
Hola! Espero que este mail te encuentre bien.
Sé que hace un rato no escribo, pero tengo una buena razón. Estaba terminando de entender lo que tenía para decir.
Escribir te fuerza a poner una idea atrás de la otra. A pasar la conciencia por el ojo de una aguja. En un mundo confuso, complejo y vorazmente distractivo, escribir se convirtió en un lugar de resistencia pero también de calma a través de la disciplina. Todos los meses durante varios años ya, este fue mi espacio obligado para avanzar en entender y clarificar ese proceso que llamamos alguna vez cambio climático, otras veces crisis climática, después crisis climática y ecológica, o inclusive colapso.
Solo recuperarlas cronológicamente es elocuente para mostrar cuánto avanzamos en entender el proceso y lo que creemos tener por delante.
La cosa es que no me alcanza. No me alcanza haber trabajado con especialistas que me enseñaron a bancarme dos o tres repreguntas sobre el origen antropogénico del cambio climático, ni sobre la necesidad de dejar de pensar en términos de emisiones y prestarle atención a Límites Planetarios. No me alcanzan los mapas detallados (y los pronósticos acertados del pasado) sobre un presente de eventos climáticos cada vez más violentos, de desplazados climáticos, de conflictos por recursos naturales. Ni siquiera me alcanza con el grito de autoridades académicas de que no podemos seguir así, que seguir así es caminar hacia la catástrofe, o con el diagnóstico de que las únicas soluciones posibles son las de máxima ambición, las que tienen la velocidad y escala para enfrentarse a un fenómeno de esta velocidad y escala y que, encima dejamos llegar tan lejos, tan al filo de la catástrofe.
Eso no quiere decir que no me sirva o que no lo valore. Que entender compleja y profundamente el problema no sea necesario. Quiere decir que con eso no alcanza, o no me alcanza a mí, o no le alcanza a Gato en sus ambiciones de no solamente entender el mundo sino darle forma. Hacer de este diagnóstico lo que es: un punto de partida.

Clima (el libro, no el newsletter, y tampoco las condiciones meteorológicas promedio en una determinada región geográfica en un umbral largo de tiempo) no fue ni nuestro primer ni nuestro último proyecto sobre este tema. Sí fue uno que nos cambió.
Después de Clima vinieron La invención de la comida, El reino, Sherpas, La máquina ingobernable y todo lo que ya estamos incubando hoy que van a conocer en breve pero tiene foco en Ciudades porque siempre gravitamos hacia donde sentimos que hay más para ganar, y en ciudades hay muchísimo para pensar y hacer y mejorar.
También vino una profundización enorme en trabajar con hacedores y de participar activamente en el ecosistema de innovación disruptiva nacional y de nuestra región, algo que hacemos prácticamente desde que empezamos con Gato, pero que se fue intensificando con nuestro propio crecimiento, y con el de ese ecosistema que cuando empezamos, prácticamente no existía, y hoy cuenta con literalmente cientos de startups disruptivas que inventan cositos. Cositos que relevan territorio y proponen cómo cambiar de un monocultivo a un diseño de paisaje agroecológico a escala. Cositos que cambian la forma de producción por microorganismos para subir su eficiencia 100 veces o bajar su costo 100 veces o, con suerte, las dos a la vez. Cositos que simulan computacionalmente procesos biológicos, descubren enzimas, disrumpen materiales, aceleran la regeneración de ecosistemas, gestionan eficientemente el agua, remedian suelos imposibles.
Nos fuimos llenando de cositos y, con ellos, de ilusión.

Así como escribir este newsletter fue pasar blanco sobre negro, idea tras idea, causa con consecuencia, trabajar con tantos hacedores y hacedoras fue hablar y hablar y hacer y hablar y hacer. Primero por intuición y a los tumbos, después con procesos y metodologías cada vez más robustos, replicables y escalables porque, como ya establecimos, las únicas soluciones posibles son esas, fuimos trabajando ya no exclusivamente en el desafío, sino en qué hacer con él.
Hacerlo implicaba no solamente entender el presente y futuro cercanos de manera global sino hacernos la pregunta local, situada, estratégica, de cómo podemos responder desde acá, nuestro país, nuestra región, nuestra historia, problemas, recursos naturales y humanos, ventajas y desventajas comparativas.
La pregunta es cuál es nuestro ángulo. Nuestra salida para adelante. Esa que en vez de paralizarse en la complejidad y gravedad de la situación (climática, sí, pero también de desarrollo humano y productivo), propone. La que responde, concretamente, cómo pasamos a la ofensiva.
Tenemos esa idea. No es perfecta, ni completa. No es exhaustiva ni única. Ni siquiera sostiene la carga de ser radicalmente original (aunque definitivamente tiene más de una falopa propia). Lo que seguro tiene es la ambición de integrar, articular y operativizar de manera estratégica todo lo que aprendimos. Autores y autoras que leímos, especialistas con quienes trabajamos, compañeros de trabajo, equipos hermanos, profesionales que admiramos. Frameworks de diseño, de ciencia, de negocio, de desarrollo productivo. Una narrativa estratégica. Una historia con ambición de verdad futura que nos puede servir para salir de la apatía, la tristeza, el desapego, y volver a tener ambición de futuro, de potencia, de ser parte de un equipo y de armar algo que nos trascienda y que veamos algún día como legado. Es una buena idea.
Mi editor, que está leyendo esto en este momento, me enseñó que un texto no tiene que describirse, tiene que performar, así que no voy a presentarlo más, está en la web, escribo para que sepas que está ahí, pero también para agradecer. No habría llegado hasta acá sin la presión de tener que leer y aprender para escribir todos los meses este mail, ni habría llegado hasta acá sin los cientos de respuestas que me fueron mandando, mes tras mes, con ideas, lecturas, videos, papers, recortes, podcasts y recomendaciones de libros.

Acá está el susodicho ensayo, visión estratégica, narrativa de transición, propuesta agresiva de desarrollo disruptivo con ambición de protagonismo regional. Se llama Un futuro vivo, y propone exactamente lo que promete.
El mundo es un caos, pero el que abandona no tiene premio, y si no nos tomamos el trabajo y el esfuerzo de soñar sueños propios, el único camino va a ser seguir los ajenos, y es un momento histórico demasiado importante para dejar que los únicos sueños vengan de afuera.
Abrazo
Pablo
