Nitrógeno

ELEMENTO 7

Nitrógeno

7

2min

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

No se sabe bien cómo ni cuándo pasó, pero en algún momento de la historia alguien se dio cuenta de que si ponía caca y pis de animales de campo cerca de una planta, la planta crecía más. Cuando fueron a mirar qué estaba pasando entendieron que, entre otras cosas, las excreciones estaban llenas de nitrógeno y al parecer esto era clave para tener una buena cosecha.

Después de la Revolución Industrial la cosa se puso áspera y mantener a los animales se volvió muy caro, de modo que hubo que obtener el nitrógeno de otro lado generando, no sin profunda ironía, una gran cagada. Siguiendo las costumbres de la historia, fueron al lugar al que se va cuando se es europeo y por casa no hay materia prima: el tercer mundo. Cayeron a unas minas en Chile y las explotaron de tal manera que las reservas se agotaron en meses.

Pero, ¿cómo que se agotaron? ¿No era que ‘nada se pierde, todo se transforma’? Exacto: los átomos de nitrógeno de la mina, que se encontraban en paquetitos que se llaman nitratos, empezaron a pegarse entre ellos y formaron otra molécula: el nitrógeno molecular (N2). Una cosa que casi no interactúa con otras cosas, por lo tanto las plantas no la pueden aprovechar para crecer. Pero aunque en la mina hubiera menos nitratos y más nitrógeno molecular, la realidad es que la cantidad total de átomos de nitrógeno quedó igual. Nada se perdió, todo estaba ahí, sólo que había tomado otra forma.

La falta de material para fertilizar y la baja de producción en los campos siguió siendo un problema hasta que apareció un alemán llamado Fritz Haber. El muchacho encontró la manera de generar otra forma usable de nitrógeno a partir de nada menos que el aire, el cual está hecho principalmente de esa forma nitrogenada no aprovechable por las plantas. Valga aclarar que, si no fuera por Fritz, probablemente se nos habría venido la noche, también conocida como hambruna mundial.

¡Qué campeón! Bueno, masomenos.

Fritz Haber también fue clave en el desarrollo de máscaras de gas y gases letales, todos usados durante la Primera Guerra Mundial, e inclusive fue quien dio la orden de tirarlos aun estando prohibidos por una Convención de La Haya, que Alemania había firmado. En la Segunda Guerra Mundial también se usaron algunos gases que Fritz había diseñado, pero esta vez en campos de concentración.

El mismo elemento alimentando y quitando vidas. La misma persona evitando hambrunas y contribuyendo a un genocidio. Nada perdido, todo transformado, todo temporal, todo a merced del tiempo y la historia.