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[username: lula | status: online ●]

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Imagen de portada

… y lo sé como un eco. Es mi cuerpo el que se estremece más allá de este lugar y un vértigo me tira hacia adentro, hacia un centro que no sé distinguir.

… y lo sé como un eco. Es mi cuerpo el que se estremece más allá de este lugar y un vértigo me tira hacia adentro, hacia un centro que no sé distinguir.

… y lo sé como un eco. Es mi cuerpo el que se estremece más allá de este lugar y un vértigo me tira hacia adentro, hacia un centro que no sé distinguir.

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El habitáculo a oscuras. Mi mano en el lector de palmas que emana una luz suave y violeta. Todavía siento ese calor punzante en el vientre. Miro mi mano y me es ajena. Todo mi cuerpo me es ajeno y al mismo tiempo siento como si lo hubiera habitado desde siempre. Miro alrededor. En la esquina, un resplandor al lado del xpenser. Lo miro sin entenderlo uno, dos, tres beats. Mis pupilas se dilatan y puedo ver el haz de luz, una línea blanca, perfecta. Intento incorporarme rápido, pero tropiezo, balanceo el peso de este nuevo cuerpo y avanzo, lento, inestable, hasta apoyarme en la pared. Tanteo la puerta. Está abierta. La muevo con fuerza, veo las barras de metal que funcionan de cerrojo ahora replegadas en el interior de la puerta. Logro abrir lo suficiente para que pase este cuerpo que ahora es mío y es mucho más delgado y fuerte. Miro para un lado y para el otro. Un pasillo largo y vacío con puertas similares en ambas direcciones. Escurro el cuerpo por la abertura y estoy afuera.

El pasillo parece un gran habitáculo a lo largo. Igual de blanco. Igual de luminoso. Y las puertas, una atrás de la otra. Me acerco a una y no encuentro forma de abrirla. Intento mirar hacia adentro pero es imposible. No hay un solo resquicio, es un recinto hermético. Lo único que diferencia la puerta de la pared es ese círculo de luz verde y las líneas negras enmarcando la luz blanca que emana todo el pasillo. Miro hacia la derecha y la izquierda. No hay diferencia, el pasillo es igual mire para donde se lo mire. Giro hacia la izquierda y camino. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece luces verdes y el pasillo sigue.

Veinte, veintiuna, veintidós. El pasillo se abre hacia ambos lados. Vuelvo a girar a la izquierda y camino. Al fondo veo algo que no es blanco. Algo negro en medio del blanco que me encandila, me marea. Camino agarrada de la pared blanca, por el piso blanco y arriba de mi cabeza el techo blanco y la luz que pareciera ser cada vez más blanca y más resplandeciente, que me obliga a cerrar los ojos y avanzar a ciegas, tocando la pared con la punta de los dedos. Aun con los ojos cerrados puedo ver la luz insoportablemente blanca del otro lado de mis párpados que la vuelven roja, sangre. Intento abrir los ojos y la luz me enceguece, me desequilibra y caigo al piso.

Me incorporo con esfuerzo, agarrándome de la pared, y el calor que emana la luz me arde en las manos. Pierdo la cuenta de las puertas pero puedo ver las luces verdes que quedan atrás a medida que avanzo por el pasillo. La mancha oscura al fondo se hace cada vez más grande y puedo distinguir un rectángulo negro. ¿Una puerta? Acelero el paso, a los tumbos, rebotando en las paredes. Mis ojos arden y siento pinchazos en la cabeza. Me detengo e intento recuperarme. Una mancha roja a mis pies. Una gota. Me acerco. Otra gota roja cae, se estrella en lo blanco. Me llevo la mano a los ojos y los refriego. La alejo y veo mis dedos rojos, ensangrentados. Miro hacia adelante, hacia el rectángulo negro. Avanzo lento, casi arrastrándome. El ardor me obliga a parpadear una y otra vez. Siento las gotas que brotan de mis ojos y resbalan por la cara, caen al piso, quedan atrás mientras avanzo, lento, hasta llegar a la puerta negra. Un círculo de luz azul, tenue, al lado de la puerta. Un botón. Lo aprieto y el rojo de mi sangre opaca la luz, la vuelve casi violeta. Me apoyo en la pared, los pinchazos me aflojan las piernas y un sudor frío me brota de la piel. Intento calmar la respiración y los párpados me pesan, se entrecierran.

Un golpe metálico retumba y abro los ojos. La puerta se desliza, lento, hasta abrirse por completo. Del otro lado, un cubículo blanco, resplandeciente, como un habitáculo más chico y vacío, con botones y una pequeña pantalla a un costado. Entro y me acerco para leer. Nivel 9: Hábitat 3. Miro los botones que van del treinta y tres hasta el cero y vuelvo a leer la pantalla. Suena un pitido y miro hacia afuera, el pasillo, los cubículos, uno detrás de otro, se pierden en lo blanco. Suena otro pitido y la puerta se cierra despacio. El cubículo se agita. Un vacío me sube por el estómago hasta el pecho y me pego a las paredes, contra un rincón. La pantalla cambia. Nivel 8: Hábitat 2. Mi vista se nubla y me refriego los ojos. Nivel 7: Hábitat 1. Las piernas me tiemblan y me dejo caer resbalando hasta quedar sentada en el piso. Nivel 6: Biotecnología y Acondicionamiento. La luz del cubículo parpadea y por un instante quedo a oscuras. Nivel 5: Centro de procesamiento. El aire se vuelve más frío y la piel de los brazos se me eriza. Nivel 4: Sistemas y Diseño. Respiro hondo, lleno los pulmones de aire fresco y los pinchazos en la cabeza se calman de a poco. Nivel 3: Comercial y Marketing. Un temblor me recorre el cuerpo desnudo, que se tensa y se estremece. Nivel 2: Administración y Finanzas. Me acurruco en el rincón y me froto con las manos entumecidas. Nivel 1: Legal y Técnica. La pantalla cambia por última vez y el cubículo se agita. Nivel 0: Recepción. La puerta se abre despacio y del otro lado nada, negro.

Me incorporo y salgo, tanteo el suelo frío bajo los pies. Mis ojos se acostumbran de a poco a la penumbra. Una pantalla tiñe de colores que cambian sin parar el piso y las columnas de un recibidor que se abre a otras salas hacia los costados. Camino despacio y me acerco. Un video se repite en loop. Un bot típico de HumanLife gesticula sobre imágenes de distintos espacios de TheBigCity. Las palabras aparecen y desaparecen una detrás de otra. ¿Necesitás mejorar tus ingresos? ¿Sentís que la realidad te decepciona? Experimentá las infinitas posibilidades de una vida virtual. Sin límites. Sólo a cambio de tu capacidad de procesamiento. La riqueza está en tu mente. Millones de personas alrededor del mundo ya están viviendo su sueño. Dejá atrás el pasado. Sé el cambio que querés para tu futuro. HumanLife. Una vida que vale la pena ser vivida. Un movimiento al fondo del salón me saca de la pantalla y veo algo en las penumbras. Me agacho instintivamente y me escondo detrás de una columna. Asomo la cabeza y puedo ver a alguien que mueve un trapeador, lo arrastra por el piso hacia un lado y hacia otro. Camina hacia atrás con movimientos lentos, casi una danza. Una luz roja titila en sus orejas y escucho que tararea por lo bajo una melodía que me resulta familiar, que me recuerda a un hit de moda en HumanLife. No me escucha, tampoco parece haberme visto. Miro alrededor y no veo a nadie más. Del otro lado del recibidor, una luz verde, un cartel. Salida. Camino agachada por los espacios en sombras y, a medida que me acerco, noto la puerta, vidriada, opaca. Al lado, una luz violeta tenue: un lector de palmas. Me detengo y miro para todos lados. Nadie. Apoyo la mano y un visor se enciende. username: [empty] | error code: [null]. El visor parpadea y repite el mensaje una, dos, tres veces, pero las letras se cruzan entre sí, se rompen, hasta que aparece el símbolo de una cara sonriente. ¡Gracias por su visita, [empty]!

La puerta se abre hacia los costados y el aire caliente, húmedo, me choca en la cara, me envuelve el cuerpo. Mis ojos tardan en acostumbrarse de nuevo a la luz, colores que brillan, imágenes en pantallas sobre edificios, voces y sonidos que se superponen, músicas, ruidos, gritos, una sirena a lo lejos, olores que me invaden y dejan lugar a otros, dulces, agrios, florales, putrefactos, cuerpos que se mueven, se esquivan, rostros que se mezclan entre sí, se confunden, se pierden en el caos de la multitud. Avanzo unos pasos y siento el piso mojado, pegajoso. Nadie me mira, nadie parece verme. Algo me roza los pies y bajo la vista. Una rata se aleja, pegada a la pared, se detiene, mira para un lado, para otro, y se esconde entre un montón de basura. Escucho la puerta que se cierra detrás de mí y me doy vuelta. Puedo ver la construcción inmensa que acabo de dejar atrás. Un edificio espejado que se pierde en lo alto. Recortado en el reflejo, un círculo blanco, brillante. Una luna. Más abajo, las luces y los colores de las pantallas que se proyectan sobre la superficie. Frente a mí, la puerta vidriada, opaca, y en el centro, una inscripción: