Habiendo ya recorrido completo este libro, creo que es el momento de explicitar por qué lo armé como lo armé, qué pretendí con cada decisión, tanto con lo que mostré como con lo que no mostré. Es el momento de poner las cartas sobre la mesa con el objetivo de compartir el viaje de la manera más completa posible con quienes leen.
Algunas aclaraciones honestas, para empezar. La posverdad está fuertemente bajo el ojo público desde hace muy poco, y todavía no hay ni siquiera mucho consenso acerca de qué es. En este libro, me permití separar la posverdad en sus versiones casual e intencional, culposa y dolosa. Esto es algo que no vi analizado así en otros lados. Lo hice para mostrar que somos agentes no solo en la generación de posverdad, sino también en combatirla y vencerla. Esta mirada nos vuelve victimarios además de víctimas, pero creo que también nos empodera.
Además, no considero que la posverdad sea solamente disimular la verdad cuando esta es conocida, sino también aparentar una verdad que no es tal. Lo primero es lo que suele considerarse posverdad. Lo segundo es una propuesta. Creo que los mecanismos detrás de ambas situaciones son similares, así como las posibles soluciones.
Si no hay consenso acerca de qué es posverdad, mucho menos sabemos cómo combatirla. Las investigaciones recién están comenzando, así que falta para que sepamos más sobre el fenómeno en sí y sobre cómo podríamos combatirlo. Armé esta propuesta en base a evidencias parciales, ordenadas con un criterio propio. No sé si funciona, pero nadie sabe todavía qué funciona y qué no. Si, llegado el momento, se demuestra que las propuestas de este libro no sirvieron, habremos aprendido algo juntos, y eso es motivo para festejar. Si este libro es destruido por propuestas superadoras, habrá cumplido su objetivo. No me amenaza que destruyan mis ideas. Me honra que las mejoren.
Pero quizás algo de este libro sí funcione. Así como una vacuna “entrena” a nuestro cuerpo para que desarrolle defensas contra un agente peligroso, lo comentado en este libro podría ayudar a hacer más evidentes los procesos ocultos detrás de las afirmaciones, y a evaluarlos con mayor facilidad. Esto podría ser, al menos en parte, un ejercicio de diseño racional en busca de una vacuna contra la posverdad.
Imagino algunas críticas que podrían surgir hacia esta propuesta. Hasta ahora, la posverdad suele ser analizada, fundamentalmente, como un fenómeno que se ve en la política (la política de la posverdad) y en el periodismo (noticias falsas, etc.). Del mismo modo, suele ser abordada por profesionales de esos campos del conocimiento. En este contexto, y dado que mi formación proviene de las ciencias naturales, puede sorprender a algunos que escriba sobre temas que suelen vincularse más con las ciencias sociales. Otros pueden pensar que estoy dándole un lugar privilegiado a la ciencia, hablando de evidencias, de cómo podemos saber, y discutiendo ejemplos de posverdad en temas más bien científicos. En ese caso, permítanme decir que, justamente, intento aportar una mirada diferente de las que ya se encuentran disponibles. Creo que atenuar las aparentes fronteras que separan a las personas formadas en distintas áreas del conocimiento es una de las maneras de enfrentar la posverdad. Creo, también, que tenemos que sumar esfuerzos.
Aclarados estos puntos, vamos a algunas de las decisiones que tomé a lo largo del libro. Un último rulo introspectivo para un libro recursivo.
En un libro sobre posverdad, algunos se habrán decepcionado de no encontrar mencionado su ejemplo local favorito de posverdad en política. Eludí esos temas no porque no sean importantes, sino precisamente porque lo son, y mucho. Esto me permitió no despertar tribalismo, sesgo de confirmación y respuestas emocionales. De haber incluido ejemplos de política, me parece que habría logrado acercar mucho a los que concuerdan con ellos, pero habría alejado para siempre a los que no. Estos quizás habrían descartado por eso toda la propuesta y me habrían considerado una “falsa experta”, mientras que los primeros me habrían considerado una “experta competente” basándose en que lo que digo concuerda con lo que piensan. Que quede claro que me parecen igualmente dañinos para la lucha contra la posverdad el acercamiento de las personas que concuerdan conmigo y el alejamiento de las que no, porque en ambos casos se me habría juzgado, a través de un razonamiento motivado, por mis supuestos motivos, por quién “soy”, y no por lo que digo. Dentro de mis posibilidades, intenté siempre dirigir la atención a las evidencias, para que fuera eso lo que se tomara en cuenta y no “desde dónde digo lo que digo”. Estoy peleando contra la posverdad dentro del libro para pelear contra la posverdad.
Cuando hablé de política, lo hice con ejemplos de otros países, pensando que esa distancia podría atenuar las respuestas emocionales y tribales. En particular, hay mucho en el libro sobre Estados Unidos, pero no tanto por el país en sí mismo, sino porque allá se hacen muchas investigaciones y contamos con evidencias bastante completas, por lo que la discusión podía trascender el campo de las hipótesis y volverse más sólida y basada en conocimiento sobre los fenómenos.
El eje central del libro estuvo en tratar de poner el foco en los procesos invisibles que están detrás de las afirmaciones y en ofrecer algunas sugerencias prácticas para poder exponer y evaluar esos procesos. Del mismo modo, acá estoy volviendo transparente el proceso detrás de la escritura de este libro. Estoy haciendo explícito lo implícito.
Los temas discutidos en el libro no fueron elegidos tanto por cada tema en sí, sino más bien para que estuvieran al servicio de ilustrar determinados procesos que quería destacar. De esta manera, busqué que nos independizáramos de los temas particulares y empezáramos a mirar más la estructura, el esqueleto. La propuesta es que, de esta manera, cada uno de nosotros pueda llevarse las herramientas prácticas para examinar procesos y aplicarlas a temas nuevos. Fue un intento de enseñar a pescar, más que de dar pescados.
Lo anterior es acerca del contenido del libro, pero hay decisiones también acerca del tono. Traté de usar un tono tranquilo y amable para disminuir la polarización, despartidizar los temas, bajar la conflictividad y así, posiciones. Intenté ser “antigrieta”, no porque no tenga mis propias posturas en temas no fácticos, sino para que el mensaje pudiera conectar con personas con posturas diferentes de las mías. También en esta línea, decidí no utilizar lenguaje inclusivo, que, al menos por ahora, me parece que da una señal tribal muy fuerte. Mostré mi propia introspección en acción, con textos en otra voz, e invité a quienes leen a sumarse a esa propuesta. Dije “no sé”, “creo que”, “me parece que” y demás variantes no solo para indicar cuándo me parecía que no había suficientes evidencias para afirmar algo con contundencia, sino también para mostrar que no me hace sentir amenazada que mis ideas a veces no sean del todo sólidas. Me separo a mí misma de mis ideas e invito a los demás a hacer lo mismo. Queremos que si nuestras ideas caen, sea porque aparecieron otras mejores. Ese proceso nos beneficia a todos, y nuestra identidad individual o de grupo no debería ser destruida por eso.
Sé que con el tono moderado y poco emocional se pierde algo de potencia en la difusión de la información, pero opté por perder en esto y tratar de ganar en llegada a personas diferentes y en credibilidad. También intenté explicar, justificar en base a evidencias lo que decía. Esto vuelve al texto más denso, complejo y difícil, sí. Y es algo que también atenta contra su llegada. Podría haber tratado de hacer un pequeño manual de frases viralizables, esas que quedan en la memoria, se pueden compartir con facilidad y venden muchos ejemplares. Pero sacrifiqué esto para mostrar el proceso oculto y su dificultad, que es lo que creo que debemos hacer para combatir la posverdad.
Por supuesto, en la misma línea de tratar de predicar con el ejemplo, reconozco algunos de los posibles sesgos que puedo tener y errores que puedo estar cometiendo. Sé que no debo estar identificando todos ellos, pero acepto que esta propuesta puede estar sesgada hacia el lado de la ciencia por mi formación, porque esa es mi mirada del mundo. Así como un analista político ve posverdad en lo que dicen algunos políticos, o un periodista intenta abordar el problema de las noticias falsas, yo voy hacia el lado de pensar en términos de qué es fáctico y qué no, qué evidencias tenemos y cuánto podemos confiar en ellas, etc. De la misma manera, si un filósofo analizara la posverdad, quizás haría foco en la necesidad de que los ciudadanos supiéramos más de epistemología o lógica, por ejemplo.
No me resultó fácil llevar adelante esta idea en estos términos. Cuando este libro era solo una idea vaga, charlé del proyecto en algunas editoriales tradicionales. Por distintas razones, eso no prosperó, pero me señalaron dos puntos interesantes. Primero, me aclararon que el mercado gira alrededor de “la grieta”, de la polarización, y que, entonces, una propuesta “antigrieta” como esta no sería vendible. El segundo punto fue que no había libros similares con los cuales este pudiera ser comparado. El problema de esto es que, entonces, un librero no sabría en qué estante ubicarlo, al lado de qué otros libros debería estar. Parecía que mi libro sin estante quedaría huérfano. Pero encontró hogar en el equipo de El Gato y La Caja cuando descubrimos que nos motivaba lo mismo y estábamos dispuestos a desarrollar el proyecto juntos, de manera colaborativa y a través de un proceso abierto a la comunidad.
Puede que mi falta de experticia en algunos de los temas discutidos me haya hecho omitir aspectos relevantes o, directamente, cometer errores. El equipo ayudó a detectar varios de ellos y a mejorar la propuesta a muchos niveles. También, pudimos incorporar ideas nuevas al desarrollar este libro de una manera radicalmente abierta, publicando borradores, leyendo cientos de mensajes con sugerencias, escuchando atentamente recomendaciones de profesionales que tuvimos el privilegio de que compartieran con nosotros su punto de vista. Así vimos el proyecto crecer, desarmarse y volverse a armar gracias a la mirada de otros.
Este libro es la mejor propuesta que logramos como equipo y, como último acto de consistencia, se reconoce un borrador perfectible hecho por personas en estado de permanente aprendizaje. Ojalá algo de todo esto haga un aporte. En este problema estamos todos juntos, y venceremos juntos.
Pensar con Otros se terminó de imprimir en octubre de 2018. Lo hicimos, desde el primer día, de manera abierta: no sería lo que es sin el apoyo y las conversaciones que tuvimos con el Equipo y la Comunidad de El Gato y la Caja, con quienes conversamos luego de cada entrega web, de quienes aprendimos y gracias a los que rediseñamos, replanteamos, reimaginamos este libro. Tampoco lo sería sin el esfuerzo y la creatividad del equipo de ABRE para soñar una campaña de preventa distinta, que pudiera iniciar una conversación que incluyera actores políticos, de medios y científicos, aquellos con quienes esperamos articular el frente diverso y complejo necesario para enfrentar la actual epidemia de posverdad. A todos ellos les debemos profundo agradecimiento y un abrazo.