No es verdad que yo esté detenida. Los buitres que escarban buscando con qué atacar al PPRA no pueden utilizarme para sus fines. Esas fueron, si mal no recuerdo, las palabras con las que Manuel empezó su explicación la primera semana que pasé en este lugar. Me advirtió que no puedo revelar dónde estoy, que a nadie le conviene que yo salga ahora. Que no me conviene a mí. Hay mucha gente que me aprecia, pero también son un montón los que me odian. Soy una líder. Soy una narcotraficante. Soy un peligro. Martínez Aldana no sabe qué pensar. Al menos es lo que dijo Manuel, pero yo no sé si Martínez Aldana puede atravesar algo parecido al vacío mental. ¿Discute todo con los enviados del gobierno chino? Como sea, no volverá a encontrarse conmigo.
Hay momentos en los que me gustaría reunir a toda la gente que… y pedirles perdón. Una disculpa completa. A todos juntos y a cada cual por separado. Querría que me escucharan decirlo: perdón, perdonen. Pero también dudo. Algo me dice que las personas a las que realmente les debo una disculpa no la aceptarían. Los demás lo harían conformes, pero no voy a regalarles la satisfacción.
Sé que la maraña de periodistas que se pasan horas fiscalizando mis acciones no pueden estar totalmente equivocados. No soy tan necia como para creer que no hice cosas dudosas, ni tan absoluta dueña de mi crédito como para olvidar que está vinculado a las comunidades con las que viví, pero me parece grosera la simplicidad con la que me describen. ¿Yo quería convertirme en esto? ¿Fue un objetivo construido con tiempo? ¿Era lo que planeaba desde que ayudé a organizar las investigaciones sobre el Sueño Lúcido? ¿Desde antes, cuando me mudé a la casona? ¿Más atrás todavía, cuando le dije a Romina en Rosario que me parecía histórico que volvieran a Buenos Aires?
Esos textos que se publican en diarios o revistas y me presentan como una máquina calculadora me dan gracia. Al menos a veces. Los seres humanos somos bolsas de energía que duran una cantidad de tiempo. No tenemos un destino señalado, mucho menos podemos preverlo. La pregunta central de la humanidad no es de dónde venimos, sino qué hacer con la energía que somos.