Hola, Pía, soy Manuel. No sé si vas a escuchar esto. Estaba esperando que no atendieras. No habría sabido qué decirte si me hubieras atendido. Hablando solo, capaz termino sabiendo para qué te llamo.
Quiero contarte esto: ya no veo. Primero me quedé ciego de un ojo y después, de a poco, la mancha se me fue pasando también al otro. No estoy triste. No perdí nada. Sigo viendo cosas, aunque no sé si las veo o las imagino. Me cuesta diferenciar lo que sueño de lo que vivo; o lo que recuerdo de lo que alguna vez pensé. Todo tiene el mismo nivel de realidad. No está ni bien ni mal. No estoy triste, no perdí nada yo. Simplemente, todo está a la misma altura, al mismo alcance.
Hace una semana más o menos que no voy al trabajo. Pichón me viene a ver, me trae cosas. Le dije que no hace falta, pero lo hace igual. Está acá conmigo Pichón. Está mirando los videos de Febo. Recién me dijo… ¿cómo me dijo? Pichón, ¿cómo era? Que los suicidas van como… eso, ¿escuchaste, Pía? Dijo van como polillas a la luz. Me causó gracia, pero me dejó pensando.
¿Será la luz? ¿Qué pensás vos? Algo debés pensar. ¿Por qué van ahí, Pía? Vos, que vivís ahí, que no te vas, ¿por qué no te vas? Sé que seguís ahí, Pichón ve los videos y me dice que en la casa alguien se mueve. Alguien se ve por la ventana, un movimiento, alguien abre y cierra las cortinas, sale a la calle y mira y vuelve a cerrar. Sos vos, Pía. Pichón no te conoce, no sabe que sos vos, no te describió, pero no hace falta que me diga que sos vos.
¿Es por la luz? ¿Es por la luz que no te vas? Lo que me acuerdo de los videos es una calle abierta. No hay edificios ahí cerca. Me imagino mucho cielo. Así te imagino: mirando por la ventana polarizada el sol que sube al cielo, y el cielo lleno de luz. El cielo debe llenarse de luz. Se supone que es celeste, pero yo me lo imagino sin color. Como la mancha que me tapa; que ya no es una mancha, ahora es todo. El cielo es todo lo que yo tengo en los ojos.
Pichón se ríe, ¿lo escuchás? Dice que hablo mucho, que digo muchas boludeces ahora que no veo. Y es que también se me confunde lo que pienso con lo que digo. Hay algo de la intimidad que ahora me invade. El mundo es íntimo, se me acerca. Yo quise acercarme a vos, pero te busqué muy tarde. Cuando miré para el escritorio de al lado, en la oficina, vos ya no estabas ahí.
No sé cuánto tiempo tengo para grabar este mensaje, en cualquier momento se me corta. Podría volverte a llamar, pero no quiero que me atiendas.
Pienso en esto varias veces: ¿te acordás lo que te dije ese día, en el subte? Te dije: no esperes algo que no va a llegar. No es verdad eso. Las cosas llegan, están cerca y todo el tiempo están llegando. Están todas a la misma altura. Al mismo alcance. ¿Entendés?
Chau, Pía, espero que estés bien. Espero que estés en la casa, realmente lo deseo. Quiero imaginarte ahí, y que imaginarte sea como saber. Creo que en otras circunstancias habría podido quererte mucho.