Si le preguntáramos a alguien que esté en el secundario qué es un átomo, probablemente tenga alguna respuesta aproximada, pero esto no siempre fue así. Recién en 1911 a Ernest Rutherford se le ocurrió que el átomo tenía que tener un núcleo, y en 1920 predijo que en ese núcleo, además de protones (que ya se conocían), tenía que haber alguna partícula neutra, porque si no, los protones (que tienen carga positiva) se repelerían. Hace menos de cien años, en 1930, sólo se conocían dos partículas subatómicas: el electrón y el protón, pero el neutrón estaba a punto de descubrirse.
En ese mismo año, Walther Bothe y Herbert Becker bombardearon átomos de berilio con otro tipo de partículas (alfa), y vieron que lo que salía era un nuevo tipo de radiación que podía penetrar barreras de manera bastante simple. Dos años más tarde, Irene Curie (hija de Marie y Pierre) y su marido Jean Frédéric Joliot midieron que esa radiación era neutra, y pensaron que era radiación gamma.
James Chadwick, que había sido alumno doctoral de Rutherford, repitió el experimento y trató de darle una explicación. Pensó que lo que pasaba era lo siguiente: al tirarle partículas alfa al isótopo berilio-9 (ahora sabemos que son átomos de berilio con 4 protones y 5 neutrones en el núcleo en vez de 4), creyó que lo que se obtenía era carbono-13 (ahora sabemos que son átomos de carbono con 6 protones y 7 neutrones en vez de 6) y un tipo de radiación energética sin masa. Esto tiene sentido porque los 4 protones y 5 neutrones del berilio se asociarían con los dos protones y neutrones de las partículas alfa, y daría 6 protones y 7 neutrones como el carbono-13.
Chadwick hizo las cuentas y los resultados que obtuvo eran difíciles de explicar si la radiación emitida eran pedazos de energía sin masa. Entonces se le ocurrió que podría estar pasando que tuviera otra partícula en el núcleo, una con una masa parecida a la de un protón pero sin carga, una carga neutra, así que la nombraron “neutrón”. Lo que en realidad estaba pasando es que no se estaba formando carbono-13, sino carbono-12 y un protón suelto, la “radiación” que habían visto Bothe y Becker.
En 1932, Chadwick decidió publicar los resultados, pero como no estaba muy seguro de lo que había obtenido, nombró ese trabajo “La posible existencia del neutrón”. Siguió midiendo, hasta que más tarde ese año, habiendo hecho experimentos con elementos más livianos, publicó el segundo trabajo: “La existencia del neutrón”. A veces, más valioso que admitir que algo está es mostrar algunas dudas y seguir camino desde ahí.