Si buscáramos un elemento al que le gusta pasar desapercibido, ese sería el manganeso. Está ahí, entre los metales de transición, pero puede que no lo notemos. Es un elemento muy participativo, sus compuestos los podemos encontrar en más lugares de los que imaginamos, pero se camufla, se esconde, muta, nos engaña y lo pasamos por alto.
No es casual que su nombre sea tan parecido al de otro elemento: le divierte que nos cueste nombrarlo. Como metal de transición, presenta varios estados de oxidación y puede permanecer estable no sólo al ceder sus electrones, sino también al aceptar electrones ajenos en pos de que otro compuesto resulte menos negativo. La plasticidad de poder actuar de diversas maneras dependiendo de la necesidad de la molécula con la que reacciona resulta útil al momento de perfeccionar los trucos de invisibilidad en los que participa desde hace un buen tiempo.
Los antiguos vidrieros egipcios ya usaban el poder oxidante del dióxido de manganeso para decolorar vidrio. La presencia de impurezas, como pueden ser iones de metales de transición, es capaz de conferir al vidrio diferentes tonalidades; el ion ferroso, por ejemplo, le otorga un color verdoso. Las impurezas se vuelven imperceptibles con el agregado de pequeñas cantidades de dióxido de manganeso, capaz de oxidar los iones ferrosos a férricos. Sin embargo, no se puede engañar a todos todo el tiempo. Los incoloros compuestos de manganeso en el vidrio no pasaban desapercibidos para el sol. Lentamente, los rayos UV fotooxidaban el manganeso y lo transformaban en permanganato, compuesto que le confería un tinte violeta al vidrio. Esto benefició a los artesanos, que hicieron furor con sus vasijas púrpura en los mercados de Alejandría.
Otro comportamiento altruista del manganeso se observa en la producción de acero, donde es un componente indispensable. Actualmente, entre el 80 y el 90% del manganeso producido se utiliza en la manufactura de acero y aleaciones, ya que la presencia de pequeños porcentajes de manganeso aumenta la rigidez y resistencia de los productos. Así, el manganeso fortalece a los demás mientras permanece prácticamente indetectable.
Si bien se usan bajos porcentajes de manganeso, el constante crecimiento de la industria metalúrgica genera altas demandas del mineral, por lo que no sólo sus compañeros de aleación resultan beneficiados. Daphne Mashile-Nkosi, la primera mujer sudafricana en levantar y manejar una mina de manganeso, también. Esta digna seguidora del culto del manganeso supo fortalecerse desde muy joven, luchar desde su lugar sin privilegio alguno, perseverar y llegar a la posición que tanto anheló, no tanto por la jerarquía como por ser un lugar desde donde revertir las trabas que ella misma tuvo que superar, para que más mujeres de color puedan llegar tan alto como quieran y ella deje de llamar la atención. Por su desempeño en la industria, se ha ganado el mote que tanto el manganeso como ella podrían haber querido, “la dama de hierro de la minería”, porque, aunque no se lo nombra, ellos saben que el manganeso siempre está.