(Tenemos el cielo. Historia del rock sinfónico, S/D)
Por Darío G. Steimberg
A Jim y el Lerdo
Rick Wakeman hablaba sentado en un sillón de tres cuerpos. Respondía algunas preguntas en la única entrevista que concedió en Buenos Aires durante ese viaje. Al día siguiente, un martes de septiembre de 1994, la foto de la nota lo mostraría todavía rubio, reciente cincuentón, poco amigable. Tal vez la enemistad fuera habitual en él: más de una vez se dijo que era inaccesible y que podía llegar a ser verdaderamente irritante. En un recital de Yes, por ejemplo, quince años antes, se lo había visto comiendo una torta en el escenario, a cinco metros de Jon Anderson, que esforzaba la voz en uno de sus celebrados momentos emotivos. Anderson cantaba buscando estremecerse junto con treinta mil personas y Wakeman se metía una gigantesca porción de crema en la boca.
En algún momento de la entrevista de 1994, el periodista lo consultó a propósito de los Sex Pistols. La pregunta era un clásico desde los 70, ya que Wakeman había sido implicado por algunas voces en el despido de los Pistols de la discográfica A&M Records.
—Cuando llegaron los Sex Pistols nosotros empezamos a sonar como un pedo en la fábrica de Chanel.
Así comenzó su respuesta. Para apreciarla debidamente hay que tomar en cuenta que Wakeman destacaba en los teclados de una banda de rock compuesta por músicos indiscutiblemente virtuosos. Los Sex Pistols, por su parte, apenas sabían tocar los instrumentos que habían robado y le cantaban a la Anarquía. Yes había sido la primera banda de rock sinfónico en vender diez millones de discos. El punk de los Sex Pistols estaba vedado en gran parte de Inglaterra, atacaba a la Reina en sus letras y era observado por el MI5. En un momento inflamado, Wakeman llegó a tocar envuelto en una capa platinada, rodeado de teclados, resplandeciente bajo decenas de luces. Johnny Rotten cantaba apenas cubierto por una remera desgarrada y, en uno de los últimos recitales de los Pistols, se lo pudo ver gritando “No fun!” mientras Sid Vicious sangraba en el escenario. Pero el pedo en la fábrica de Chanel era Yes.