INTI

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Juan Manuel Carballeda

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Daniel Catalano

Nos preguntamos qué estaba pasando en el INTI. En el camino, aprendimos todo esto sobre el sistema científico, la industria y cómo se conectan.

Nos preguntamos qué estaba pasando en el INTI. En el camino, aprendimos todo esto sobre el sistema científico, la industria y cómo se conectan.

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Trabajo dentro del sistema científico. Como a muchos de nosotros, me estuvieron llegando en estos días un montón de ‘¿Qué pasa en el INTI?’, lo cual me pone muy contento porque muestra que el desarrollo científico del país es importante para mucha gente.

Entonces, quizá sea preferible escribir una nota con todos los pedazos de información que fui recogiendo al hablar con diferentes involucrados, y compartir esa información con la mayor cantidad de personas posible. Veamos qué pasa en el INTI.

Mejor empecemos con qué es. El INTI es un organismo de Ciencia y Tecnología particular porque no depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, sino del Ministerio de Producción, al igual que el INTA que depende del Ministerio de Agroindustria. Este dato no es menor porque, al ser otro Ministerio, tiene otro ministro (naturalmente), otra estructura, otro presupuesto y un montón de otros otros más.

¿Qué hace el INTI? El Instituto Nacional de Tecnología Industrial hace de todo. Realmente de todo, desde piezas de satélites hasta sensores para detectar alérgenos o toxinas en comidas, pasando por pegamentos a base de proteínas de la leche o envases más seguros para alimentos; pero además es muy importante para las PyMEs, ya que aporta tecnologías generando materiales nuevos. Además de hacer desarrollos propios, articula con la academia y con la industria. Tarea (creo) fundamental para la integración de ciencia local como actor en el desarrollo industrial.

Como si fuera poco, y acá hay un tema importante, el INTI se encarga de las certificaciones: por ejemplo, cuando cargás nafta, que el surtidor te diga lo que realmente cargaste; o que sea preciso el aparato que te hizo la multa por exceso de velocidad; o, para la construcción, el control de calidad de materiales que se usan. Incluso que los preservativos no tengan fallas. Todo eso (y muchas otras cosas más) está certificado por el INTI.

El año pasado, el Ministerio de Producción (del que depende el INTI, porque no depende del Ministerio de Cienc-OK, se entendió) emitió un decreto a través del cual, para agilizar tiempos, se incorporan nuevos instrumentos de medición, que pueden ser aportados por instituciones públicas o privadas. De ese modo el INTI empezó a ceder parte de sus funciones.

Como es común en estructuras similares en el Estado, el Director General o Director Ejecutivo o Presidente o Jefe de todos (según el nombre que cada uno le ponga) lo pone el Gobierno de turno y el resto de las direcciones científicas o técnicas están a cargo de científicos o técnicos preparados para esa función, muchas de ellas obtenidas por concurso. El INTI no es de ninguna manera una excepción: su presidente (así se denomina) se llama Javier Ibáñez, fue elegido por el actual gobierno y proviene de la gestión del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Entonces, ahora ¿qué está pasando? De manera inesperada despidieron a 256 personas “por ausentismo reiterado, incumplimiento de horarios laborales y para ordenar a la institución”. Encima, muchos de esos telegramas no llegaron a tiempo y los despedidos se enteraron al llegar al laburo.

Si observamos que el INTI tiene un total de 3000 empleados, despedir al 10% de su planta de un día para el otro no es una acción menor. Es muy difícil pensar que una institución pueda seguir funcionando normalmente con una reducción de personal tan drástica.

El fin de semana pasado, en el programa de Mirtha Legrand, el Jefe de Gabinete de Ministros, algo así como el Jefe del Jefe del Jefe (o Presidente o Director, como más les guste) dijo que “hay una cantidad de empleados, la mayoría que ingresaron en los últimos años del gobierno anterior (…) que, o porque no iban a trabajar, o porque no desempeñaban el trabajo correcto, se decidió que no continuaran”. Todos los testimonios que busqué para escribir esta nota decían lo contrario y, algo que me llamó la atención en el discurso del Jefe del Jefe fue que dijo que “van a recibir indemnizaciones, en promedio, de $400.000” (Télam dijo $450.000). Esto es raro porque las indemnizaciones suelen ser de un sueldo mensual por año trabajado y la mayoría de los despedidos cobran entre $20.000 y $30.000.  Los números que dio en la mesa de la Chiqui no me cierran para nada (suponiendo que un empleado entró el 1ro de enero de 2011 y fue despedido hoy, la indemnización sería, en condiciones promedio, cercana a los 300.000). Además, de un relevamiento que hicieron a los despedidos surge que el 99% nunca reprobó un informe anual y el 68% cobró el adicional por presentismo. Y si hubiesen incumplido realmente, por la Ley de Contrato de Trabajo que ampara a la mayoría de los despedidos, no sería necesaria la indemnización.

Otro dato es que los directores técnicos y científicos firmaron, exponiéndose un montón, una carta en la que rechazan fuertemente los despidos.

El día que llegaron los telegramas, el INTI estuvo vallado por la Policía que no permitió entrar a nadie (sigue cerrado y todos los días la gerencia manda un mail diciendo que el asueto se extiende por un día más) y hay una ocupación pacífica (que un Juez determinó que no es toma por lo que no pueden intervenir las fuerzas de seguridad para levantarla) desde el 27 de enero. El sábado 10 de febrero a la mañana se difundió un acuerdo por el cual el miércoles 14 se reiniciaría normalmente la actividad, aunque poco después la Asamblea General, que está desde el primer día en la puerta del INTI, lo desmintió, por lo que el tema está muy lejos de estar solucionado.

Acá intersecan dos problemas. Por un lado, el del trabajador a secas que se encuentra de un día para el otro sin trabajo. Por otro, que este trabajador, particularmente, es un trabajador de ciencia y tecnología, un área con características e inercias específicas, que hacen que esta situación sea todavía más grave.

Los que trabajamos en ciencia sabemos lo importante que son los experimentos, la cantidad de fines de semana que no existieron como tales y el esfuerzo que lleva cada uno de ellos. Que no te dejen entrar a continuar un experimento es terrible (sin siquiera mencionar que hay equipos MUY caros que no están siendo monitoreados), pero no es más que una muestra de un mismo proceso de fondo y es que hacer ciencia es difícil y que los resultados llevan tiempo, constancia y equipos de personas que muchas veces tardan años en consolidarse y funcionar. Para poder hacer esto, necesitamos tanto lo importante como lo urgente.

Por un lado, pensar el desarrollo nacional de ciencia y tecnología como una de esas políticas que necesariamente trasciendan los gobiernos de turno y se sostenga la inversión en el conjunto del sistema nacional de ciencia y tecnología de manera que incluya a los organismos descentralizados de ciencia y tecnología, como es el caso del INTI. Por el otro, la necesidad de una solución urgente para la tristísima situación que están viviendo tanto un instituto de 60 años como cientos de los trabajadores de ciencia que lo hacen funcionar y de los cuales muchos estamos orgullosos.