Hola!
Como siempre, espero que este mail te encuentre bien. A mí me encontró con un primer domingo de jardinería profunda, de esa que se hace en pantalón viejo y remera cortada. La que incluye revolver tierra, agregarle compost a todas las macetas y descubrir que la menta que creí completamente muerta simplemente estaba esperando el calorcito de la primavera para rebrotar. El problema es que, este año, el calorcito de la primavera llegó un 14 de agosto.
En el newsletter anterior hablamos de cómo Argentina era uno de los pocos territorios que no estaba experimentando temperaturas muy por encima de lo habitual, un poco a destiempo del resto del mundo que está viviendo esas anomalías de lleno. Siempre me pareció interesante esa tensión entre ver un dato y experimentar el fenómeno que ese dato describe. A mí me pasó con mi primer día de jardinería, pero no tengo una buena serie de tiempo que revise, año a año, cuándo es que explotan mis geranios.
Quienes sí saben perfectamente cuándo explotan sus geranios todos los años (o florecen sus cerezos, más bien) son los japoneses. Tanto que desde el año 812 registran el primer día en el que aparecen flores en el templo principal de Kioto, y pudieron corroborar que este año florecieron más temprano que nunca. Como mi jardín, pero con 1200 años de trazabilidad.
Esa tensión entre ver un dato en un gráfico y experimentar en el cuerpo lo que ese dato muestra la viví de nuevo esta misma semana cuando levanté los ojos de la computadora, donde estaba mirando imágenes de los incendios en el delta del Paraná, y sentí el olor a quemado. Incendios intencionales y que son al mismo tiempo causa y consecuencia del cambio climático.
Y yo vivo en la Ciudad de Buenos Aires, no puedo ni empezar a imaginarme lo que sienten los millones de personas que viven muchísimo más cerca. Lo que sí puedo asegurar es que no volvés a ver igual una noticia sobre un incendio después de llorar por el humo.
La misma historia se repite a lo largo y ancho del mundo: familias desplazadas por el fuego en el sur de Londres, o el sur de Francia, o mismo en Corrientes hace apenas meses. En todos lados la crisis climática inexorablemente pasa de ser gráfico duro a experiencia sensible. La pregunta no es si te va a tocar, la pregunta es cuándo: ya hay millones de personas a las que súbitamente les llegó el momento. Llegó, como siempre, más temprano y más duro para quienes menos tienen, porque la crisis climática es así, bien de profundizar injusticias históricas. Si ahora se hizo más visible en el panorama internacional, es porque le llegó de lleno y en el cuerpo a Europa entera. Sin matices, sin sutilezas, en forma de una sequía histórica.
La sequía más grande de los últimos 500 años
Sé muy poco de geografía. Puedo nombrar un par de montañas altísimas, alguna fosa submarina enorme, y un puñado de ríos europeos. Los más importantes, por supuesto, y no mucho más.
Entre los que puedo nombrar está el Rin, la vía fluvial más importante de Europa, que en algunos puntos se encuentra hoy en el límite de la navegación. Los niveles de agua son actualmente los más bajos desde la sequía del 2018 (la anterior “sequía más importante de los últimos 500 años” a la que el récord parece que le duró poco).
¿Qué significa este dato para alguien que lo vive como experiencia real? Digamos, por ejemplo, la tripulación de los ferrys que normalmente cruzan el Rin a la altura de la ciudad alemana de Kaub. Cuando le preguntaron a uno de los capitanes de esos transportes dijo, preocupado: ‘No es gracioso. Tenemos 1,5 m de agua y nuestro bote se encuentra a 1,20 m de profundidad. Así que nos quedan 30 centímetros de agua debajo de nosotros. Solíamos tener inundaciones, ahora tenemos falta de agua’.
Pero la baja en el nivel de agua de un río no afecta solamente a quienes intentan cruzarlo. La mayoría de las cerca de 200 millones de toneladas de carga que se trasportan fluvialmente en Alemania lo hace por el Rin, que ya estuvo intransitable en 2018 por cerca de 6 meses, tiempo durante el cual hubo que mover las cargas de otras maneras. Esto afectó tanto los precios como los tiempos de transporte de productos (todo tipo de productos: desde piezas automotrices hasta carbón), y eso generó efectos sistémicos: por ejemplo la falta de disponibilidad de carbón en plantas térmicas que lo utilizan para generar energía eléctrica, y por lo tanto, problemas de abastecimiento de energía eléctrica, algo particularmente crítico ahora, en el contexto de la invasión rusa a Ucrania.
Otro de los poquísimos nombres de ríos que puedo decir de memoria es el Danubio, que es gigante y fácil de recordar. Espero también que sea fácil de dragar, que es lo que están teniendo que hacer Bulgaria, Serbia y Rumania para conservarlo navegable, teniendo en mente que es una de las vías logísticas clave para llevar y traer productos de Ucrania. Otra vez, la primera ficha cae donde cae, pero andá a saber cómo están conectadas las cosas y dónde será que cae la última.
Y ya que vimos cómo una sequía antropogénica puede tener consecuencias de lo más diversas, no quiero dejar de mencionar los problemas que le genera a Francia para producir energía nuclear. ¿Cómo es que se relacionan la energía nuclear y la sequía? Resulta que como parte del proceso de generación de energía eléctrica por vía nuclear a veces hay que absorber y disipar grandes cantidades de calor residual, y una de las estrategias que pueden utilizarse es intercambiar ese calor con grandes masas de agua, por ejemplo, un río. Y resulta que si tenés una sequía y temperaturas anormalmente altas en los ríos, no es buena idea para los ecosistemas andar agregándoles agua caliente, así que de golpe una sequía causa falta de electricidad en una matriz nuclear.
En un mundo complejo que juega demasiado cerca de los límites de sus sistemas un río baja su caudal en el Norte y en el Sur deja de haber electricidad nuclear. Suena raro, pero no lo es. Tiene toda la lógica del mundo. En palabras de Donella Meadows, autora de Pensar en sistemas, uno de los libros insignia del pensamiento de sistemas complejos, ‘El agua no quiere apagar el fuego, el fuego no quiere quemar el palo, el palo no quiere pegarle al lobo, el lobo no quiere sacar a la chiva y la chiva no quiere salir de ahí’ (citation needed).
No me quiero olvidar del Támesis, otro que sé de nombre, que cambió por primera vez su punto de origen gracias a la sequía. Habrá que editar Wikipedia, que identifica su origen en Gloucestershire, pero que por primera vez ya no nace ahí sino 8 km río abajo, si es que cabe decir “río abajo” para referirse a 8 kilómetros de tierra seca.
Algunas buenas noticias
Me guardé un par para el final, como para no perder de vista que así como podemos afectar negativamente el entorno, podemos intentar también lo contrario.
Hace días, Estados Unidos aprobó en el Senado (y busca aprobar en la Cámara de Representantes) el plan más ambicioso de su historia en la implementación de políticas de transición energética. De cumplirse, podría significar una reducción de entre el 30 y el 40% de reducción de sus emisiones para 2030 (respecto del 2005). ¿Es suficiente? No, pero es un MONTÓN. La mejor explicación que ví acerca de lo que esta iniciativa hace y no hace es esta de Hank Green.
En otras noticias, John Oliver la volvió a romper, esta vez hablando de Bonos de Carbono y offset de emisiones. El tema da para charlarlo entero y largo porque es al mismo tiempo promisorio (re estoy para soluciones basadas en naturaleza de captura) y de muy, MUY delicada implementación (¿quién emite los bonos? ¿quién los certifica? ¿son una buena herramienta o una forma de patear acciones?).
La última novedad es que este es (muy probablemente) el último newsletter antes de la campaña de preventa de Clima. Si lo vienen siguiendo, es probablemente uno de los proyectos más ambiciosos que hemos encarado, con decenas de especialistas, cientos de horas de comernos las cabezas contra los borradores, cientos de comentarios en el sitio que nos permitieron aprender y mejorar, y mucho, mucho trabajo por unificar bases de datos y compartir historia, visión y estrategias de manera sólida. ¿Es suficiente? Por supuesto que no. Partimos de la base que ningún esfuerzo particular va a ser suficiente en el contexto del desafío más grande de la historia de nuestra especie, pero sí es nuestro mejor esfuerzo por sumar, y eso es lo que necesitamos: que cada persona, equipo, organización, empresa, país y región ponga lo mejor de sí para imaginar, diseñar y construir un futuro donde los ríos vuelvan a nacer donde nacieron siempre (por lo menos, donde nacían justo antes de la Revolución Industrial), los capitanes de ferry puedan cruzarlos con tranquilidad, los cerezos florezcan más o menos en el mismo momento del año que hace 1200 años y ningún jardinero o jardinera enfrente la primavera en pleno invierno.
Nos leemos el mes que viene, a pura campaña.
Pablo
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