En los últimos años volvió a hablarse de capitalismo en Argentina. Las causas son políticas y las veremos al final de este libro. Pero es una novedad. Desde que tuve alguna noción de mi entorno social —digamos, principios de los años 90—, hasta poco antes de la pandemia, no era habitual escuchar hablar del “capitalismo”. Los economistas, empresarios y funcionarios comprometidos con el funcionamiento de ese sistema hablan de variables micro y macroeconómicas, políticas públicas y, a lo sumo, “modelos”, además de un vademecum de anglicismos. El llamado “campo popular”, esto
es, los movimientos sociales progresistas, sus dirigentes y referentes intelectuales, concentra sus críticas en el neoliberalismo, el “poder económico” y, otra vez, ciertos “modelos”. Incluso la izquierda radical prefiere hablar del imperialismo, el FMI o incluso “los capitalistas”, pero no tanto del capitalismo. En el momento de su triunfo global, el “capitalismo” se tornó para ellos como el agua para un pez: algo tan obvio, tan envolvente, que no se ve ni se nombra. Hay dos pequeños grupos intelectuales con alto impacto político que sí hablan del “capitalismo”: el marxismo y la escuela austríaca. Dos corrientes de pensamiento complejas e interesantes que, de diferente manera, influyeron en este libro. Para ellos, el capitalismo es una dimensión total y dinámica, que se puede definir a partir de unos pocos principios, pero que a la vez no para de transformarse; que motoriza fuerzas impersonales, pero al mismo tiempo funciona desde el interior de cada uno de nosotros,
como “ideología” o como “acción humana”. En este caso, el capitalismo ya no es el agua, sino el cielo o el infierno.
En los últimos años volvió a hablarse del capitalismo. Como si los peces de un río dijeran “esto es agua”: un sistema omnipresente que puede definirse a partir de un conjunto específico de elementos (H2O) pero que fluye, arrastra y disuelve otros elementos y eventualmente se altera. Para hablar de capitalismo será necesario ampliar su concepto hasta entenderlo como un entorno que integra o se relaciona con otras partes de nuestro ecosistema: las personas, sus costumbres e instituciones, obviamente, pero también el ambiente —los ciclos físicos de la naturaleza, inestables en sí mismos y alterados por nuestra presencia— y la técnica —el conjunto de procedimientos y utillaje que desarrollamos alrededor de determinada función pero que va creciendo en complejidad y autonomía—. Para dar cuenta de eso organicé este libro alrededor de una metáfora, el capitalismo como un sistema de procedimientos para circular información y energía, un software que va teniendo diferentes versiones y que debe instalarse en soportes físicos más estables o partes de un hardware: las sociedades, las naciones y el planeta mismo. En el primer capítulo explico esta metáfora y prevengo sobre sus límites.
Este no es un libro de economía. El motivo es sencillo: yo no soy economista, no uso sus protocolos ni sus lenguajes. Pero sí uso mucho de su producción intelectual. Este tampoco es un libro de Historia, de serlo estaría mucho más documentado y ocuparía unas cuantas páginas más. Finalmente, este no es un libro “sobre el futuro”. El futuro no existe: no hay manera de estudiarlo, no hay acervo documental ni trabajo de campo que nos permita acceder a él. Todo lo que tenemos son tendencias, es decir, datos del presente que pueden proyectarse en el tiempo sobre el supuesto de que van a perdurar y de que pueden variar; e imágenes, es decir, construcciones estéticas que buscan representar los deseos, temores y expectativas de una sociedad. Se trata de una decantación en cierta medida arbitraria —las imágenes se nutren de tendencias y las tendencias apuntan a imágenes—, pero nos puede ayudar a proyectarnos y/o especular sobre lo que no existe.
Este es un ensayo sobre las transformaciones del capitalismo entendido de manera ampliada, como un entorno. En los primeros tres capítulos estudio sus transformaciones pasadas en el mundo y en Argentina. En el cuarto, describo sus tendencias actuales a nivel global. En el quinto, intento analizar las tendencias del capitalismo a nivel local. Los capítulos tienen una concatenación, pero cada uno resiste la lectura por separado.
Por último, quisiera dedicar este libro a Juan Galliano (1947-2021), quien ya no está en condiciones físicas de leerlo y, de poder hacerlo, frunciría el ceño en más de una página, pero cuya conversación y trayecto de vida fueron mi primer estímulo para preguntarme por el capitalismo.