El fabuloso viaje de Yersinia Pestis

El fabuloso viaje de Yersinia Pestis

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Juan Cruz Balian

¿Qué tanto afectó la peste la historia de nuestra especie? ¿Qué podemos aprender de un agricultor sueco de hace 5000 años?

¿Qué tanto afectó la peste la historia de nuestra especie? ¿Qué podemos aprender de un agricultor sueco de hace 5000 años?

El fabuloso viaje de Yersinia Pestis

En su novela “La peste”, Albert Camus dice que todas las desgracias del ser humano provienen de no hablar claro. Algo de razón capaz tiene pero, irónicamente, la primera peste que asoló a la humanidad no se debió a un problema de comunicación. Fue, a lo sumo, por un exceso de comunicación: los primeros transportes rodados y los intercambios que estos propiciaron por las rutas comerciales de hace 5.000 años fueron quizás los que esparcieron por primera vez a Yersinia pestis, el patógeno bacteriano más mortífero de la historia. Esto es lo que propone el Dr. Nicolás Rascovan, científico argentino radicado en Francia (que ya conocemos de aventuras parecidas), junto con un equipo de investigadores de Dinamarca y Suecia, en un estudio cuyos resultados se publicaron por primera vez hace apenas días (el 6 de diciembre de 2018), en la revista internacional Cell.

La Yersinia pestis es, a esta altura, un enemigo íntimo de la humanidad. A ella le debemos varias pestes famosas; tal vez la más famosa sea la Peste Negra, también llamada Bubónica (los bubones son una inflamación en los nódulos linfáticos del cuello, axila e ingle, y lucen como ampollas enormes), que empezó en Asia en el Siglo XIV y en pocos años acabó con casi la mitad de la población de Europa. Pero lo que los investigadores descubrieron es que esta simpática bacteria venía asolando poblaciones desde el período neolítico, entre 5.000 y 6.000 años atrás, cuando los primeros grandes asentamientos humanos comenzaron a crecer con mayor rapidez.

 

Máscara usada por los médicos en la época de la peste negra con el objetivo de evitar el contagio, y probablemente de evitar también que cualquier persona adyacente volviera a dormir.

El proceso utilizado para alcanzar esta conclusión fue doble y constituye un hermoso ejemplo del potencial que tienen los trabajos interdisciplinarios:

Por un lado, desde la genética, los investigadores observaron secuencias de ADN antiguo conservado en agricultores neolíticos de Suecia (registrado ya en bases de datos, porque algo hermoso que nos trajo el Siglo XXI es la posibilidad de leerle el genoma a un agricultor sueco de la edad de piedra, no una vez, sino tantas como quieras en una base de datos pública) y descubrieron que diferentes linajes de Yersinia pestis emergieron e irradiaron por Europa en ese período relativamente corto, porque cuando sos patógeno o tanguero experto, mil años no es nada.

Por otro lado, un minucioso análisis del conocimiento arqueológico existente, permitió contextualizar mejor el modo de vida de esos años, mostrando que los asentamientos ya alcanzaban poblaciones para nada despreciables de entre 10.000 y 20.000 habitantes, lo cual, para poblaciones inexpertas en semejante acumulación de gente, también produjo  probablemente condiciones sanitarias poco apropiadas. Imagínense miles de personas, sin baños, ni cloacas, rodeadas de sus animales (que tampoco sabían ir al baño, claramente), y saquen sus conclusiones. Un montón de características de esas que hacen de toda humedad un buen caldo para cultivar una peste como nunca antes. Es por eso que en el trabajo se propone a estos asentamientos como los mejores candidatos para el surgimiento de la peste.

Pero lo más interesante es que si la peste se hubiese esparcido gracias a los movimientos poblacionales, las diferentes poblaciones infectadas deberían mostrar algún grado de mestizaje o continuidad entre ellas. Sin embargo en el trabajo encontraron que estas poblaciones, como así también las cepas de peste que las infectaban, eran independientes. En algún momento hace unos 5.700 años, por alguna razón la peste se empezaba a expandir rápidamente en todas direcciones: hacia Europa del norte y central, hacia la estepa rusa, hacia el Cáucaso, etc., infectando a su paso a diferentes poblaciones humanas.  La explicación que proponen en la investigación es que esta rápida expansión podría haberse debido a las primeras rutas comerciales con transporte rodado,  las cuales se extendieron también por la misma época. Estos pequeños intercambios e interacciones personales, sobre grandes distancias, habrían entonces propiciado, rápida y letalmente, diversas ramas familiares de la misma bacteria genocida a través de Eurasia.

Los investigadores concluyen en que esta sea probablemente la primera pandemia de la historia (al menos documentada), esencialmente porque fue la primera vez en la historia en la que se dieron simultáneamente las condiciones ideales para el surgimiento y la rápida expansión de una enfermedad infecciosa altamente contagiosa. Esto no es un dato para nada menor si consideramos que al final del neolítico Europa sufrió grandes invasiones provenientes de poblaciones de la estepa rusa, las cuales pudieron haber encontrado el camino allanado, y cualquier resistencia mermada, a causa de la peste. Eso cambió para siempre la configuración poblacional del mundo occidental y lo dejó listo para el siguiente gran suceso: el fin del neolítico y, con él, el fin de la prehistoria.

O sea que el resto es Historia.

Literalmente.