Volviendo a la pregunta que dejamos sin responder y cuya respuesta no puede abordarse a través del sembrado de personas en ambientes diferentes (ni iguales), ¿cómo podemos medir el componente genético −la heredabilidad− de un rasgo mental o comportamental humano? Existen una serie de métodos, y los dividimos en dos grandes grupos: clásicos y modernos.
A mediados del siglo XX, la psicología dominante, tanto en Europa como en Estados Unidos, estaba fuertemente sesgada contra toda explicación que contemplara algún grado de heredabilidad en cualquier rasgo mental o de comportamiento humano −características como la personalidad o la susceptibilidad a trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia (a decir la verdad, creo que en algunos círculos intelectuales de Argentina y otros países latinoamericanos, este sesgo sigue presente)−. Por ejemplo, en una mini revisión de la situación de la psicología estadounidense del momento, Philip S. Holzman escribe: 1Holzman, P. S. (2001). “Seymour S. Kety and the genetics of schizophrenia”. Neuropsychopharmacology, 25(3), 299-304.
Consideremos el libro La política de la experiencia, de R. D. Laing, en el que el autor afirma magistralmente “Nos parece que sin excepción la experiencia y el comportamiento que se etiqueta como esquizofrenia es una estrategia especial que una persona inventa para vivir en una situación invivible. (…) No existe tal ‘condición’ como la ‘esquizofrenia’, sino que la etiqueta es un hecho social y el hecho social es un evento político”. Unos años más tarde, Theodore Lidz, de la Universidad de Yale, escribió con confianza “Parece improbable que se puedan transmitir trastornos cognitivos genéticamente, en vez de a través de la experiencia. Estoy específicamente intentando transmitir que la naturaleza y el origen de la esquizofrenia son comprensibles sin cualquier factor desconocido si examinamos la naturaleza aberrante de los ambientes en que los pacientes se criaron”.
Sí, muchos psiquiatras estadounidenses creían que el origen de la esquizofrenia debía buscarse en los ambientes “aberrantes” en los que se habían criado los pacientes. Por otra parte, el psicoanálisis en Europa, al otro lado del océano, tampoco se preocupaba demasiado por analizar la hipótesis de que los genes podrían influir en la aparición de esquizofrenia. Más aún, muchos psicoanalistas habían incluso llegado a defender la teoría de la “madre esquizofrenizante” propuesta por la psicoanalista alemana Frieda Fromm-Reichmann.
Pero ¿cómo se podría testear la hipótesis de que los genes pueden influir en el desarrollo de trastornos mentales?
Ya a mediados del siglo XX se sabía que los gemelos tienen más concordancia entre sí en el diagnóstico de este trastorno que los mellizos: si un hermano es diagnosticado con esquizofrenia, la probabilidad de que el otro también lo sea es mayor en gemelos que en mellizos. Esto lleva a sospechar que existe un componente genético, ya que dos gemelos tienen mayor similaridad genética que dos mellizos. Así como mencionamos que dos gemelos son como dos clones porque comparten el 100% de las variantes de sus genes (sin tener en cuenta las mutaciones aleatorias que empiezan a ocurrir durante el desarrollo desde la concepción), dos mellizos son como dos hermanos que nacieron al mismo tiempo; sólo comparten, en promedio, el 50% de los alelos (si son del mismo sexo).
Comparar la similitud entre gemelos y mellizos sigue siendo el método más rápido y simple de estimar el componente genético de un rasgo, pero tiene limitaciones. Por ejemplo, no logra determinar cuánto de las diferencias observadas se debe al simple hecho de que tener una persona físicamente igual a uno en el mundo puede influir en nuestros rasgos. Aunque es difícil encontrar una explicación de por qué este hecho haría que, por ejemplo, algunas personas desarrollen esquizofrenia y otras no, no podemos descartar una posible influencia.
Otra limitación de comparar la similitud entre mellizos y gemelos es que, como los gemelos comparten todos los alelos, son más parecidos física y fisiológicamente entre sí que los mellizos. Y, como vimos anteriormente, la sociedad trata diferente a personas diferentes, pues esas diferencias evocan, en las otras personas, reacciones específicas. Entonces, la mayor similitud en el diagnóstico de esquizofrenia entre gemelos que entre mellizos podría deberse a que las sociedades tratan de forma más similar a los primeros que a los segundos.
O sea que el método de comparar la similitud entre gemelos y mellizos puede ser un buen estimador del componente genético de un rasgo, pero no consigue separar la influencia directa del gen en el rasgo de la indirecta. No nos dice cuánto de esa influencia es directa y cuánto es mediada indirectamente por la sociedad, dada por la “correlación genotipo-ambiente” (evocativa, activa y pasiva). A veces no hay razones para creer que existe una influencia indirecta. Por ejemplo, si medimos un rasgo como la altura de las personas, es más difícil especular con que exista una influencia indirecta del gen en el rasgo mediada por la sociedad; es poco probable que la altura esté de alguna manera influenciada por cómo te tratan los otros. Sin embargo, el ambiente no es tan simple de descartar cuando hablamos de su influencia en la aparición de trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia.
En 1961, el psiquiatra estadounidense Seymour Kety empezó a pensar otra forma de medir el componente genético en la esquizofrenia, una forma alternativa a la comparación de la similitud entre gemelos y mellizos que pudiera ayudar a entender mejor el papel de la correlación genotipo-ambiente en el componente genético.
Kety eligió el estudio de chicos y chicas adoptados, ya que permiten comparar, por ejemplo, qué ocurre cuando existe un ambiente de crianza similar en personas que no comparten más alelos que los que comparte la población en general. El diseño del estudio debía ser tal que se estudiara a las personas con esquizofrenia de todo un país. No había que cometer el error de ir por los hospitales y psiquiátricos buscando pacientes para saber quiénes habían sido adoptados porque esto sesgaba el estudio hacia los pacientes hospitalizados. Una mejor forma de estudiar el componente genético y la correlación genotipo-ambiente de cualquier trastorno psiquiátrico era buscar los datos de adopción de todo un país y buscar a las personas con esquizofrenia entre ellos. Kety encontró una base de datos ideal en Dinamarca y, con la ayuda de científicos locales, durante más de 30 años estudió el componente genético de la esquizofrenia.
Hay dos conclusiones importantes que se desprenden de estos estudios y que se mantienen firmes hasta hoy. En primer lugar, los chicos nacidos de una madre con esquizofrenia tienen la misma (alta) probabilidad de ser diagnosticados con esquizofrenia cuando son adultos, independientemente de que los haya criado la madre biológica o una adoptiva. En los estudios de Kety, la probabilidad de desarrollar esquizofrenia subía del 1% para la incidencia en la población en general al 9% para hijos de padres con esquizofrenia, independientemente de haber o no sido adoptados. En segundo lugar, la tasa de esquizofrenia en la familia biológica de un chico esquizofrénico adoptado es alta, pero no lo es en su familia adoptiva. En la familia adoptiva es la misma tasa que en la población en general, lo que descarta la posibilidad de que la incidencia similar de esquizofrenia en familias adoptivas y en familias biológicas sea dada por un “ambiente aberrante” propio de las familias adoptivas (podría pasar que las agencias de adopción, por buscar familias similares a las biológicas, sin quererlo estuviesen sesgadas a entregar a los chicos en adopción a familias con ambientes también “aberrantes”).
Estos hallazgos muestran, más allá de toda duda razonable,2Aunque pueda parecer un poco redundante, ya que toda verdad o creencia sobre el mundo sólo es tal más allá de toda duda razonable, uso bastante esta expresión cuando quiero enfatizar el carácter dinámico de la verdad; el hecho de que a ella se llega mediante razonamientos y evidencias que no son obvios a priori y que pueden incluso ser refutados en un futuro. el fuerte componente genético de la esquizofrenia y, por otra parte, que el estilo parental no tiene una influencia clara en el desarrollo de esta condición, si es que la tiene, gracias a lo que ya no encontramos, hasta donde sé, afirmaciones sobre que la esquizofrenia proviene de ambientes familiares “tóxicos”.
Hasta aquí mencionamos una serie de métodos “clásicos” para medir el componente genético de un rasgo: comparar la similitud entre hermanos gemelos y mellizos, o entre familiares biológicos y adoptivos, o entre gemelos separados al nacer. Todos estos métodos se basan en medir el grado de proximidad genética entre pares de personas y comparar cuán parecidos son sus rasgos. Existen otras variantes clásicas, como comparar medio hermanos con hermanos enteros, o padrastros y padres. Todas estas variantes comparan la similitud entre el comportamiento de dos personas en relación con su proximidad genética, es decir, en relación con la cantidad de alelos que comparten en promedio, para estimar el componente genético de un rasgo.
Antes de pasar a mostrar los métodos modernos para estudiar el componente genético de los rasgos, reflexionemos sobre algunos de los descubrimientos hechos con estos métodos clásicos.