Y de repente, silencio de penal definitorio. Todas las miradas hacia vos. Esas caras de preocupación, esa pausa de segundos y el que saliva de más porque justo se había metido una papita que ahora le da vergüenza hacer crujir. “Todo bien, chicos, fue un hipo, me agarró hipo” decís, y la gente ríe y retoma ese temita de respirar que a vos a partir de este momento te va a costar un poco.
Entonces le explicás a Tincho que no fue un eructo, otro colgado te tira “Salud” y está Mariana que, intranquila, cuenta que pensó que te habías atragantado con un carozo. El novio de Carla te pregunta si sos asmático porque él tiene un compañero de laburo al que “a veces le dan como espasmos chiquitos”. No, salame, es hipo nomás. En un minuto se me pasa.
Después, todos estos expertos no matriculados te lanzan una solución tras otra. Que tomá siete tragos de agua mirando para abajo, que soplá el interior de una bolsa, que retené el aire dos minutos, que saltá en una pata marcha atrás cantando La Macarena. Y de nuevo el novio de Carla, esforzándose por encajar, te asusta. Odiamos al novio de Carla. En fin, todo este incordio por un inhalar exagerado.
La cosa está en qué hacer, si es que se puede hacer algo, para no pausar la reunión. Pero para eso hay que flashear simulador de parque de diversiones y meterse en el aparato respiratorio de la víctima. Igual, te cuento que hiciste la cola y pagaste el jueguito medio al pedo porque apenas empieza te revelan el final: la culpa de todo la tiene tu diafragma. Ese tan rebelde como imprescindible músculo en la parte de abajo de tu pecho. Porque el hipo no es más que una contracción espasmódica —y en loop— del diafragma y los músculos intercostales.
Cuando está todo en orden, el diafragma se contrae al inhalar y el tórax se expande para llevar el aire a tus pulmones. De la misma forma, se relaja cuando exhalás para sacarlo de ahí por la boca o la nariz. Pero a veces, como todos, se irrita y hace cualquiera. Bardea a su jefe, renuncia, se baja medio kilo de helado con dos paquetes de galletitas y desciende a lo bruto; desnormalizando la respiración. A partir de ahora, todo medio que se complica. Sentís turbulencia acercándose a esa mini nave simulada y la aparición repentina de una represa en tu garganta. Pasa que la contracción y relajación están controladas por el nervio frénico y el nervio vago, el primero encargado de mandar señales del cerebro al diafragma, el otro que se extiende desde el tronco cerebral hasta el abdomen. Si envían impulsos anómalos, generan que el diafragma se contraiga repentinamente. Cuando esta irregularidad llega a la laringe (un tubito hecho de cartílagos en el cuello), se cierra la glotis y se produce el hipo.
Y bueno, sí, comer mucho o muy rápido es una de las causas. Te lo podría haber dicho antes de esa orgía de glucosa, mala mía. También sentirse nervioso, ansioso o excitado. Es común, incluso, despertar de una anestesia con hipo. Y ese cliché gastadísimo pero no por eso menos cierto de, por supuesto, emborracharse.
Vayamos a las soluciones. Bah, sugerencias. Bueno, fruta. Los científicos y médicos todavía no encuentran una cura certera para esta respiración súbita. Nada de lo que te dijeron los pibestiene anclaje en la ciencia. Están (estamos) tocando de oído. Pero Tyler Cymet, director de la Asociación Médica de Universidades de Medicina Osteopática, llevó a cabo un estudio de 5 años y 54 pacientes sobre el hipo. Arrancó en 1995 con varios tratamientos que involucraron retener la respiración y algunos medicamentos. ¿Resultados? Cero. Ninguna de las técnicas se mostró efectivamente efectiva para curar a la muestra de su molestia. Concluyó entonces que el hipo termina cuando se lecanta. Como algún ícono teen que arrugó por un dolorcito de panza, ponele.
Otros interesados sugieren que la raíz se encuentra en nuestros ancestros anfibios, ya que este patrón de respiración abrupto (por el cual tenés a un gil gritándote “BOO” en la cara) es normal en los renacuajos. Pero claro, con branquias cualquiera. Cuestión que el cerebro envía la indicación a una solapita para que cierre la glotis y así prevenir que entre agua a los pulmones y pase solamente por las branquias. Se cree que el reflejo del hipo pudo haber persistido y trepado el árbol de la evolución, aunque hoy este dato no sirva ni para nivelar la mesa del living.
Bien. Para vos, que te copaste y llegaste hasta acá aún habiendo leído que este respiro interrumpido no parece tener cura, tenemos un dato de color. Como cuando en la fiesta te quedás hasta el final y de pronto ves que empiezan a repartir pizza, bueno, así pero con sexo. No, pará, no vamos a repartir sexo. Todavía es invierno y no tuvimos tiempo de ponernos en forma. Por ahora, sólo el siguiente palabrerío al respecto: resulta que un tal Dr. Francis Fesmire estudió todo el recorrido del hipo y se concentró en el nervio vago que nombramos ahí arriba. Descubrió que una forma de tratarlo es sobre-estimulando esta parte del cerebro. Entre varias maniobras (tirar de la lengua del paciente, provocar arcadas, comprimir partes del cuello durante la exhalación), se quedó con la porción de cierre: el orgasmo.
El tema es así, tanto el corazón como el hipo se ven afectados por el nervio vago. Entonces, pillo el Doctor, recordó un paper* que hablaba de terminar con la taquicardia a través de —no apto para cobardes— tacto intrarrectal. Lo probó digitalmente. Al toque (risas), la frecuencia del hipo comenzó a bajar; y a los 30 segundos, chau picho. Pero, ¿cómo? Fesmire explica que el recto está repleto de nervios simpáticos y parasimpáticos, que controlan las funciones y actos involuntarios y son muy sensibles a la presión. Así que, básicamente, si sabés jugar a la play, sabés curar este mal. Un par de botoncitos, R1, flechita para adelante, triángulo, cuadrado y listo. Gol.
(Disclaimer: El tratamiento es sólo para quienes lo sufren crónicamente.)
El hipo sólo se presenta en mamíferos y, por lo general, dura unos minutos. Hay casos poco afortunados en los que se extendió días o incluso semanas. Ahora bien, ¿puede matarte un ataque de hipo? No. Sí, raramente, desatar otro problema bastante más grave, pero lo habitual es que eventualmente se te pase.
Entonces, repasemos. 1) No está comprobado que todos los mitos urbanos que curan el hipo sean efectivos. 2) Si tan sólo tuviéramos branquias. 3) No, no puede matarte. Sí, quizá, seguir escuchando las anécdotas de oficina del novio de Carla. 4) Siempre quedate hasta el final de la fiesta a menos que 5) Tu culo sea sede de un torneo de Play.
*Termination Of Paroxysmal Supraventricular Tachycardia By Digital Rectal Massage.