Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
Mateo 7:24-27
No soy cosmopolita. Por mas que me crea un muchacho de mundo lo cierto es que si he viajado ha sido principalmente por Argentina y América. Europa es una postal de un proyecto siempre postergado que se concretará ‘el año que viene’, ‘cuando junte plata’ o ‘cuando estén dadas las condiciones’. Sin embargo, la curiosidad me ha llevado a viajar mentalmente en libros y películas a ciudades fantásticas, algunas reales y otras imaginarias. Y ahí está, París, la Buenos Aires europea, con sus cientos de iconos culturales fotografiados hasta el cansancio. Uno particularmente importante porque lo tenemos muy metido en el inconsciente los que crecimos en los ‘90. Uno donde vimos las aventuras de un muchacho no muy afortunado que por 1482 andaba saltando entre las campanas del edificio más emblemático del patrimonio parisino con Luismi de fondo. Una Catedral de la cual soñábamos conocer el campanario donde Quasimodo hacía sus acrobacias, el techo con las simpáticas gárgolas o las escalinatas donde el juez Claude Frollo mata cruelmente a la madre de El Jorobado
¿Escalinatas?¿Donde? Las fotos de mis amigos que sí estuvieron en la Catedral revelan que esto último no es cierto. O no lo es ahora. No sería la primera vez que alguna adaptación cinematográfica modifica un entorno con fines dramáticos, o que el pasado relatado en una ficción es diferente −pero real en su momento− al que es en la actualidad. Esas preguntas reaparecieron a la par de las llamas que la semana pasada consumieron el edificio. ¿Por qué Notre Dame no tenía escalinatas?¿El fuego es la única tragedia que le depara a la catedral?
Paris on the rocks
Notre Dame comenzó a construirse en 1163 y tardó algo así como 200 años en estar terminada, momento para el cual ya era un símbolo de época. Por esos años acababa de morir el Abad Suger de Saint Denis, quien proponía que la mejor forma de alcanzar a Dios era demostrando su grandeza por medio de colosales monumentos. Él no lo sospechaba, pero estaba dando inicio al Movimiento de Arte Gótico, cuyas descomunales construcciones dejaban en claro que si Dios era grande, sus seguidores no se quedarían atrás.
Sin embargo, en aquella competencia por alcanzar el cielo, los constructores se olvidaron de poner los pies en la tierra y mirar el suelo de París, que no era tan amistoso como sus artistas y podía jugarles una mala pasada. Ocurre que la capital francesa está sobre un gran banco de caliza, una roca no muy sólida de carbonato de calcio que fue depositada hace 45 millones de años, cuando Francia estaba cubierta por un amplio mar, templado y poco profundo. De hecho, el mar que cubría la futura Francia dejó rastros por todos lados: si visitamos las Catacumbras de París vamos a poder ver las calizas con fósiles Marinos que descansan en el subsuelo de la ciudad.
Escalera al cielo
Notre Dame fue construida con toneladas y toneladas de rocas de distinto tipo y origen, más otros tantos de madera, estructuras de hierro y bronce. La belleza arquitectónica tenía su precio… y su peso. La caliza no es la roca más piola para construir edificios faraónicos y al poco de tiempo de estrenado, el basamento (que no era capaz de soportar semejante estructura) empezó a ceder y Notre Dame, a hundirse. Los problemas llegaron al poco tiempo que empezó la construcción, por el 1235. Hubo que esperar cerca de 10 años para que el sedimento se consolide y seguir construyendo. Pero la erosión es un proceso lento y continuo. El agua que circulaba por la roca fue disolviendo la caliza y, con el paso del tiempo, la catedral comenzó a perder nivel haciendo que quede para el olvido, entre otras cosas, la escalinata principal donde Disney nos muestra, con su sensibilidad característica, el asesinato de la madre de Quasimodo en manos de un juez corrupto.
Hoy se puede acceder a la catedral desde la plaza sin subir escaleras, apenas sorteando algún desnivel, muy diferente a otras construcciones de la época que aún conservan una amplia escalinata que significa, ni más ni menos, el lento acercamiento a Dios. Irónicamente, el tiempo y la falta de conocimiento geológico ―la ciencia no estaba muy bien vista entonces― hicieron que, a medida que se hundía la escalinata, Dios quedara un cachito más cerca del suelo.
La herida de París
Desde entonces Notre Dame siempre tuvo gran cantidad de problemas estructurales que incluían grietas, estructuras poco sólidas y la que aparentemente causó su destrucción parcial, la falta de planificación. Suena increíble, pero pensar que un edificio de tal magnitud pueda perderse bajo tierra para siempre no es una idea descabellada. Quizá no lo haga de un modo espectacular ni cinematográfico, pero cuando en 2017 el portavoz de la catedral gritaba a viva voz que necesitaban una millonada de euros para que Notre Dame no se hundiera, no estaba haciendo una metáfora de la posible decadencia del edificio sino una descripción literal del riesgo que existía −y aún existe− para semejante construcción.
Por suerte, luego del periodo Gótico llegó el Renacimiento y con él un resurgir de las Ciencias. Hoy no sólo hay mas conocimientos sobre la Geología de París, impulsada en gran parte por la extracción de caliza para su comercialización, sino que existe toda una rama dentro de las Ciencias Geológicas llamada Geotecnia que se encarga de evaluar y estudiar todos los factores que pueden influir en una construcción para hacerla más segura. Porque construir sobre caliza no es soplar y hacer iglesias. Hace unos años en Florida, Estados Unidos, unos agujeros se tragaron de la nada varias casas y construcciones. No hubo aliens de por medio, tampoco topos superpoderosos, simplemente una mala evaluación del terreno con un basamento poco apto que finalmente cedió y deglutió todo lo que había alrededor. Son situaciones poco frecuentes pero no inexplicables.
El periodo Gótico nos dejó algunas de las obras de arte más hermosas que el hombre ha podido contemplar y, como contrapartida, también coincidió con cierto oscurantismo en aspectos científicos que tuvieron múltiples consecuencias que, como vemos, hoy persisten. De cualquier modo, no hay incendio que pueda evitar que Notre Dame quede como un monumento de la magnificencia artística y como recordatorio de la necesidad de una ciencia que acompañe el desarrollo humano.
Agradecimientos a Pedro Dante Ruiz