ese fondo le prometió que iba a invertir cada dólar para que pudiera tener un rendimiento del 8% anual que se iba a ir acumulando y volviendo a generar interés durante los 40 años de aportes. Para llegar a ese 8% anual, el fondo de pensión tuvo que administrar profesionalmente ese capital, invertirlo en distintos negocios. Algunos menos riesgosos —que seguramente le dieron intereses menores al 8%— y otros más riesgosos —que le dieron rendimientos mayores—. En el balance de negocios más y menos riesgosos, el fondo de inversión logró llegar a ese 8% que le prometió a Susan.
Ahora bien, en el mundo se están haciendo esfuerzos por incorporar dimensiones de impacto ambiental y social en la matemática financiera que valúa a las compañías, pero, aun así, hoy la forma de calcular ese porcentaje de retorno depende exclusivamente de la performance económico-financiera de la compañía. Un fondo que le tiene que pagar el 8% a Susan no puede simplemente elegir los negocios que crea que son los más provechosos ni los más sustentables para la humanidad, también necesita que esos negocios le den suficiente retorno.
Este mecanismo —el crecimiento— está presente en la humanidad desde hace muchísimo tiempo. Pero así como generó progresos, también nos generó el problema ambiental y distributivo en el que hoy estamos. Casi cualquier proyección económica sobre el futuro (que no lo cuestione de lleno) indica que el crecimiento se mantendrá durante los próximos 20 o 30 años, duplicando el PBI global actual para el 2050. Aun cuando existen fuertes diferencias sobre cómo se va a abastecer y distribuir regionalmente este crecimiento proyectado, resulta muy difícil pensar un escenario en el cual el mundo no presione para que se concrete. Pero, al mismo tiempo, existe una relación muy fuerte entre emisiones de CO2 y PBI, entonces es fundamentalmente incompatible mantener esa relación directa sin morir en el intento, porque este crecimiento ilimitado sin duda va a seguir promoviendo una lógica extractiva e invasiva y, en muchos casos, también la concentración económica y la desigualdad (o, incluso, el colapso de la biosfera). Por lo tanto, tenemos la urgencia de pensar cómo resolvemos esa presión por el crecimiento. Necesitamos desarrollar formas de crear valor minimizando o reduciendo emisiones.
El marco de tiempo en el que nos movemos para traer soluciones reales, concretas y efectivas frente al cambio climático es de 20 a 30 años, y por lo tanto, en los próximos 10 años tienen que estar lanzadas y en camino de escalar las propuestas tecnológicas y de negocios que realmente transformen la matriz productiva en sintonía con un entendimiento equilibrado con el medio ambiente. Considerando esto, el presente capítulo propone movernos dentro del sistema capitalista tal como lo conocemos, con las reglas con las que hoy juega, las cuales incluyen, fundamentalmente, el crecimiento del capital.
Otra forma de pensarlo
La empresa como forma de organización
Cuando hablamos de cambiar la matriz productiva, también estamos diciendo que es necesario cambiar la oferta. Parte del desafío es construir una nueva oferta de productos y servicios que construyan y ejecuten su propuesta de valor con lógicas sustentables. Y para que el proceso de transformación de la oferta sea virtuoso, esta oferta necesariamente tiene que superar a la actual, y la tiene que superar en todas sus variables: en sustentabilidad, en capacidad de escala, en costos y, lo más importante, tiene que ser mejor negocio que la propuesta actual. En este marco, aparece la empresa como vehículo coordinador entre el conocimiento y el mercado, que permite la creación de estas nuevas alternativas de productos y servicios.
Entendemos que, por el momento, la empresa puede ser una organización eficiente para concretar las soluciones a los grandes desafíos de la humanidad. La empresa ha desarrollado herramientas para manejar de forma eficiente costos de transacción interna (empleados, conocimiento, herramientas) y costos de transacción externa (clientes, proveedores, capital, relaciones con el Estado). El problema es que hemos transformado la empresa en una máquina de acumulación de capital y no en una máquina que utiliza la acumulación de capital para maximizar la transformación que se propone.
La generación de utilidades es vital para el crecimiento, el soporte y el correcto funcionamiento de una compañía, pero no por eso constituye en sí mismo un fin último deseable. Las ganancias son las que permiten repagar a los inversores, proyectar el crecimiento y darle sustento. Pero, durante muchos años, se ha considerado la generación de utilidades como fin último. Esa no es la única forma de pensarlo. Existe otra perspectiva en la que la empresa tiene un rol transformador de la realidad y es necesaria la articulación de distintas capacidades y recursos para poder llevar a cabo su misión. Necesaria, no suficiente.
Estas habilidades de las empresas, coordinadas con la capacidad que tienen los Estados para promover la investigación básica —que extiende el conocimiento de la humanidad y permite construir bases sólidas para desde ahí poder pensar en soluciones tecnológicas y científicas concretas para la transición—, nos brindan una gran plataforma que ya existe, pero que necesita encontrar mejores formas de conversación.
Hacer que las cosas pasen
Las start-ups y el venture capital
Si bien las corporaciones son, en la actualidad, las que siguen dominando la organización económica del mundo, en los últimos 20 años hemos visto una revolución en la creación de nuevas empresas independientes de las corporaciones: las start-ups, un tipo particular de empresa de reciente creación y generalmente con un foco tecnológico. Fundadas por uno o varios emprendedores que identifican una oportunidad de transformación, se ponen en marcha construyendo con tecnología e innovación una propuesta de elevada capacidad de crecimiento en un plazo de tiempo relativamente corto (entre 5 y 10 años).
Es decir, entramos en una era en la que individuos (o, más generalmente, pequeños equipos) pueden convertirse en los protagonistas de una nueva organización económica gracias a que la necesidad de innovación disruptiva02La innovación disruptiva se basa en transformar completamente los mercados o industrias, o incluso crear nuevos. Se diferencia de la innovación incremental, que se basa en optimizar los costes o mejorar las características de productos y servicios existentes. es cada vez mayor. Además, como nunca antes, hoy es posible desarrollar una empresa competitiva con muy poco.
Pero las cosas no pasan solas: las personas hacen que las cosas pasen. Y así como hacen falta start-ups que ejecuten estas ideas y desarrollen tecnologías disruptivas, también es fundamental analizar aspectos vinculados con la financiación, información a la que raramente están expuestos los emprendedores que inician estas empresas. El venture capital o capital emprendedor se encarga de financiar los inicios de estas compañías, que por su naturaleza requieren de servicios financieros distintos a los que requieren las empresas ya constituidas. Esto se debe a que cualquier nuevo emprendimiento presenta incertidumbre y obstáculos que lo hacen muy riesgoso, y la mayoría muere en menos de 5 años. Son muchas las fuentes de incertidumbre: ¿habrá clientes? ¿El bien o servicio ofrecido resuelve bien su necesidad? ¿El costo será competitivo? Si el emprendimiento es de tecnología, ¿esta funcionará? Dicho de otro modo: estas empresas, por lo general, necesitan financiar procesos de desarrollo sin contar con facturación o activos para respaldarlos.
El venture capital ha tenido un notable crecimiento en los últimos 30 años, principalmente en la industria de emprendimientos tecnológicos con foco en internet. La explosión tecnológica que se generó a partir de la informática permitió este nuevo tipo de emprendimientos que, aun manteniendo la incertidumbre —o incluso aumentándola—, tienen un potencial de negocio desproporcionado gracias a una tecnología disruptiva, lo que hace que valga la pena embarcarse en esa aventura empresarial. Estados Unidos (su costa oeste, principalmente) e Israel han sido los países que han liderado este proceso con buenos resultados. De esta forma de financiación surgieron una gran cantidad de empresas de alto impacto, como Google y Facebook, y más recientemente, Airbnb y Uber. Hoy, de las seis empresas más valiosas del mundo (Apple, Saudi Aramco, Microsoft, Amazon, Alphabet y Tesla), cinco iniciaron su recorrido con capital emprendedor. En América Latina, dos de las empresas más valiosas de la región comenzaron su carrera de esta misma forma (MercadoLibre y Nubank).
El negocio de los inversores en venture capital, en las distintas etapas donde se posicionan (ángel, capital semilla o venture capital propiamente dicho),03La industria del venture capital se organiza en distintas etapas de inversión teniendo en cuenta la evolución de la start-up que pretende financiar y el riesgo que está asumiendo. Las etapas iniciales se suelen financiar con fondos de amigos, familiares o simplemente personas que creen en el proyecto; a estos inversores se los llama ángeles. Luego llegan los inversores de etapa semilla, que ya son inversores profesionales que ayudan a la start-up a llegar al mercado y bajar el riesgo de sus productos. Por último, están los inversores de venture capital, que ayudan al crecimiento de la start-up. es capturar el valor del crecimiento de las empresas en las cuales se realizaron las inversiones. La forma más común en la que esto se puede hacer efectivo es mediante la participación accionaria en la empresa. Este modelo de financiación con equity (participación accionaria) exige que la empresa pueda ser vendida, adquirida o que llegue a realizar una oferta pública de acciones para asegurar al inversor liquidez y, por ende, un retorno.
La particularidad de la industria del venture capital es que cada proyecto que se presenta a un inversor debe tener la habilidad de tener un retorno de inversión muy alto. ¿Por qué? Porque estos proyectos de tecnología de frontera tienen muchas chances de fracasar. Entonces, el inversor de venture capital va a tener que compensar los muchos fracasos de sus inversiones con un éxito muy grande, ya que este inversor de venture capital probablemente le pidió el capital a otro inversor, y para pedírselo construyó una promesa de retornar el capital y un poco más.
Por ejemplo, ese fondo que administró los aportes de Susan seguramente haya invertido en algún fondo de venture capital que le dio rendimientos mayores, y ese fondo de venture capital seguramente invirtió en muchas start-ups, de las cuales pocas funcionaron. Pero esas pocas le dieron algo así como un 20% de rendimiento, lo que permitió compensar rendimientos más bajos para que Susan pueda tener el 8% que le asegurará su merecida jubilación.
Un aliado para la transición
Curva de adopción de usuarios
Ya hablamos de cambiar la matriz productiva para cambiar la oferta, pero lo cierto es que este proceso no va a tener impacto si los usuarios no adoptan esa nueva oferta. Entre los factores que llevan a una persona a adoptar una nueva tecnología se encuentran variables como la competitividad económica de esa nueva oferta, la accesibilidad y conveniencia, las normas culturales y sociales, y las capacidades concretas de las personas de usar esas tecnologías o productos. Es frecuente ver ideas que a nadie le interesan, soluciones sin problemas, productos sin clientes. Afortunadamente, la historia del capitalismo es una historia de desplazamiento de una propuesta por otra superadora o complementaria, y siempre que ese desplazamiento fue exitoso siguió curvas de adopción con fases exponenciales. Esto nos permite pensar que si traemos las soluciones apropiadas, estas van a ser adoptadas de manera acelerada.
En la mayoría de los casos, estas curvas de adopción tienen procesos de flujos de fondos negativos. Es decir, es necesario invertir sin retorno al principio de ese proceso para lograr vencer la resistencia al cambio que, en general, tenemos los seres humanos.
Pero si bien existe resistencia, también siempre hay candidatos dispuestos a ser los primeros en adoptar estas nuevas tecnologías. Estos nuevos usuarios (llamados early adopters) son los que ofrecen las primeras impresiones y por lo general definen si esa nueva tecnología realmente está trayendo mayores beneficios. También son quienes brindan información que permite ajustar las primeras versiones de estas nuevas tecnologías.
Los procesos de contagio entre personas son indispensables para la rápida adopción de estos productos y servicios novedosos. Así, si esta nueva solución realmente trae beneficios y estos comienzan a ser percibidos de manera positiva por cada vez más usuarios, esta curva de adopción comienza una fase exponencial y esas inversiones sin retornos que se realizaron al inicio del proceso comienzan a repagar. Ese ingreso a su vez permite expandir la oferta de manera de satisfacer la ahora creciente demanda.
Las curvas rápidas de adopción tienden a cimentarse en la aparición de estructuras de refuerzo positivo que aumentan a medida que aumenta la escala. Por ejemplo, expandir la plaza de vehículos eléctricos genera una mayor presión hacia la disponibilidad de estructuras de recarga de esas movilidades, lo que a su vez genera una mejor infraestructura, que invita a nuevos usuarios y usuarias a elegir estas movilidades. Lo mismo pasa cuando un grupo de usuarios pide opciones basadas en plantas en negocios gastronómicos, lo que genera una respuesta para cumplir esa demanda, que a su vez genera más acceso y disponibilidad de estas opciones. El contagio social y cultural en conductas que incluyen elegir opciones basadas en plantas ahora puede expandirse y expresarse efectivamente, acelerando la velocidad de adopción.
Millones de años de información
Biotecnología de nueva generación
La biotecnología es cualquier aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos —o sus derivados— para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos. ¿Por qué querríamos aprovecharla? Porque la vida, la naturaleza, lleva miles de millones de años de evolución seleccionando mecanismos que nos podrían dar muchas posibilidades en el cambio de la matriz productiva. Ahora bien, poder adaptar estos mecanismos creados por la naturaleza para producir bienes y servicios tiene grandes desafíos.
El primer desafío es identificar cuáles son esos mecanismos. Para lograrlo, tenemos que entender cómo funcionan las distintas formas de vida. Cuanto más distintas, más posibilidades de encontrar mecanismos que puedan ser de interés. Encontramos esas distintas formas en la biodiversidad. Por lo general, se intenta defender la biodiversidad por el equilibrio ambiental que genera, pero muy pocas veces se suele entender, además, el valor de la información que está contenida en ella. Cientos de miles de especies que han evolucionado en los últimos 3500 millones de años tienen mucha información para brindarnos. Información que puede curar enfermedades, crear nuevos materiales, producir nuevas proteínas, y una infinidad de otras soluciones.
En los últimos años han aparecido y crecido tres líneas tecnológicas que hoy ya comienzan a dar sus primeros resultados, demostrando la gran oportunidad que la biotecnología puede ser para la transición. Esas tecnologías son la secuenciación genómica, la edición genética y aquellas que funcionan como interfaz entre la vida y el mundo digital. Vamos a verlas a continuación.
Desde hace 20 años la humanidad incorporó una herramienta muy poderosa para entender el funcionamiento de esta diversidad de la vida: la secuenciación genómica. Este es el proceso por el cual la parte de la vida que contiene la información de su funcionamiento (el ADN) puede ser leída, interpretada y digitalizada. Con esta nueva tecnología, la humanidad está traduciendo el idioma más antiguo de todos: la información de toda la vida conocida disponible en el planeta. Información refinada y acumulada a lo largo de miles de millones de años, y recién comenzamos. Se estima que hasta la fecha se ha secuenciado solamente el 0,43% de la información genómica de la biodiversidad del planeta.
Si bien estos mecanismos pueden ser muy poderosos, a la hora de transformarlos a aplicaciones concretas que nos sirvan para desplazar aplicaciones actuales —generalmente derivadas de combustibles fósiles— también se presentan grandes desafíos. Afortunadamente, tenemos otra tecnología de reciente irrupción en el mundo que será una gran aliada en este proceso: la edición genética. Esta tecnología, como si corrigiera un error de ortografía o reemplazara una palabra por un sinónimo para que una oración suene mejor, nos permite combinar distintos mecanismos de distintas especies (o dentro de la misma especie) para que esa funcionalidad que encontramos en la naturaleza pueda adaptarse de manera de crear nuevos productos o servicios. Nos permite editar esa vida para adaptarla a nuestras necesidades y, si bien esto también puede implicar riesgos éticos y potenciales desequilibrios a los que debemos estar muy atentos, poder pensar en productos derivados del funcionamiento de la naturaleza es un camino valioso para reducir emisiones de GEI y, en muchos casos, para directamente capturar CO2 de la atmósfera. Incluso podemos pensar en las soluciones tecnológicas que necesitamos, ya no solo para el desafío de emisiones, sino para desarrollar sistemas novedosos de producción que sean compatibles también con los demás límites planetarios.
La tercera línea tecnológica que está permitiendo acelerar el proceso de adopción de mecanismos de la naturaleza para crear bienes y servicios son las tecnologías que permiten hacer más eficiente la interfaz entre el mundo biológico y el mundo digital. Estas tecnologías permiten aprovechar las herramientas de la digitalización y, asimismo, construir mímicas de los funcionamientos de la naturaleza, pero en entornos más controlados (algo necesario para luego escalarlas). Entre estas tecnologías podemos identificar la microfluídica, la microelectrónica, la óptica, los biosensores, tecnologías de grafeno y otros nuevos materiales, la nanotecnología, entre otras.
Las soluciones que están llegando al mercado impulsadas por estas tres líneas tecnológicas son variadas. Para dar algunos ejemplos de productos que ya están en el mercado transitando un proceso de early adopters, podemos mencionar la carne sin animales, producida partiendo de unas pocas células de animales que son escaladas en biorreactores; las proteínas vegetales funcionalizadas para sustituir productos de origen animal; algas que parecen pescado; “cuero” derivado de hongos; hilos de seda construidos con bacterias; clara de huevo hecha con combinaciones de levaduras; colorantes con hongos; abejas que polinizan cultivos de manera inteligente y reducen la utilización de agroquímicos; pesticidas biológicos; recubrimiento de frutas poscosecha con cócteles de bacterias; biofertilizantes; bioherbicidas; enzimas que reciclan plásticos; bacterias que capturan carbono; nuevas variedades de plantas no transgénicas; alternativas para los antibióticos; algas para la salud; reemplazos de productos químicos para la industria por productos biológicos; desarrollo de nuevas fibras para reemplazo de maderas; reciclado de residuos orgánicos; nuevas medicinas más eficientes y económicas; desarrollo de nuevas proteínas para el reemplazo de ingredientes; nuevas alternativas para combatir la infertilidad y hasta whisky hecho con bacterias. Podríamos mencionar cientos o miles de otras posibilidades, incluyendo avances sobre la detección temprana del cáncer. Esto es lo que nos trae la nueva ola de start-ups biotecnológicas.
Hay empresas que están desarrollando todo tipo de soluciones como las descriptas en el párrafo anterior, y otras que están desarrollando la infraestructura para que esta industria pueda realmente crecer a un ritmo exponencial. Ginkgo Bioworks, Zymergen o Twist Bioscience en Estados Unidos, o una más cercana como Stämm —originaria de Argentina, y que compite en Estados Unidos— forman parte de una nueva generación que sentará las bases para que decenas de miles de empresas desarrollen algunas de las soluciones que necesita el mundo para cambiar la matriz productiva. Esto ya está ocurriendo, y las inversiones en este tipo de empresas vienen creciendo a ritmos exponenciales en los últimos años.04Según Synbiobeta, en 2021 recibieron más de 18.000 millones de dólares en Estados Unidos, y todo indica que ese número seguirá creciendo.
Arvind Gupta, fundador de Indie Bio (principal aceleradora de start-ups biotecnológicas del mundo), llama la oportunidad del trillón de dólares05Trillón americano (USD 1.000.000.000.000). a la demanda de soluciones de los próximos años, en referencia al crecimiento de la economía global, que hoy es de 100.000 millones de dólares y se estima que se duplicará en los próximos 25 años (si efectivamente navegamos la transición). En ese escenario, se pregunta cómo podemos crecer de esta manera, si se sabe que los recursos naturales ya no son suficientes o su explotación bajo los modos de producción actuales no es tolerable. Su propuesta y su promesa es la biotecnología.
Desde nuestro enfoque, estamos convencidos de que la biotecnología puede aportar soluciones sostenibles y de alto valor a muchos de los problemas planteados por la ONU en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): lucha contra el hambre, buena salud, agua limpia, energías renovables, consumo responsable, lucha contra el cambio climático, flora y fauna acuática, flora y fauna terrestre, entre otros. Pero no es solo una cuestión de sustentabilidad, también existe una gran oportunidad de negocio: podemos crear grandes empresas que desde su nacimiento relacionen su éxito comercial con el éxito del impacto positivo.
Una oportunidad de escala planetaria
El caso Stämm
Yuyo Llamazares nació en Quilmes y es el CEO de Stämm, empresa que fundó junto con su primo Federico D´Alvia luego de intentar hacer productos biológicos como levaduras para productores cerveceros y darse cuenta de que la industria biotecnológica solo funcionaba de forma centralizada. Stämm quiere cambiar de forma definitiva cómo escalamos cualquier producto biotecnológico que hoy encuentra un cuello de botella en su lógica de producción centralizada de gran escala y de difícil replicabilidad. Su apuesta actual es la de construir biorreactores06Los biorreactores son el equipamiento industrial para hacer crecer cualquier tipo de célula que produzca un compuesto de interés (desde anticuerpos monoclonales hasta levaduras). En la actualidad, los biorreactores son grandes tanques de acero inoxidable (de escalas de hasta miles de litros) en donde conviven células y medios de cultivo para que, mediante turbulencia y control de diversos parámetros, esas células encuentren ambientes óptimos para multiplicarse. de la escala de un escritorio, de una decena de litros de volumen, para producir lo mismo que los biorreactores actuales de miles de litros. Y lo están haciendo.
Esta tecnología es fundamental para poder pensar seriamente en la biotecnología como la oportunidad de desplazar una gran cantidad de cosas que hoy producimos y de las que necesitamos producir más, pero de otra manera. ¿Por qué? Porque si bien, como explicamos en el punto anterior, hoy podemos pensar en desarrollar diversos productos y servicios utilizando biotecnología, esta tiene que ser escalada en algún momento (para cubrir más demanda). Es ahí donde nos encontramos con las limitaciones industriales actuales del sector biotecnológico.
¿Y por qué es tan importante poder resolver esta limitación industrial? Porque así como las alternativas que se pueden abordar usando biotecnología son muchísimas, la oportunidad que nos trae la biotecnología en términos de desplazamiento de alternativas productivas es muy grande, diríamos, gigante.
En 2021, Stämm presentó en sociedad los avances de las diversas tecnologías que están desarrollando para ofrecer esta alternativa de bioprocesos, y Yuyo encontró una forma muy contundente de explicar esta oportunidad: según dijo, en 2020 la masa antropogénica coincidió con la cantidad total de biomasa a nivel global, lo que significa que la masa de cosas hechas por los humanos coincidió con el volumen total de todo lo que está vivo en el planeta. Esta situación proporciona una perspectiva sorprendente sobre las tasas de cambio en la relación entre la humanidad y la naturaleza, e ilustra los límites absolutos del sistema en el que vivimos y la absurda incertidumbre que depara nuestro futuro.
Tenemos que asegurarnos de que conquistar los grandes desafíos de la humanidad no extinga la capacidad del planeta para sustentar la vida. Esto nos pone de frente a una pregunta ineludible: ¿es posible obtener toda la masa que la humanidad necesita sin recurrir a la explotación extractiva y la contaminación de nuestros ecosistemas?
Los métodos de producción de biomasa que prevalecen hoy en día a nivel mundial son extremadamente ineficientes cuando observamos su huella de agua, carbono y tierra. Teniendo en cuenta esto, los bioprocesos07Un bioproceso es un proceso específico que utiliza células vivas completas o sus componentes (por ejemplo, bacterias, enzimas, cloroplastos) para obtener productos deseados. tienen un papel transformador. En esta tecnología radica la solución para automatizar la transformación de combustible molecular, el carbono, en materiales biobasados hechos a medida y personalizados, considerando la disponibilidad regional de recursos.
Simplificando, tenemos en las células las máquinas que nos pueden permitir construir casi cualquier cosa que hoy producimos fuera del equilibrio de la naturaleza, y tenemos en la naturaleza el combustible para que esas máquinas funcionen. La prosperidad de la naturaleza puede ser el combustible para la prosperidad de la humanidad.
Parece ambicioso porque lo es. Pero necesitamos este tipo de abordajes para enfrentar de manera definitiva el desafío más grande que nos ha tocado vivir.
Un proyecto de vida
El sistema científico y la creación de empresas
El conocimiento y las capacidades relacionadas a la biotecnología están en gran parte en el sistema científico, pero resulta difícil trasladar ese conocimiento y capacidades desde las instituciones del sistema científico a la sociedad.
En el marco de la vinculación tecnológica existen distintas formas en las cuales el sistema científico puede relacionarse con el sistema productivo. Dentro de estas alternativas, podemos identificar principalmente el licenciamiento de tecnologías disponibles del sistema científico; la prestación de servicios; y la creación de empresas.
A su vez, dentro de la creación de empresas podemos encontrar distintos abordajes. Pueden surgir del sistema científico empresas públicas o mixtas que desarrollen productos o servicios basados en conocimiento, que tendrán procesos de financiamiento particulares a este perfil de empresas. Pero también pueden crearse empresas que se proyectarán como pymes con lógicas de desarrollo más locales o regionales, y procesos de crecimiento más lentos y orgánicos.
Sin embargo, nuestro foco e interés estará puesto en un tercer abordaje: la creación de nuevas empresas que, desde su génesis, tengan diseños para búsqueda de capitales en la industria del venture capital. Para ser atractivas, estas empresas deberán buscar propuestas de valor muy innovadoras a nivel mundial y agresivas en sus proyecciones de crecimiento, ya que, como vimos, esto es lo que los inversores de venture capital van a esperar encontrar en una empresa.
Las carreras de grado formadoras de la mayoría de los científicos están generalmente orientadas al trabajo de investigación científico-académica, sobre todo en América Latina. En consecuencia, el campo laboral principal al que un científico o científica puede apuntar es el de las organizaciones gubernamentales (universidades, centros de investigación, institutos, museos, etcétera).
Esas carreras demandan principalmente a los científicos la producción de conocimiento publicable en journals en forma de artículos (papers), dentro de un sistema global de revisión por pares (peer review). El sistema global de journals científicos está compuesto por journals con distinto “factor de impacto”. Cuanto mayor sea el factor de impacto de los journals en los que el investigador o investigadora publique su trabajo, más chances de progresar y ascender tendrá en su carrera. Este sistema exige una hiperespecialización que permita encontrar originalidad, y por ende, mayores posibilidades de diferenciarse, lo que aumenta las chances de llamar la atención de los journals de mayor factor de impacto que centralizan la publicación de estos papers.
Este sistema de progreso en la carrera científica, en muchos casos, aleja a los científicos de la posibilidad de conectar sus líneas de investigación con problemas de la vida cotidiana. No es el principal foco y está bien que así sea. Su objetivo, en cambio, es expandir la frontera del conocimiento. Si bien ocurre (constantemente hay científicos creando empresas), ni los científicos ni el sistema científico están preparados o formados —y en general, tampoco interesados— para ese proceso. Afortunadamente, algunas universidades y facultades están incorporando una visión más amplia en la cual sus estudiantes pueden comenzar a explorar alternativas de aplicación de sus formaciones en los sectores productivos. Y dada la coyuntura actual de urgencia para transformar la matriz productiva, necesitamos que ese proceso se transforme y se acelere.
En el caso que nos ocupa, crear empresas de base científica —donde va a ser fundamental la participación de los científicos como emprendedores líderes—, este problema se intensifica. Un proyecto de empresa es un proyecto de vida. Esto no suele coincidir con el interés de los investigadores científicos, incluso con el de aquellos que trabajan en líneas con potencial de transferencia. En la mayoría de los casos, no consideran dejar sus carreras de investigación para dedicarse a un proyecto empresarial.
Afortunadamente, existen alternativas. No es lo mismo dejar una carrera científica para un profesional con trayectoria que cambiar de rumbo profesional para un joven investigador. En ocasiones, ocurre que quien toma la decisión de emprender y cambiar de proyecto de vida es un becario o una joven investigadora integrante del equipo, con entusiasmo para transformar su carrera hacia el sector productivo y capaz de asumir el rol de emprendedor científico, y así ser el nexo entre el conocimiento más profundo y la nueva empresa.
En este escenario, se puede dar una relación virtuosa tanto para el inicio de la empresa como para su recorrido en el largo plazo. En el inicio y en la mayoría de los casos, los científicos conocen mucho sobre la industria donde podría desembarcar la línea de investigación, y aun si no conocen, les resulta mucho más simple comprenderla a ellos antes que a actores no especializados. Conocen los volúmenes globales de mercado, las principales empresas del sector, y el mercado regional y local. En definitiva, puede ocurrir que no tengan las preguntas correctas para diseñar un modelo de negocios, pero seguramente tengan muchas de las respuestas necesarias. Por otro lado, en el largo plazo, la vinculación estrecha de la nueva empresa con el conocimiento científico a través del centro de investigación será una oportunidad de innovación y disrupción absolutamente diferencial. Estas nuevas empresas de base científica tienen el potencial de producir ciencia, de seguir expandiendo la frontera del conocimiento. El desafío es adaptar la producción científica en el marco de las necesidades de una empresa.
Explorar, transformar, escalar
Del sistema científico al sistema productivo
Si queremos hacer uso del conocimiento que existe y acelerar el proceso de transformarlo en impacto, tendremos que desarrollar nuevos abordajes, ya que la velocidad a la cual hoy se transforma conocimiento científico en verdadero impacto, sobre todo en América Latina, no está a la altura de la velocidad que necesitamos para traer nuevas soluciones que puedan transformar la matriz productiva.
Por este motivo, entendemos que deben crearse nuevos abordajes que faciliten el proceso por el cual el conocimiento pueda transformarse y formularse de manera adecuada para lograr un mayor impacto. Para ello, proponemos un abordaje más proactivo y organizado, que incluye la posibilidad de invertir en etapas tempranas en nuevas empresas que tengan grandes posibilidades de crecimiento, buscando la maximización de la transformación de ciencia en start-ups.
Esta propuesta se basa en nuestra experiencia particular de haber intervenido —a lo largo de más de cinco años— en decenas de proyectos científicos de la academia, seleccionados de la evaluación de miles de proyectos, para que pudieran transformarse en proyectos científicos de empresas enfocadas en lograr soluciones a los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad utilizando biotecnología.
Diferentes formas de estas metodologías se imaginan, diseñan e implementan de distintas maneras en aceleradoras y company builders en todo el mundo. Dado que son metodologías altamente sensibles a los contextos culturales de cada territorio, es particularmente importante pensarlas de manera relacionada con las realidades de esos territorios. Nuestro abordaje está estructurado en tres etapas: explorar, transformar y escalar. Vamos a recorrer estas tres etapas entendiendo qué buscamos en cada una y repasando algunas historias reales de personas reales que representan de manera tangible las características en nuestro país y en la región.
Explorar. La ciencia está ahí, en el sistema científico, con todo su potencial. Pero ese conocimiento que puede ser transformado para buscar su aplicación concreta está profundamente resguardado en el sistema científico; entonces, hay que ir a buscarlo. La pregunta que se impone es cómo hacemos esa minería.
La etapa de exploración implica ir a la fuente: visitar universidades, laboratorios e institutos de investigación para mapear proyectos con potencial para convertirse en empresas. Para maximizar el potencial de esta minería, vamos más allá de un mapeo automático. Necesitamos entender que las capacidades que pueden ser diferenciales para crear empresas de base científica no necesariamente son las que los científicos ponen en valor cuando transmiten sus líneas de investigación. En nuestra experiencia, muchas veces se requiere una indagación más sensible para comprender qué es lo innovador en un desarrollo. Es importante que quienes realicen la minería lo hagan con una visión clara, que sepan qué buscar cuando indagan en las líneas de investigación.
Por otro lado, encontramos de mucho valor interactuar con las oficinas de vinculación tecnológica,08Las oficinas de vinculación tecnológica son las encargadas, dentro de las universidades o centros de investigación, de relevar qué líneas de investigación podrían ser transferidas al sector productivo (o al sector social que busque alguna aplicación que pueda mejorar la calidad de vida de las personas). Interactúan con esos actores externos al sistema científico que encuentren un interés en aplicar esas líneas de investigación a sus negocios o sus servicios sociales. que muchas veces conocen bien los proyectos y a los científicos que los llevan adelante. Sobre este punto entendimos que fue y sigue siendo necesario pensar en estrategias que formen a esas oficinas de vinculación en las temáticas particulares de creación de empresas que buscarán capitales en la industria de venture capital. Históricamente, sobre todo en nuestra región, las oficinas de vinculación han puesto más el foco en el desarrollo de convenios de explotación de patentes o en la prestación de servicios. Si queremos acelerar el sistema virtuoso que estamos proponiendo, aún es necesario que muchas oficinas de vinculación tengan formación sobre las particularidades de formulación de start-ups con perfiles de venture capital.
Una de las complejidades a las que nos enfrentamos en la etapa de exploración es que los y las científicas, y a veces incluso los agentes de las oficinas de vinculación tecnológica, tienden a ser muy celosos de su ciencia. Esto es comprensible en principio, dado que es el fruto de su trabajo, y por el sistema en el que se encuentran (ya sea de publicaciones científicas o de protección de la propiedad intelectual) es importante no divulgar información sin tener una estrategia. La novedad y la altura inventiva09La novedad y la altura inventiva son requisitos fundamentales para presentar una patente en cualquier oficina de patentes de cualquier país. Esto significa que la propuesta de patente deberá presentar algo que no se conociera con anterioridad y que esa novedad no resulte obvia para un experto en la materia. son claves en este sistema. Sin embargo, es una traba importante en el proceso de exploración del sistema, y no es necesario divulgar los detalles técnicos del trabajo para poder transmitir el valor que un desarrollo científico técnico tiene.
Por este motivo, es fundamental lograr esta coordinación, con el objetivo de que estas diversas capacidades puedan convertirse en empresas de impacto y alcance global, disruptivas y con capacidad de proyección en el largo plazo con grandes retornos para los inversionistas.
El resultado de esta exploración nos permitirá crear nuestra masa crítica de proyectos candidatos a ser transformados en start-ups. Miremos, por ejemplo, el caso Puna Bio. América Latina es la región con mayor biodiversidad del planeta. Como mencionamos, la biodiversidad es una gran fuente de información de distintas estrategias de supervivencia que desarrollaron esas especies en sus procesos adaptativos durante miles de millones de años. La investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de la Argentina) María Eugenia Farías desarrolló su carrera científica buscando entender esa biodiversidad. En su vasta experiencia, recorrió los inhóspitos volcanes, desiertos, salares y lagunas hipersalinas de los Andes Centrales (Puna), todos ambientes de difícil acceso a más de 3600 metros sobre el nivel del mar. En el centro de investigación donde desarrolla sus actividades, Farías formó equipo con dos investigadoras especialistas en microbiología de ambientes extremos: Elisa Bertini, una científica aventurera que había trabajado buscando bacterias en la Antártida, y Carolina Belfiore, también exploradora de las lagunas en los Andes y cabeza del proyecto de bioinoculantes con extremófilos dentro del Instituto del CONICET PROIMI (Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos) en Tucumán, donde comenzaron su investigación. Pero, más allá de sus capacidades y sus intenciones, la idea y la posibilidad de poder construir una empresa alrededor de su línea de investigación aún quedaba muy lejos. Hacía falta ingresar en la segunda etapa.
Descubrimos esta historia en el proceso de exploración que realizamos en 2020 para encontrar proyectos científicos con el potencial de transformarse en empresas de impacto de escala global. Fue una de cientos de historias exploradas en América Latina, donde nuestro trabajo consiste en poder identificar de manera muy rápida y con muy poca información principalmente tres cosas: que la ciencia detrás de la historia sea de primera calidad, que la ciencia tenga una aplicación de escala global y de gran impacto y, lo más importante, que los científicos que la protagonizan tengan la intención de comenzar a construir un nuevo proyecto de vida que les permita seguir haciendo ciencia, pero ahora en el marco de una empresa.
Este proyecto finalmente fue seleccionado para participar del programa en el que trabajamos con científicos y científicas para transformar su proyecto en una empresa invertible con lógicas de venture capital. Ese mismo programa incluye que el equipo científico pueda encontrar un cofundador con un perfil de negocios. Fue luego de atravesar esa experiencia que se formó Puna Bio, una empresa que hoy desarrolla biofertilizantes utilizando las bacterias extremófilas que María Eugenia tanto conoce.
Los biofertilizantes son una tecnología fundamental para reducir el uso de fertilizantes sintéticos, que tienen grandes emisiones en su proceso productivo y contaminan napas y suelos. Luego de nuestra primera inversión, Puna Bio y su equipo participaron de Indie Bio en San Francisco, Estados Unidos, y luego de ese proceso, logró cerrar una ronda de inversión de capital semilla que hoy le permite acelerar su llegada al mercado.
Transformar. Si logramos mapear gran cantidad de proyectos científicos con potencial de transformarse en una start-up, podremos seleccionar primero aquellos que se presenten con mayores probabilidades de éxito. Pero, según nuestra experiencia, estos proyectos científicos no se transforman de manera espontánea en start-ups que puedan ser invertidas por fondos de venture capital. Es necesario trabajar proactivamente en esa transformación.
¿Cómo definimos lo que puede ser considerado como una start-up, aun en una etapa muy temprana? Debe contar con al menos dos características fundamentales. Por un lado, tiene que haber un equipo fundador comprometido con el proceso de crear y hacer crecer esa start-up. Por otro lado, tiene que existir una idea de negocios. No siempre estas cosas están tan claras y ordenadas, pero son cuestiones básicas para comenzar a pensar en un proyecto empresario.
Veamos esto en más detalle. Cuando exploramos el sistema científico de la región, encontramos un gran potencial científico, pero no necesariamente encontramos estas características mínimas que se requieren para pensar en proyectar una empresa de alto impacto. Esta transformación entre una actividad académica y una de impacto a través de los frutos de formular ese conocimiento científico como productos y/o servicios de gran escala implica en primera instancia el diseño del equipo. ¿Quiénes son las personas que tienen un proyecto de vida relacionado con crear una empresa? ¿Qué capacidades y posibilidades tienen esas personas? ¿Está dispuesta esa persona a dejar atrás su carrera académica para continuar su carrera científica en el marco de una empresa?
Por otra parte, es necesario que ese equipo tenga un balance de herramientas y perspectivas de ciencia y de negocios que le permita ir a la velocidad que las trayectorias de venture capital proponen. Esto implica un proceso de gran complejidad: los equipos fundadores necesariamente van a tener que incluir perfiles, cultura y hasta visiones muchas veces distintas, y van a tener que aprender a trabajar de manera articulada. El lenguaje de un científico y el lenguaje de una persona con perfil de negocios son, en general, muy distantes, y encontrar lugares para que esa conversación sea conducente es complejo pero necesario para maximizar las posibilidades de éxito de esa nueva empresa. El científico se tiene que convertir en un emprendedor, pero va a transitar mejor ese proceso si no tiene que liderar las tareas de negocios desde el momento en que la empresa surge. A la vez, el perfil de negocios se tiene que convertir en una persona que entienda la ciencia, la pueda transmitir con claridad y hasta pueda discutir sobre cuestiones del desarrollo científico tecnológico.
Veamos un nuevo ejemplo para ilustrar esta etapa: por un lado, tenemos a Joaquín Fisch, un ingeniero industrial de 27 años recibido en la Universidad de Rosario. Luego de una carrera corporativa, comenzó a pensar en emprender como medio para generar un impacto positivo en el mundo. Por otro lado, Julia Fariña, una investigadora tucumana del CONICET que durante décadas investigó hongos de la selva de Las Yungas con diferentes actividades de utilidad biotecnológica (biopolímeros, enzimas, actividad antimicrobiana). Junto a Leandro Sánchez, dedicado desde hace tiempo también a la búsqueda de antimicrobianos con potencial en industria agroalimentaria y control de fitopatógenos,10Los fitopatógenos son microorganismos que causan enfermedades en plantas. Tienen un gran impacto negativo en los cultivos de interés agronómico en el mundo. iniciaron estudios de factibilidad para desarrollar recubrimientos de frutas postcosecha. Este desafío abarca dos objetivos principales: atacar fitopatógenos y disminuir el deterioro por factores físico-químicos en frutas y verduras, para reducir así el desperdicio de alimentos y los recursos invertidos en su producción, extender la vida de estante y garantizar su aprovechamiento. Su idea era llevar una solución tecnológica a las industrias locales y globales para disminuir el uso de compuestos químicos y mitigar el desperdicio de fruta mediante un salto de innovación en productos 100% biológicos.
El equipo científico presentó su línea de investigación a GRIDX, y fueron seleccionados para participar del programa IGNITE, que permitiría transformar ese proyecto en una start-up. Durante el programa, Joaquín se encontró con la experiencia y el entusiasmo de Julia y Leandro, y ellos se encontraron con un joven comprometido con aportar su experiencia en negocios para transformar ciencia en impacto. No sin antes conocer otros proyectos científicos y emprendedores, ambos decidieron armar equipo y, luego de seis meses de trabajo, fundaron Nat4Bio, una start-up que desarrolla recubrimientos zero-residue (libres de residuos), ecoamigables y comestibles, para reducir los residuos de la cadena de suministro de frutas y extender su vida útil.
Durante el proceso, aprendieron sobre propiedad intelectual, finanzas, aspectos legales de cómo armar una empresa, inversiones de impacto de venture capital y otras cuestiones lejanas a sus formaciones, pero necesarias para la etapa de transformación. Mientras se iban conociendo y buscaban el equilibrio del equipo, tuvieron que construir un modelo que pudiera enfrentar el problema de los residuos de alimentos en su máxima escala. Lo hicieron entendiendo que era un trabajo a encarar de manera compleja, amable y pragmática, y lograron la metamorfosis que el proyecto necesitaba. Esta metamorfosis les permitió, además, construir confianza y el verosímil de impacto y escala futura que condujo a una primera inversión de GRIDX y la inmediata invitación a participar en el programa de IndieBio en Nueva York. Desde allí, hoy buscan captar la atención de inversores de todo el mundo para acelerar el proceso de llegar al mercado y comenzar a impactar positivamente en el mundo.
Escalar. Si logramos mapear gran cantidad de proyectos científicos con potencial de transformarse en empresas de impacto, y logramos transformar esos proyectos científicos en start-ups que puedan recibir capital que sigan trayectorias de venture capital, necesitamos que esas start-ups puedan escalar. Esto es fundamental para que el proceso sea económicamente sustentable. Alcanzar soluciones innovadoras, requeridas por mercados de gran tamaño es necesario por la lógica de retorno de capital explicada anteriormente, pero también es necesario por las necesidades urgentes de transformación de la matriz productiva que presionan al mundo cada vez con mayor fuerza.
La posibilidad de ofrecer soluciones a problemas reales es cada vez más valorada por el mercado, más cuando la transición implica, por un lado, reconocer problemas antes ignorados (como puede ser el impacto ecológico de nuestra actual forma de producir proteína animal), así como reconocer que determinadas soluciones actuales no son satisfactorias (el uso extensivo de fertilizantes y pesticidas de origen químico con el impacto negativo que tienen sobre el entorno). Empezar por solucionar un problema existente, armar un equipo sólido y encaminar un modelo de negocios sustentable son primeros pasos ineludibles.
El desarrollo y crecimiento de la empresa tiene que ser sustentable para el planeta y factible desde múltiples perspectivas: tanto en lo económico, como en lo humano y lo social. Una empresa que no construye un equipo desde lo humano se rompe ante la presión; una empresa que no mide bien cómo se encaja su propuesta en el contexto económico, político y social en el que crece no va a poder adaptarse a un entorno en cambio permanente. Una empresa que no se construye de manera compatible con los límites de la biosfera tarde o temprano se enfrenta a la termodinámica.
De las empresas que vimos escalar con éxito (así como de las que no lo lograron), aprendimos que escalar con éxito implica que la empresa —pero por sobre todas las cosas, el equipo— debe tener un claro sentido de propósito. Después de años de trabajar con emprendedores, un elemento que se repite en los proyectos exitosos es que los equipos se encuentran involucrados profesional, pero también emocionalmente en lograr un efecto claro y bien definido sobre su entorno, sobre su mercado, sobre su comunidad. Esta idea, si bien parece más blanda, se soporta en investigación sobre qué hace que los equipos funcionen, y es clave alinear los objetivos de todos los participantes. Una organización funciona en tanto y en cuanto los objetivos de cada participante y equipo puedan reconciliarse y alinearse formando ese vector que dirige las acciones del proyecto completo.
Beeflow es una empresa que propone repensar la forma en que se aborda la agricultura intensiva de forma sustentable. Para ello, se enfoca en entender la polinización de estos cultivos y hacerla más eficiente.11El 70% de los cultivos del planeta tienen una alta dependencia de la polinización. Como la polinización es un proceso que mayormente es realizado por determinados insectos, si esos insectos no prosperan en los ecosistemas en donde crecen los cultivos intensivos, entonces los rendimientos de los cultivos caen. Beeflow está liderando esta nueva forma de tratar la polinización en California, que es el mercado más competitivo del mundo en cultivos intensivos. Con ese fin, utiliza conocimiento científico, gran parte del cual se produjo en el CONICET y en universidades públicas argentinas que hoy reciben regalías por esos conocimientos aplicados.
En los últimos años, Beeflow se convirtió en un referente de la industria de la polinización en California. Si proyectamos el mercado potencial total que está desarrollando hoy Beeflow en California, podemos estimar un mercado total anual de unos 10.000 millones de dólares en servicios de polinización que mejoran el rendimiento de los cultivos y las prácticas agrícolas teniendo en cuenta equilibrios en sus servicios ecosistémicos.
El crecimiento y la ambición de expansión de su impacto hacia el mundo demandarán no solamente grandes inyecciones de capital, sino también grandes complejidades en la ejecución. La oportunidad y el desafío tienen escala global.
La última ronda de inversión de esta start-up contó con destacados inversores de Estados Unidos. Con esta inversión inició un proceso de expansión en América Latina, comenzando con Perú y México, y profundizando sus operaciones en Argentina, que fue donde todo comenzó.
Habiendo navegado con éxito un crecimiento de escala de órdenes de magnitud, Beeflow se proyecta como un líder global en la industria de la polinización de cultivos, con impacto global y el potencial de instalar buenas prácticas de polinización que constituyen opciones reales y sustentables para diversos cultivos intensivos.
Visiones de futuro
América Latina y Argentina
América Latina cuenta con aproximadamente 200.000 investigadores relacionados a las ciencias de la vida. Casi la totalidad de estos investigadores e investigadoras desarrollan sus actividades en el sistema académico: universidades, centros de investigación, laboratorios dependientes de los sistemas científicos, financiados, en su gran mayoría, por el Estado de cada uno de los países.
Si bien los sistemas científicos de la región claramente no cuentan con los mismos recursos para investigar que sí tienen sus colegas en los países más desarrollados, los científicos de América Latina logran, a pesar de todo, ser competitivos en su producción de conocimiento. Además, muchos de esos investigadores transitan parte de su carrera científica en países más desarrollados, lo que les permite generar vínculos que luego son muy útiles a la hora de realizar investigaciones en colaboración con colegas de todo el mundo.
Ahora, lamentablemente, muy poco de este gran talento está en camino a convertirse en un aporte real y concreto en el desafío de traer las soluciones tecnológicas que nos permitan afrontar la transformación productiva que necesitamos. Esto no ocurre porque estos científicos no puedan ser competitivos en sus líneas de investigación, sino, principalmente, porque tenemos problemas en las coordinaciones necesarias que se requieren para este proceso. Limitaciones derivadas de barreras económicas, sociales, culturales y políticas que necesitamos resolver.
En muchos casos, existe la preocupación de qué pasará si finalmente estos sistemas se enfocan en construir tecnologías para resolver problemas y no en seguir explorando las fronteras del conocimiento para expandirlas. Lo cierto es que necesitamos que se sigan expandiendo las fronteras del conocimiento a través de la curiosidad de los científicos. Necesitamos que se siga produciendo conocimiento. Ahora bien, imaginemos que solamente un 10% de esa masa crítica de científicos tenga líneas de investigación que puedan participar de la conversación de traer soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos, y que ese 10% de científicos tenga intenciones de seguir desarrollando sus carreras en el marco de una start-up. Solo con eso, tenemos un escenario de creación de cientos o miles de empresas para los próximos años y una gran masa crítica de talento totalmente enfocada y comprometida, con la posibilidad de capturar fondos de la industria del venture capital para seguir expandiendo la frontera del conocimiento mientras propone soluciones para el cambio de matriz productiva que tanto necesitamos.
Argentina, en particular, tiene un potencial en biotecnología destacado en la región. Por una parte, cuenta con una tradición científica muy importante basada en su historial, que incluye tres Premios Nobel, grandes científicos de nivel internacional en distintas disciplinas relacionadas a las ciencias de la vida, un sistema universitario público y un sistema científico que ha tenido un destacado desarrollo —con una importantísima inversión desde el sector público si se la compara con los países de la región—. Por otra parte, nuestro país ha sido pionero en la región en el desarrollo de empresas biotecnológicas en el área de clonación, vacunas veterinarias, vacunas humanas, semillas, biocombustibles, anticuerpos monoclonales, biofertilizantes, y otros productos y servicios de base biotecnológica. Ese potencial puede darle un liderazgo regional que contagie a todos los países de América Latina a impulsar sus sistemas científicos para que estos puedan participar de este desafiante pero maravilloso tiempo que nos toca vivir.
Lo que nos entusiasma es que esto está ocurriendo, recién arrancando, pero ocurriendo. Hoy, 68 start-ups biotecnológicas están agrupadas en la Cámara Argentina de Biotecnología; start-ups con historias y procesos de transformación muy parecidos a los ejemplos que mencionamos. La gran mayoría de ellas están en procesos de búsqueda de capital para crecer. Esos procesos se desarrollan en el mundo, compitiendo con start-ups de todas partes, mostrando que la ciencia de América Latina tiene un gran potencial y mucho para aportar en esta transición.
Sabemos que parte de navegar exitosamente la transición es construir visiones de futuro que podamos compartir entre los más diversos actores. Esta es una de esas visiones. Una en la que le damos forma a una nueva generación de proyectos biotecnológicos locales para que puedan crecer desde el sistema científico que tanto nos enorgullece. Para que eso suceda, es necesario que podamos apalancarnos en una relación virtuosa y bien articulada entre el Estado y los mercados. Es en esa articulación donde probablemente más necesitemos innovar para alcanzar gran escala e impacto, convirtiendo la urgencia en oportunidad: que la transición hacia sistemas sustentables signifique, también, desarrollo productivo, económico y científico.
Esta es la síntesis gráfica de la tercera parte del libro. Acá vas a encontrar comprimidos los conceptos fundamentales de experiencias en políticas de desarrollo productivo verde, disrupción tecnológica y activismo ambiental.