La deforestación por el avance de la frontera agropecuaria y los emprendimientos inmobiliarios son algo cotidiano en nuestros días.

Eso hace que se pierdan de manera casi irreversible un montón de servicios ecosistémicos: biodiversidad, fertilidad, alimentos, paisaje, etc.

Las personas que vivían del bosque se ven obligadas a migrar a las ciudades, donde caen en la pobreza y la marginalidad.

Se liberan gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático y la falta de vegetación incrementa el riesgo de inundaciones.

Las plantas lindas y perfumadas que nos traemos a las ciudades se escapan hacia otros ecosistemas.

Cuando eso pasa, disminuye la diversidad de plantas porque las especies invasoras ocupan todo el espacio disponible.

Se reduce la disponibilidad de agua porque la especie invasora tiene una mayor demanda de este recurso que la vegetación nativa.

Aumenta la cantidad e intensidad de los incendios que ocurren en la naturaleza.

Los animales se perjudican por la menor disponibilidad de alimento y refugio.

La codicia y la indiferencia ante los daños ambientales llevan a los productores a realizar malas prácticas agrícolas y ganaderas.

Cuando eso pasa, disminuye la fertilidad de los suelos y se reduce así la capacidad de producir comida.

La erosión libera carbono a la atmósfera que contribuye al cambio climático.

Hay un desequilibrio en la dinámica del agua, que aumenta el riesgo de inundaciones o sequías.