En 2013, la falsa información de que Barack Obama había sido lastimado en una explosión generó una caída en la bolsa. En 2016, la difusión de fake news se usó a través de las redes sociales para influenciar a la población de Estados Unidos a no ir a votar y, a los que fueron, empujarlos a definir su voto. En ambos casos se ve el uso que puede darse a la desinformación transmitida por las redes. Pero, ¿cuál es el alcance real de las noticias falsas?
Según un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (elemaití) publicado a principios de marzo, la falsedad llega mucho más rápido, lejos y es amplificada por mayor cantidad de personas que la verdad en todas las categorías de la información. A su vez, la hiperconectividad que permiten las redes sociales facilita el intercambio de desinformación, entendida como la transmisión de datos que no son precisos o que son engañosos. Dado que cuando se habla de fake news, en términos del lenguaje podría pensarse que se refiere necesariamente a desinformación generada en forma intencional (pensemos fake en argentino como ‘trucho’ en vez de falso), los investigadores eligieron no analizar la intención detrás de los datos que obtuvieron sino basarse sólo en la verdad o falsedad de la información.
Lo que hizo este equipo del MIT fue medir las interacciones entre las noticias falsas y la gente usando una base de datos de Twitter que acumulaba información entre 2006 y 2017. Comenzaron este trabajo inspirados en que, hasta ahora, se han realizado pocas investigaciones a gran escala sobre la difusión de la desinformación y de sus orígenes sociales y en que, además, estos estudios no explicaban las diferentes formas de transmisión de la verdad y la falsedad, ni qué factores humanos intervienen en el proceso de difusión.
Para arrancar diferenciaron los tuits en dos grupos: noticias y rumores. Definieron el primer término haciendo referencia a cualquier historia o declaración que contuviera una afirmación, y al segundo como el momento en que la noticia comenzó a moverse entre los usuarios de twitter. Analizaron 126 mil ‘cascadas de rumores’ (tuits de usuarios que contienen una historia o declaración que puede o no ser falsa y sus posteriores retuits y respuestas) propagadas por 3 millones de personas unas 4.5 millones de veces. Todos estos tuits fueron previamente revisados por seis agencias de chequeo de datos que determinaron con un 95% de coincidencias si su contenido era falso, verdadero, parcialmente falso o parcialmente verdadero.
Después de mucho leer, diferenciar, hacer gráficos y volver a leer, lograron determinar que los rumores falsos contenían principalmente información más novedosa y original. A su vez, las noticias políticas falsas generaban más impacto que las de terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera. Finalmente, definieron que la falsedad suele inspirar sentimientos de miedo, disgusto y sorpresa, emociones que tienden a generar amplificación en redes sociales, mientras que los rumores que incluían información verdadera eran también los que generaban mayor expectativa, tristeza o alegría (según la noticia) y confianza.
Durante la misma investigación encontraron que a la verdad le tomaba seis veces más tiempo llegar a impactar en 1500 personas y veinte veces más llegar a ser tuiteada por 10 usuarios distintos. Estas conclusiones se mantuvieron incluso cuando compararon distintos tipos de usuarios y concluyeron en que la difusión de las noticias falsas usualmente venía de tuiteros que tenían menos seguidores, seguían a menos gente, tenían menos actividad en la red y estaban en Twitter hace menos tiempo. Así y todo, la falsedad se transmitía más rápido, más lejos y con mayor amplitud.
Para eliminar la influencia de bots en los resultados, filtraron toda la base de datos con dos algoritmos detectores de robots. En contra de sus predicciones, encontraron que los bots aumentaban la velocidad de difusión de las noticias tanto verdaderas como falsas en igual medida, o sea, que la diferencia a la hora de retransmitir la falsedad la hacen los humanos.
La manipulación de la opinión pública a través de noticias falsas es, tal vez, uno de los temas más importantes a entender en un mundo hipercomunicado como el de hoy. Los autores concluyen el trabajo con un deseo personal frente a esta suerte de patología: ‘Esperamos inspirar a que se hagan más estudios sobre las causas y consecuencias de las noticias falsas y el desarrollo de posibles curas’.
En la era de la posverdad, para poder contener los efectos de la desinformación es importante conocer cómo las noticias falsas se transmiten, rastrear sus causas y manejar consecuencias. Pareciera que lo veraz no gusta, no garpa, no prende, no es tan atractivo. Se vienen tiempos en los que la naturaleza con la que se replica y amplifica lo falso quizás debería empezar a preocuparnos de verdad.