En plena Italia renacentista, los Borgia perfeccionaron el arte de cargarse a sus adversarios políticos como nadie antes. Una cena pomposa por aquí y un vinito por allá, le mandaban un poco de cantarella a la copa del enemigo en cuestión y chau, no la contaba. El principal ingrediente de esta poción venenosa era el arsénico, que por su carácter inodoro, incoloro e insípido fue el componente perfecto para simular muertes naturales de papas y una gran variedad de altos poderes políticos.
Pero además de su rol en entretejidos de traición y venganza, el arsénico es un elemento que se encuentra de manera totalmente natural en las aguas subterráneas de muchas regiones del mundo (incluido el conurbano bonaerense). En el subcontinente indio, el arsénico es arrastrado desde las prominentes montañas del Himalaya a través de kilómetros de ríos que fluyen por las fértiles tierras de esta región. Desde las más frías alturas viaja al sur pasando por campos de opio y otras hierbas hasta llegar a las aguas estancadas de los pantanos tropicales, donde se filtra hasta las napas de agua subterráneas.
Como tantos otros habitantes de la zona, un niño que apenas superó su primera década hace el camino que separa su casa de uno de los pozos comunitarios del pueblo en busca de agua. El calor no pareciera incomodarlo demasiado. Es más bien esa tos carrasposa la que no lo deja correr tan rápido como quisiera. Dos botones desabrochados permiten vislumbrar una constelación de manchas oscuras que dibujan su torso y que dejan adivinar un recorrido que sigue hasta la espalda.
En Balia, el pueblito donde vive a tan solo 140 km de la capital de Bangladesh, hay agua por doquier. Allí, las principales fuentes de agua para consumo humano han sido históricamente las superficiales, como ríos, canales, lagos, estanques y pozos más bien improvisados. Justamente por esto, el cólera y otras enfermedades transmitidas por el consumo de agua poco segura fueron moneda corriente durante décadas y la principal causa de la baja esperanza de vida de la población bangladesí.
Al final, los Borgia un poroto.