Hola! Espero que este mail te encuentre bien.
A mí me encuentra tratando de terminar de hacer pie en lo que, creo, es el principio de un momento histórico cualitativamente diferente y, en general, peor que aquel en el que crecí y crecimos. Por lo menos a quienes estamos arriba de los 30 nos tocó vivir con un pie en un mundo de cinco canales, petróleo barato y globalización, y ahora estamos tratando de entender este otro, todavía naciente, que no termina de parecerse a sí mismo.
En más de un NL anterior hablamos de curvas S y de cómo sirven para representar la evolución de sistemas complejos: descripciones matemáticas de devenires de aceleración rápida en los que un sistema cambia entre un macroestado y otro cualitativamente muy distinto. Hablamos de cómo esa misma dinámica acelerada puede representar tanto el derretimiento de hielo Antártico, la adopción de una tecnología o la forma en la que emerge la conciencia. Hoy quiero hablar de los motores de estas transiciones, los engranajes de estos sistemas complejos: los feedback loops.
Pienso mucho en el Problema de los Tres Cuerpos, ese que nos cuenta la historia de cómo podemos predecir perfectamente el devenir de dos objetos enlazados por la gravedad, describiendo con gran precisión su evolución futura (como lo hacemos con las posiciones de la Tierra y el Sol) y cómo esa capacidad de prever el futuro se destruye con solo agregar un tercer cuerpo.
Creo que pienso mucho en eso porque ejemplifica muy bien lo rápido que la realidad se despega de nuestra capacidad de modelar y nos exige mejores aproximaciones. Va de nuevo porque amerita: podemos modelar y predecir extremadamente bien el devenir de dos objetos relacionándose en el espacio y el tiempo, y extremadamente mal el de tres. Si agregar una piedra en el espacio destruye toda capacidad predictiva, imaginate tratar de modelar sistemas complejos que incluyen conductas humanas.
Pero que sea muchísimo más difícil no es lo mismo que que sea imposible, y así como hemos logrado enormes avances en modelar y predecir el futuro de sistemas físicos complejos, también hemos avanzado mucho en describir y modelizar sistemas complejos humanos.
Este es un diagrama de las interacciones causales que fomentan o desfavorecen el consumo de tabaco (acá el paper).
No quiero centrarme tanto en el fenómeno que describe, sino más en cómo el modelo articula lo memético, el reino de las ideas, de las percepciones y conductas, con el de lo termodinámico, lo concreto, sea la tasa de desarrollo de una enfermedad o el precio del tabaco; y los conecta en un solo sistema de retroalimentaciones. Además de modelar tanto el reino de lo pensado/deseado como de lo concreto/accionado, pone a competir los feedback loops que son de estímulo en una dirección (fumar más) con los que van en la dirección opuesta (fumar menos), y logra modelar el resultado de todo ese conjunto de interacciones, representando la forma en la que evolucionó el sistema durante más de 20 años.
Un modelo memético y termodinámico, complejo en su concepción pero simplificado en sus componentes principales, capaz de representar —no perfecto, pero sí mejor que todos los modelos anteriores— un pedacito de universo humano. Gran avance.
Y todo esto para hablar de solarpunk.
El solarpunk se enuncia a sí mismo como un movimiento de ficción especulativa, arte, moda y activismo, que intenta contestar y encarnar la pregunta “¿Cómo sería una civilización sostenible y cómo podemos llegar a ella?”. (No lo digo yo, lo dice textualmente su Manifiesto, aunque probablemente sea mejor presentarlo por la vía sensible en este video)
Ese foco en la posibilidad de convivencia entre la humanidad, la tecnología y la naturaleza empieza en el pensamiento utópico, pero en los últimos años se fue transformando primero en un horizonte, luego en un plan: el solarpunk es al mismo tiempo una visión del futuro, una provocación reflexiva, una manera de vivir y un conjunto de propuestas realistas para alcanzar dicho futuro.
Así es cuando cambiás el botón de optimizar y lo movés de ‘ganancia individual a toda costa’ a ‘vida, bienestar y equilibrio natural’.
El solarpunk busca recorrer el camino entre idea e hiperstición. Busca mantener rasgos de utopía, sí, pero con un plan, y en el proceso de pensarse a sí mismo, desnuda y pone en foco a su espejo: el cyberpunk.
Lamentablemente para el mundo (afortunadamente para este NL), poco tengo que decir sobre el cyberpunk porque nos inunda. Blade Runner, Ghost in the Shell, Matrix, Terminator, Altered Carbon, Akira… ya atravesamos décadas de pensar el futuro de manera prácticamente exclusiva como una disputa entre megacorporaciones por el control total de sociedades hiperverticales, concentradísimas, con un uso de la tecnología orientado por el control a cargo de elites pequeñísimas, que guían a grandes masas entre tontas, distraídas e intoxicadas, a algún tipo de trascendencia, ya sea en una nueva especie genéticamente superior, en una exploración espacial que busque desperdigar a la humanidad por la galaxia o en la persecución del fin último: prescindir del cuerpo y de la muerte. Creo que el problema se intensificó cuando aquello que empezó como una fábula para advertirnos sobre futuros totalitarios se convirtió en un aspiracional. En algún momento, empezamos a tomar de la que era para vender.
No vimos el cyberpunk como advertencia sobre futuros no deseables sino como aspiracionales: nos creímos que en el futuro todos podemos ser Ryan Gosling, vivir en nuestro metro cuadrado de ciudad 100% libre de árboles y sostener vínculos incondicionales con nuestra propia Ana de Armas digital, inmóvil, incondicional. La misma de ayer, la que no espera nada.
Quién para establecer una relación entre una IA permanentemente dispuesta a satisfacer y un organismo que no está seguro de tener deseos propios.
Pero así como el manifiesto solarpunk me ayudó a entender el progreso y materialización del cyberpunk, me hizo pensar en lo contrario: ¿qué tiene el solar para aprender del cyber? Creo que la mayor diferencia está en su eficacia: el cyberpunk contagia deseos y construye mundo mucho más efectivamente que el solarpunk.
La memética es tan fuerte que es capaz de insuflarle a sus imágenes tanta vida que dan el salto a la realidad, como hizo Neal Stephenson en el 92 cuando se imaginó el Metaverso en su novela Snow Crash (inventando incluso la palabra), para que después Zuckerberg decidiera cambiarle el nombre a su proyecto de vida haciendo juego. O como los realizadores de RoboCop cuando se imaginaron la privatización de la seguridad por grandes corporaciones y, bueh, el presente.
Así, de ida y de vuelta, atravesando la membrana que divide la memética del universo termodinámico, el cyberpunk se acelera con éxito. Valores, estética, obra cyberpunk le da forma a un mundo cada vez más cyberpunk.
Acá es donde siento que empiezo a entender por qué el cyber puede y el solar no: porque el cyberpunk no disputa dirección de futuro, la continúa y profundiza. Puede ser aceleracionista porque la dirección de su vector está clara: un tecnofeudalismo de mayor concentración y extracción (de datos, de recursos naturales, de atención, de flujo financiero). Dioses y monstruos.
El futuro por default es desigualdad, transhumanismo, megacorporaciónes y neón.
Subite! En el futuro no hay peatones
En el NL anterior hablamos del roadmap más exigente de todos los tiempos, uno que implica una transición productiva de nuestros sistemas de materia y energía. La tarea puede parecer desalentadora, hasta que recordás que no hacer nada te lleva directo a Catástrofe o Distopía y notás que Mark Zuckerberg construyó su propio bunker en Hawaii, y ves a Elon tratando de escapar a Marte antes de que la estafa piramidal de capitalismo extractivo se venga abajo. Es que ellos ven el mismo futuro, pero pueden prepararse mejor que yo para navegarlo.
Hablo mucho de solarpunk con Juancho Balian, el escritor de ciencia ficción y nuestro editor, y siempre me dice que ‘al solarpunk le falta conflicto’. Tiene razón. ¿Cómo vamos desde acá a la imagen idílica de humanidad, tecnología y naturaleza en armonía? ¿Los hiper-ricos deciden un día abandonar sus guaridas fiscales y socializar el capital desde Luxemburgo para todo el mundo? ¿Las personas dejan de aspirar a tener casas más grandes que sus vecinos? ¿Hay cárceles en solarpunklandia? ¿Cómo resolvieron la puja entre capital y trabajo? ¿Qué hacen con los genocidas, los perdonan y reinsertan socialmente a través de la agroecología y los abrazos? ¿Qué dijo el grupo concentradísimo de terratenientes cuando el solarpunk avanzó con la reforma agraria? Y si hay que imponerlo a la fuerza, ¿cómo se diferencia de un ecofascismo?
Y ahí me frustro, pero vuelvo a leer el manifiesto y encuentro algo:
Somos solarpunks porque nos han arrebatado el optimismo y estamos tratando de recuperarlo. Somos solarpunks porque las únicas otras opciones son el negacionismo o la desesperación. El solarpunk quiere oponerse a los escenarios de una tierra agonizante, de una diferencia insuperable entre los ricos y los pobres y de una sociedad controlada por las corporaciones. No en cientos de años, sino ahora mismo.
La disputa por el futuro tiene dos elementos: la Oposición y la Alternativa.
La dimensión opositiva desacelera el feedback loop cyberpunk. No, la verdad no quiero un cybertruck, ni vivir en un monoambiente en una ciudad llena de smog, ni que mi único aspiracional sea aplastar las cabezas que tenga que aplastar para acceder al Olimpo del capital hiperconcentrado.
La dimensión alternativa crea y acelera el feedback loop solarpunk. Y esta es la difícil, porque creo que es donde tenemos el mayor problema: ambos espacios, tanto el de lo deseable como el de lo factible, están todavía en disputa y construcción. ¿Cómo podemos generar los feedback loops de aceleración entre imaginar y hacer, cuando ambos aparecen difusos, confusos y fragmentados?
¿Cómo le peleás a un cyberpunk que tiene más poder, una memética muchísimo más simple, y, por sobre todo, la completa hegemonía de la dirección actual del devenir de la historia?
Lo único que se me ocurre es: con una memética de mundo más deseable y resultados concretos eficaces. Si no te gusta el futuro neon, me vas a tener que ofrecer una opción concreta mejor, y encima, que además de ser mejor en la práctica sea mejor como esquema de lo deseable. No hay futuro solarpunk sin deseo, propuesta, plan, conflicto, filo y disputa por el ese futuro.
Presenté el solarpunk a través de un video emblemático, al que le cayeron siempre bastantes gritos porque no deja de ser el aviso de un yogur. ¿Cómo se va a apropiar de ese lenguaje una gran empresa? ¿Vas a usar la memética de un futuro sustentable para venderme un producto industrial fruto de la explotación de tus trabajadores?
Después, leí más.
Chobani fue fundada en 2005 en Estados Unidos por un inmigrante turco, Hamdi Ulukaya. En 2016, con una valuación cercana a los 2 mil millones de dólares, Ulukaya decidió repartir el 10% de las acciones de la empresa entre los más de 2000 trabajadores que la componen, asignando esa propiedad por antigüedad. Cuando le preguntaron por la movida, respondió “Algunos dijeron que es un regalo. No lo es. Se lo han ganado con su talento y su duro trabajo y no veo otro camino”. En la misma charla, calificó la idea de que las empresas existan para maximizar las ganancias para los accionistas como “la idea más tonta que he escuchado en mi vida. En realidad, las empresas deberían ocuparse primero de los empleados”.
Un informe del New York Times estimó que, con una valoración de 3 mil millones de dólares, el pago promedio de los empleados sería de 150.000 dólares, mientras que las acciones de los primeros empleados podrían posiblemente alcanzar más de 1 millón de dólares.
Pero eso es de 2016, así que me pregunté cuál fue la evolución de la empresa después de esa movida. Para 2021, el valor de Chobani se acercaba a los 10 mil millones de dólares.
Excelente memética, que le da forma a acciones concretas, que son eficaces, efectivas, en mejorar la vida de personas.
El solarpunk es tanto un movimiento como un género: no tiene que ver sólo con las historias, sino también con como materializarlas.
Solarpunk no es solo arte o estética, no es ver películas de Miyazaki mientras el mundo arde, no es el verde que adorna terrazas de rascacielos ni políticas obsoletas de promesas ecológicas vacías.
Es la tierra debajo de las uñas del jardinero, los árboles que protegen bicisendas y bajan la temperatura de barrios vulnerables, la deconstrucción y reconstrucción de lo deseable, pero también de lo factible.
Cuando dicen que ‘no la vemos’, me parece importante hacernos cargo de que, capaz, para darle forma al futuro vamos a tener primero que verlo, no en oposición a la alucinación cyberpunk individualista, sino como alternativa deseable.
No alcanza con elegir rechazar el cyberpunk, vamos a necesitar soñar nuestra propia fábrica de yogures que luce y se siente como película japonesa y también reparte acciones entre sus trabajadores.
Abrazo,
Pablo
PD: Escribir este NL lleva más de un año ayudándome a pensar. Escribir es pasar mi conciencia por el ojo de una aguja, y no quiero dejar de agradecer la cantidad y calidad de ideas que me regalaron distintas personas y hoy me permiten ver lo que antes me era completamente invisible. Hace muchísimos años fui el editor de Pensar con Otros (el libro de Guada Nogués). Esa aventura fue teórica y me puso en valor la idea de que la única forma de acercarme a conocimiento complejo era a través de la perspectiva de personas distintas de mí. Este año tuve la posibilidad de hacer el práctico: Sherpas. Si algo de todo lo que hemos charlado en estos casi dos años de newsletter te moviliza, el lugar para profundizar es ahí, así podés exponerte a la materia prima que esas conciencias regalan, para que tengas la posibilidad de hacerla pasar por el ojo de tu propia conciencia y ver qué te pasa. A mí me pasó un montón.